Cada 21 de junio, cuando el sol se sitúa sobre el trópico de cáncer, comienza el invierno en el hemisferio sur y el verano en el hemisferio norte. Pero no es sólo el inicio de una estación nueva sino también la noche más larga del año en la cual se renuevan historias andinas milenarias; es la noche que antecedía a la gran fiesta del Sol: el Inti Raymi.
Cuentan los historiadores que el último registro del Inti Raymi data de 1535, cuando la ceremonia fue suspendida por los españoles. Recién en 1944 la fiesta se revalorizó en Perú, aunque ya no con el Inca y no en la misma fecha (21 de junio), sino el 24 del mismo mes. Esto es curioso y lidia con lo ridículo: el 24 es la fiesta de San Juan, en el rito católico. Es como darle religiosidad a lo pagano.
En su versión original, de acuerdo a las Crónicas del Inca Garcilaso de la Vega, la fiesta duraba nueve días y los cusqueños se preparaban tres días antes con una estricta dieta a base de hierbas y maíz. El evento, que era el punto de partida del nuevo año, se celebraba en la actual plaza de Armas de Cusco -antes el antiguo Auqaypata o Plaza del Guerrero-. Allí llegaban de todos los rincones del imperio e incluso, traían las momias de nobles ancestrales para participar de la celebración al Padre Sol -Taita Inti en voz quechua-.
En la actualidad la fiesta, si bien conserva su carácter espiritual y simbólico para los locales, es un gran espectáculo turístico, tanto que ha tenido como espectadores a Bill Gates y Cameron Díaz. La representación empieza en el Qoricancha (recinto de oro en voz quechua), donde ahora funciona el Convento de Santo Domingo. Aquí el inca realiza una invocación al Sol. Luego él y su comitiva se trasladan a la plaza de Armas. Aquí desde un altar acondicionado especialmente para la fiesta, el Inca habla con el Dios Sol y luego con los ciudadanos para dirigirse finalmente hacia el Parque Arqueológico de Sacsayhuamán (palabra quechua que en castellano significa sáciate halcón). Durante la ceremonia, quién interpreta al Inca, llama a los gobernantes de los cuatro suyos (las regiones en las que se dividía el imperio) para que informen de la situación de sus pueblos. Ellos ofrecen productos de su tierra, tal y como se hacía antiguamente. Finalmente, al ritmo de las danzas y músicas típicas, se retira el inca saludando a la multitud.