Durante décadas, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) desarrolló una tarea más que interesante destinada al mejoramiento de los cultivos. Mendoza es una prueba acabada de que esos objetivos se cumplieron a través de la actividad que se cumple en las delegaciones de Luján, del Valle de Uco y de la zona Este, donde los expertos realizaron estudios y experimentos sobre vides, hortalizas y frutales, bajando información hacia los productores y contribuyendo en gran medida al salto de calidad que alcanzaron los productos locales tanto en el mercado interno como en el internacional. Mantiene un contacto permanente con los productores, a quienes les proveen información sobre determinadas variedades, mientras paralelamente la innovación tecnológica alcanzada sirvió tanto para la industria nacional como para la exportación.
No conformes con la tarea técnica específica cumplida, las autoridades del organismo nacional decidieron ampliar sus actividades y han centrado la mira en trabajar sobre la especialización productiva de comunidades específicas, a los efectos de unir a los productores para evitar su atomización. Cabe recordar en este aspecto que casi como una cuestión cultural los productores -especialmente los de hortalizas- actúan de acuerdo con sus propias concepciones del movimiento de los mercados y, en ese esquema, no pueden alcanzar los niveles de competitividad que exige el mundo moderno.
Los profesionales no sólo estudiaron el comportamiento de los plantines sino que los ampliaron hacia las condiciones de clima y de suelo de cada región, a los efectos de alcanzar productos diferenciados. Organizaron procesos participativos en comunidades que habían quedado relegadas, trabajando también en criterios que incluían accesos a los mercados, a la tecnología y a las redes de cooperación.
Si bien existe una veintena de proyectos que se están desarrollando, tres de ellos ya han demostrado que la iniciativa tiene resultados positivos. Se trata de lo que sucedió en Colonia Molina, en Guaymallén, donde 40 horticultores comenzaron hace unos años a centrarse en el cultivo del camote que, por la calidad obtenida, podía situarlos en condiciones ventajosas de competitividad. Adquirieron la variedad que mejor se adaptaba a la zona, maquinarias para la producción y empaque y con esas variables lograron duplicar los rendimientos por hectárea y mejorar la presentación comercial. Otro tanto está sucediendo con productores de uvas malbec, en la zona de Medrano y ya están estudiando la posibilidad de lograr la indicación geográfica para esos vinos, mientras en Tunuyán se impulsó el funcionamiento de una feria franca, de la que participan pequeños productores del Valle de Uco, quienes han conseguido así salir de los sistemas concentrados de comercialización.
Al decir del titular del organismo a nivel regional, no todos los territorios -en este caso en Mendoza- se encuentran en igualdad de condiciones, en razón de que existe una marcada diferencia entre los que fueron potenciados y los que quedaron postergados, agregando que es necesario trabajar en ese plano a través de procedimientos de gestión conjunta entre lo público y lo privado. Admite que para cumplir esos objetivos deben derrumbarse barreras culturales, económicas y sociales a los efectos de que los territorios puedan desarrollar sus posibilidades.
No será una tarea fácil y sus resultados muy probablemente se observen en el mediano y largo plazo, pero lo importante es que se está trabajando con la seriedad y continuidad que los casos exigen, utilizando la profesionalidad y capacidad que el INTA ha demostrado desde su propia creación, en 1956. En ese esquema, también la Provincia puede sumar su aporte a través del apoyo desde el plano de la comunicación para lograr que el trabajo que se está desarrollando llegue a todo el territorio, aún en los más alejados, para que todos los productores puedan sumarse a la iniciativa.
