Fue uno de los pocos intelectuales que al principio expresó su apoyo al movimiento de los chalecos amarillos, pero la semana pasada dijo que los manifestantes “lo destruyen todo sin considerar nada ni a nadie”.
Este fin de semana, dirigieron su furia contra él.
Mientras Alain Finkielkraut, uno de los principales ensayistas y críticos de la derecha en Francia, caminaba cerca de donde se encontraba una manifestación de los chalecos amarillos, los manifestantes que rodeaban la marcha gritaron insultos que muchos han tachado de antisemitas: “¡Fascista!”, gritaron. “¡Palestina!”. “¡Regresa a Israel!”. “¡Regresa a Tel Aviv!”.
Para el lunes, el asunto había provocado que todo el país se sometiera a un angustiado examen de conciencia respecto del problema del antisemitismo persistente en Francia, y la evolución del movimiento de los chalecos amarillos, desde manifestaciones contra los impuestos al combustible hasta revueltas callejeras violentas con toques de peligro y vandalismo.
La marcha, las acusaciones y las contracusaciones, así como los insultos, son un elemento recurrente de la vida pública en Francia, donde el Ministerio del Interior informó la semana pasada un aumento del 74 por ciento en los incidentes antisemitas en todo el país.
El asunto materializa algunos elementos oscuros que salen a la superficie en un entorno de tensión pública en Francia, incluso más allá de los manifestantes de los chalecos amarillos, ahora en su semana número catorce, cuyos resentimientos económicos a veces se combinan con el antisemitismo.
Finkielkraut, hijo de un sobreviviente de Auschwitz y miembro de la prestigiosa Académie Française, una de las instituciones culturales más antiguas del país, es un personaje polarizador. Sus opiniones sobre la política y los inmigrantes en Francia lo colocan de lleno en la derecha del espectro político del país. Además de mostrar su erudición como crítico con vastos conocimientos sobre la literatura y la filosofía francesas, Finkielkraut habla en un programa de radio semanal con una gran audiencia en contra de lo que considera una falta de respeto a la cultura tradicional francesa en las comunidades inmigrantes de Francia. Lamenta la incursión de estas comunidades en todas las zonas francesas y a menudo habla acerca del antisemitismo en los suburbios musulmanes de Francia.
Parte de los ataques dirigidos en su contra el sábado quizá podrían explicarse mediante estas posturas, aunque los analistas dijeron que no había duda de que el antisemitismo también desempeñaba un papel en el asunto. El movimiento de los chalecos amarillos es criticado porque no plantea los problemas de la pobreza histórica en los suburbios franceses de mayoría inmigrante. Y porque en gran medida es impulsado por los resentimientos económicos y de clase, sobre todo entre la clase blanca trabajadora de Francia en pequeñas ciudades y zonas rurales.
Las charlas sobre el “banco Rothschild” pueden escucharse frecuentemente en las manifestaciones, mezcladas con expresiones de odio hacia Macron. Es que el presidente fue banquero en Rothschild and Co. No obstante, Rothschild también se ha convertido en una suerte de código antisemita para referirse a la supuesta influencia de los judíos en la economía.
Finkielkraut quedó en medio de varias de estas corrientes el sábado, mientras cruzaba la manifestación de los chalecos amarillos, ahora semanal. Los videos ciudadanos, que se trasmitieron en la televisión francesa, dejan claro lo que sucedió a continuación: varios en la multitud, que reconocieron a Finkielkraut gracias a sus apariciones frecuentes en televisión, comenzaron a gritar insultos.
Un hombre fue particularmente ofensivo: jalando una suerte de kufiyya, gritó: “¡Francia nos pertenece! ¡Maldito racista! Eres un incitador al odio. Vas a morir. Te vas a ir al infierno. Dios te castigará. La gente te castigará. ¡Maldito sionista!”.
Las intenciones de algunos en la multitud eran claras, dijo Finkielkraut. “Creo que algunos de ellos querían golpearme”. “Era una violencia al estilo de un pogromo”, sostuvo, aunque señaló que “uno de ellos me acompañó para poder escapar de mis agresores”. Los que querían lastimarlo tenían “rostros llenos de odio”, comentó.
En una publicación de Twitter, Macron dijo: “Los insultos antisemitas de los que fue víctima son la negación absoluta de lo que somos y lo que nos hace una gran nación”.
La oficina del fiscal en París señaló que estaba abriendo una investigación criminal respecto de los “insultos públicos atribuibles al origen, la etnia, la nacionalidad, la raza o la religión”. El ministro del Interior de Francia dijo que el principal agresor de Finkielkraut había sido identificado por las autoridades.
Los ataques dirigidos a Finkielkraut combinaron elementos del antisemitismo francés tradicional, muy arraigado en los textos y el pensamiento de muchos de los autores más grandiosos del país, con el nuevo antisemitismo de los suburbios musulmanes.
“Es una mezcla de ambos”, comentó Laurent Joly, uno de los principales historiadores de Francia en materia de antisemitismo y autor de varios libros al respecto. “Es bastante sorprendente y es la primera vez”.