La intervención del Papa ante una guerra latente

El mundo vive horas de tensión ante la posibilidad de que Estados Unidos confirme su ataque militar a Siria. Una situación compleja desde todo punto de vista, porque la crisis en esa república árabe es sumamente grave luego de dos años de enfrentamientos

La intervención del Papa ante una guerra latente

El detonante del actual pico de tensión mundial fue el lamentable suceso por el que se acusa al gobierno del presidente Al Assad de atacar con armas químicas a poblaciones civiles. Estados Unidos, a través de lo expresado por su presidente, Barack Obama, ha decidido una acción militar que no incluye fuerzas terrestres pero sí un ataque aéreo para destruir la fortaleza operativa del presidente sirio.

Ha dicho el líder estadounidense que su país tiene suficientes pruebas para acusar al régimen de Al Assad de haber cometido la matanza mediante el uso de métodos de exterminio. Tal decisión puso en aprietos a la misma Organización de las Naciones Unidas, cuyos organismos, antes de decidir cualquier sanción o acción contra Siria, requieren del tiempo necesario para recibir, como primera medida, el informe de los inspectores que verificaron en Siria si efectivamente se ha utilizado gas sarín contra la gente.

En general, la comunidad internacional actuó hasta ahora con mucha cautela a la hora de evaluar una posible adhesión a la decisión de Obama de atacar con las pruebas hasta ahora reunidas.

Sólo Francia, entre las grandes potencias, dio apoyo incondicional. También lo hizo el premier británico, Cameron, pero el Parlamento le frenó la intención. Sin embargo, nada garantiza que la situación se complique si Estados Unidos, con el aval del Congreso, decide emprender el ataque contra objetivos del gobierno de Damasco.

No en vano, los mayoritarios países que hasta ahora han recomendado cautela a Washington por temor a una alteración del equilibrio mundial, no resuelven tomar participación. Rusia, tradicional aliado de Siria y otros países del Mundo Árabe, es uno de los ejemplos de ese riesgo.

Frente al temor de una guerra con consecuencias imprevisibles, apareció la figura del papa Francisco para hacer un rápido y enérgico llamado por la paz a los líderes políticos del mundo. La diplomacia del Vaticano se mueve con prontitud pidiendo evitar una “inútil masacre” en el país árabe que es hoy en día el centro del conflicto.

La carta enviada por el Papa argentino al presidente Putin, en su carácter de anfitrión de la reciente cumbre del G-20, puso de manifiesto la enorme preocupación del Pontífice por la situación y evidenció una vez más su decidida acción a favor de la paz, el diálogo y la búsqueda de consensos, tal como lo conocimos los argentinos durante su misión como arzobispo de Buenos Aires en tiempos de crisis profundas.

Francisco, por otra parte, hizo un sabio toque de atención, al indicar que, a pesar de que los enfrentamientos internos sirios comenzaron hace un par de años, “demasiados intereses de parte han prevalecido, impidiendo encontrar una solución que evitara la inútil masacre a la que estamos asistiendo”. Clarísimo. El Pontífice no oculta su convencimiento de que quienes ahora amagan con atacar para reprimir y también quienes advierten sobre el riesgo de una guerra mundial como consecuencia de aquella acción, no hayan efectuado en todo este tiempo aportes desde la política para poner fin al conflicto interno sirio.

Francisco utiliza en estos momentos el poder que le confiere su investidura para ensayar algo superador a nivel del Vaticano: evitar una intervención militar que podría dar origen a un nuevo conflicto bélico mundial, pero, a su vez, hurgar en las razones por las cuales no es posible la reconciliación del pueblo sirio. Un ejemplo que podría extenderse a tantos otros focos de conflicto de características similares.

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