Integrarse es el buen camino

Los productores, especialmente los chicos, suelen encontrarse con serios problemas para poder desarrollar convenientemente su tarea. El primero de ellos, el de los costos, ya sea en semillas, agroquímicos, abonos, etc. Y el restante cuando, una vez superado el período agrícola, tienen que ubicar su producción.

En los dos casos, se convierten en el eslabón más débil de la cadena de comercialización. De allí que todo lo que puedan concretar con miras a la reducción de los costos y la mejora en la comercialización terminará favoreciéndolos.

Estados Unidos ha implementado una interesante estrategia en la búsqueda de favorecer a los productores. Promueve su integración a los efectos de que puedan reducir costos en la compra de semillas o agroquímicos al por mayor, para que utilicen la misma maquinaria agrícola tanto en la preparación de la tierra como en la siembra o en la cosecha; situación que termina favoreciéndolos en el momento de la discusión de los precios para la venta.

Mientras, el Estado aporta el conocimiento de los mercados y de lo que se ha implantado en el mundo sobre determinado producto; "sugiere" entonces que podrían plantarse no más de mil hectáreas de frutillas, o diez mil de ajos, por señalar sólo dos ejemplos.

Con los números en la mano, son los propios productores quienes deciden, pero no podrán ir a reclamar luego por un aporte estatal en caso de caídas de precios, si las plantaciones fueron superiores a las sugeridas.

En ese sentido, Fecovita (la federación que nuclea a las cooperativas vitivinícolas) constituye un caso interesante de integración. Tienen asegurada la colocación de sus uvas y a precios levemente superiores a los del mercado mientras han conformado un seguro que cubre los gastos para un nuevo ciclo agrícola, en los casos de accidentes climáticos.

Pero lo que sucede con el vino no se repite en otras actividades y es muy común escuchar que los productores expresan sus quejas por los aumentos en los costos de los insumos y luego repiten esos reclamos cuando deben vender su producción. De allí la importancia de la decisión de los productores de ajo, de reunirse para trabajar en conjunto, luego de una visita realizada a los Estados Unidos o la de los productores sanrafaelinos, que se asociaron para elaborar azafrán.

Por años, Mendoza fue el mayor exportador de ajo en el mundo con ingresos que llegaron  a competir con la vitivinicultura. Sin embargo, el ingreso del ajo chino a los mercados mundiales, especialmente a Brasil, modificó la ecuación, afectando a los productos locales.
 
La de los productores de San Rafael se presenta, a futuro, como una iniciativa con buenas perspectivas. Son treinta los que se han integrado y que trabajarán con pequeñas parcelas -de un cuarto de hectárea cada uno- a los efectos de ir posicionándose en los marcados del azafrán, actuando inclusive con marca propia.
 
Anualmente la Argentina importa aproximadamente 3 mil kilos de azafrán, desde Irán o desde España y, en el caso local, Mendoza y Córdoba aportan una muy pequeña porción al mercado, de sólo 10 kilos anuales. Afirman, en ese marco, que la demanda está asegurada en razón de que los principales compradores, las licoreras, han manifestado su interés por el emprendimiento.

Los mismos productores del azafrán utilizarán el resto de las tierras -siempre trabajando en conjunto- para la plantación de otros cultivos diferenciados, como frutillas, pistacho o alcaparras. Mientras, pensando a futuro, están considerando la posibilidad de realizar una explotación turística.
 
Otro dato no menos importante es que, en el proceso de producción, contarán con la colaboración del INTA, que se encargará del respaldo técnico.

Serán el mercado, la demanda, los costos y hasta los accidentes climáticos los que determinarán las posibilidades económicas de este tipo de emprendimientos.

Pero, por el momento, es válida la iniciativa de integrarse para trabajar con objetivos comunes.