“Vengo a escuchar la explicación de la artista”, dice una mujer del público que acaba de ingresar a la instalación de Nora Correas. Se conocen. Quizás son amigas. Nora nos invita a pasar, “es para verla desde adentro”. El público se anima e ingresa al cubo: se está proyectando un video con imágenes de migrantes de África y América. Bajo nuestros pies, se pixela el mar. Sobre él hay balsas alineadas con bolsas de dormir cuyo estampado son billetes de países poderosos. La instalación se llama “Sin destino”.
“- ¡¿Qué explicación querés?!, dice Nora con confianza. ¡Usá la cabeza!”
Sonríen. La frase tiene mucho sentido en una muestra de arte contemporáneo. Si hay algo que el arte conceptual propone es, precisamente, usarla. Completar el sentido. Descifrar el vuelo del autor. Apropiárselo. Pero a su vez las obras son conceptuales porque en todas el discurso es el peso intelectual que poseen, y es el concepto lo que les da sentido como arte.
En la “explicación” también hay una puesta; en el modo en que el propio artista presenta su trabajo, comunica su visión, transmite su viaje creativo. Algunos invierten toda la gama del metadiscurso en ello. “¡El arte contemporáneo está nada más que en el speech!”, dijo cierta vez un espectador ofuscado.
Nora simplemente dice: “Yo estoy peleada con el mundo”. Y lo que vemos en la pantalla de “Sin destino” son imágenes documentales de éxodos forzados, caravanas de refugiados. “No alcancé a poner lo de Siria” - explica lamentándose-. Esta instalación la presenté hace siete años”. Como sea, no puede ser más actual. “No podía permanecer indiferente. Yo creo que el arte tiene que movilizar”.
Otra de las invitadas a la muestra de la FAD es una artista joven, la rosarina Mariana De Matteis. Su instalación consiste en una habitación cubierta de arena. La escena remite al imaginario de las excavaciones. O de los restos cotidianos tras un apocalipsis. Pero la idea tiene otro origen: la fascinación de Mariana por los castillos de arena que, desde niña, cautivaban su atención en las playas. “Así que yo también lo relaciono con una habitación de uno de esos castillos; como si pudiéramos entrar en ellos, volviéndonos pequeñitos”.
Edgardo Madanes observa que “por fuera todo se expande sin encontrar los límites; por dentro las ideas giran y se mezclan, buscan un muelle donde amarrar”.
Marcela Astorga trajo dos obras. Nos paramos ante un video en el que - explica- ocurren tres acciones. Lo que vemos es un cuarto de una casa en demolición. Alguien martillea el techo. Cae el polvo. Se hace un agujero y entra un haz de luz. Al cabo, comenzamos a sentir un nuevo martilleo, otro agujero. Y así.
“Quise traer esta obra porque me pareció desafiante. Exige atención. Exige que te quedes mirando por varios minutos mientras soportás un ruido molesto. La obra se compone de tres acciones: la acción misma (que ocurrió en una casa a punto de ser demolida, con un público presente y estático que debió escuchar cada golpe), el video y la fotografía”, detalla. El conjunto se titula Oculo.
Pero las instalaciones no están solo adentro de la Nave Cultural. Afuera, un grupo de gente se congrega a mirar el techo de lata. Mica Priori ha instalado un texto delante de ese sector. Allí explica que lo que vemos inflarse y desinflarse en el techo es un...chichón. “¿Viste lo que pasa cuando te das un golpe en el cuerpo? Te sale una protuberancia.
Bueno, cuando se golpea a las instituciones a ellas también les duele”. Él, abogado y artista visual, une sus dos líneas vitales. Uno de sus trabajos más conocidos muestra un winco sobre el cual gira un expediente. “No se preocupe, su expediente se está moviendo. ¿Sabés cuántas veces decimos eso los abogados?”. Le interesa la ironía.
- ¿Y cuáles son las instituciones golpeadas?
- Todas. Agarrá cualquiera. El Poder Judicial, por ejemplo. Quise manifestar que las instituciones no son estructuras vacías. Que son como un organismo vivo. Que también sienten.