Por razones profesionales siempre he intentado estar atento al discurso de los intelectuales kirchneristas. Pero no fue sino hasta hace unos meses, cuando decidí iniciar una investigación sobre la evolución e identidad ideológica del kirchnerismo, que pude analizar con mayor profundidad y detenimiento su producción, sus legitimaciones y fundamentaciones teóricas.
Tal labor se dio en una particular coyuntura política: la intelectualidad adicta al kirchnerismo entraba en una sorda pero sentida crisis, al verse obligada a secundar un candidato presidencial designado directamente por la presidente Cristina Fernández, pero que estaba muy lejos de las preferencias ideológicas de aquélla.
No obstante, las expectativas, los temores, los recelos y las cautelas que generó entre los intelectuales kirchneristas este inesperado giro no alteraron, el menos en el discurso, su adhesión a ese proyecto político.
Tanto estas nuevas circunstancias como los signos de agotamiento del gobierno obligaron a construcciones discursivas que sustituyeron: el énfasis en la profundización de las transformaciones en marcha, por la defensa de las conquistas y los avances realizados: retórica reactiva.
También se pudieron advertir ciertos ademanes que tendían a realizar balances y visiones de conjunto en todo el proceso.
La derrota electoral entregó a los intelectuales kirchneristas a un ejercicio de introspección, interpretación y crítica que reveló a las claras su verdadera profundidad teórica, su penetración analítica. Algunos testimonios mostraron un patetismo verdaderamente conmovedor.
Es el caso de María Pía López, de profesión socióloga, animadora destacadísima de Carta Abierta, cenáculo reconocido de intelectuales orgánicos. En un desgarrado post en su muro de Facebook, pocos días después de la derrota electoral, podía leerse lo siguiente:"Las palabras y las cosas. El kirchnerismo cultivó el discurso agonístico de la pelea mientras gobernaba en el sentido de una mediación entre las partes conflictivas del antagonismo social".
Después de machacar por casi una década con las tesis conflictivistas de la política, de repetir las teorías del neopopulismo según Laclau que afirmaban que la división antagónica era la configuración social más adecuada a la realidad argentina, de fogonear desde el poder todo tipo de confrontaciones, de rencillas y resentimientos, de que Jozami nos explicara las ventajas de un país dividido, venimos a enterarnos que el kirchnerismo trabajó secretamente, durante todos estos años, en pos de la unión de los argentinos.
Así, Cristina y su pléyade de funcionarios y militantes deshilaban el tejido social a plena luz del día para volver a tejerlo secretamente por la noche, como una Penélope esquizofrénica, con el objeto de consolidar la unidad nacional. Curioso. ¿Cómo interpretar este sorprendente giro en las tesis del populismo explícito de los intelectuales kirchneristas?
Una posibilidad es que el gobierno hubiera impostado una ideología, mientras practicaba una política opuesta. Pero ¿con qué objeto? ¿Para obtener la adhesión de los intelectuales populistas? ¿Para presentarse, después de estimular la confrontación, como el gran componedor de la armonía nacional?
Se radicalizarían así las barrocas explicaciones de Horacio González -también integrante de Carta Abierta- sobre la derrota, en las que sostiene que su causa principal fue básicamente un problema comunicacional (como siempre, la culpa la tiene el mensajero). Y claro: anunciaban una cosa (mala) y hacían otra (buena).
Una alternativa es intentar una pobre justificación ideológica del fracaso: el kirchnerismo quiso dividir a la sociedad pero no lo consiguió o no tuvo el coraje para hacerlo.
¿Engaño o fracaso? Resulta difícil encontrar una explicación con un mínimo de razonabilidad. El post termina así:
"El macrismo, con su gabinete, plantea un clasismo rotundo, capaz de expandir el conflicto y la parcialidad, pero con el lenguaje de la cordialidad festiva. Una vez más, se desajustan hechos y palabras. Quizás ésa sea la esencia del lenguaje, pero en política se vuelve una bifurcación dramática".
Dejando de lado las afectaciones foucaultianas, marxistas y derridianas (que apenas cumplen en disimular la miseria del razonamiento) nos enteramos que los verdaderos populistas, los que vienen a redimir el proyecto político de la intelectualidad orgánica kirchnerista, a dividir el país en dos ¡son los macristas! Populismo de derecha, ok (González lo sostiene explícitamente). Pero es mejor una sociedad dividida que otra que aplasta o disimula el conflicto bajo falsas unanimidades ¿o no era así?
Es cierto: es un post de Facebook. Pero María Pía ha tenido el acierto de mostrar un universo en una nuez.
Podría pensarse, por el título que le hemos asignado a este pequeño texto, que la bancarrota ideológica del kirchnerismo sobreviene después de una época de esplendor, de abundancia de activos.
Es una falsa impresión: en materia ideológica siempre se pareció a un esquema de Ponzi. Beneficios redondos para el dueño del invento, rentas para los encaramados a lo alto de la pirámide, estafa para los pobres confiados de abajo.
Sólo que recién ahora se descubre la martingala.