Por Fabián Galdi - editor de MÁS Deportes digital -
Nadie puede sorprenderse ante la noticia de que el Barcelona quiere renovarle el contrato a Lionel Messi de por vida. Más que una expresión de tono desmesurado es - sobre todo - el fruto de una decisión meditada desde la reflexión y no desde la emoción. Leo ha sido la gran referencia directa de un ciclo excepcional que no sólo llenó de copas las vitrinas del Camp Nou sino que también consolidó a la entidad blaugrana en el marco de una globalización real y no ficticia. Las camisetas con el número 10 en la espalda y la inscripción Messi se observan en los cinco continentes, incluso hasta en las zonas más recónditas del planeta. Basta decir Barça para que de inmediato se asocie el término con el cinco veces Balón de Oro. Y es el referente dentro de una constelación de estrellas tales como Iniesta, Puyol, Xavi, Busquets, Piqué, Mascherano y más cerca en el tiempo Neymar y Luis Suárez. Vaya donde vaya y juegue donde juegue, en algún momento aparece el coreo con la letra 'e' estirada y ese '"Meeesi, Meeesi" como himno a la alegría.
En esa relación simbiótica entre su club de origen y el excepcional futbolista, las partes suelen tener diferencias y las expresan en tono protocolar o descubierto pero siempre con la premisa de transmitir un pensamiento de significado unívoco. Barcelona movió piezas para evitar que el diez viajara hacia la Argentina y también para que jugara en Mendoza. Un comunicado oficial lanzado luego de la afección muscular del rosarino - tras jugar en San Mamés contra el Athletic de Bilbao - marcó una idea clara y desalentaba la posibilidad de que Leo abordara un avión rumbo a Ezeiza. La junta médica del club catalán había detectado una afección en el aductor izquierdo. Sin embargo, el propio Messi tomó la decisión de venirse hacia la Argentina. La decisión no pasó inadvertida para nadie. Menos para un sector amplio de la prensa española, que interpretó un grado de desobediencia del involucrado hacia las autoridades de la institución. Él quería viajar: lo hizo.
Es difícil imaginarse que la actitud del astro estuviera relacionada con un capricho o una reacción extemporánea, pero ese acto de rebeldía marcó también un posicionamiento en disonancia con lo que él entendía como un atropello a su derecho de decidir. Ante el marco que tomó el hecho, la dirigencia se llamó a silencio aunque siguió presionando para que la llegada de su máxima estrella fuera lo más pronto posible. Tras el triunfo frente a Uruguay, se confirmó lo que era un secreto a voces en las horas previas al choque en el Malvinas Argentinas: el regreso hacia España era una cuestión de horas y así fue. Mucho ayudó también la actitud de Edgardo Bauza, quien sutilmente envió señales contemporizadoras y con la mira en evitar la apertura de un frente discordante.
El propio Patón autorizó a que el capitán del seleccionado argentino emprendiera vuelo hacia la Ciudad Condal y no se sumara a la delegación que este martes jugará en Mérida contra Venezuela en el cierre del mini ciclo de septiembre por las eliminatorias sudamericanas.Inclusive, avaló su postura durante la conferencia de prensa tras el 1-0 ante la Celeste. "Que se desligue de estar siempre con el seleccionado. No podemos arriesgar que esa lesión empeore. Bajo ningún punto de vista podía jugar Messi ante Venezuela", dijo.
Bauza había dado un ejemplo de convivencia cuando decidió viajar por su cuenta hacia Barcelona con la misión de hablar cara a cara con Messi y terminar de convencerlo para que su retorno a La Selección fuera inmediato. Ese tipo de reuniones entre un entrenador y el jugador insignia tampoco son infrecuentes en los máximos niveles. Sucedió entre César Menotti y Daniel Passarella o Mario Kempes, por ejemplo. Ni hablar en las sucesivas incursiones de Carlos Bilardo cuando se encontraba en Europa con jugadores a los que debía convencer de su idea futbolística. Y también con Alfio Basile con Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia o Fernando Redondo. Es saludable, además, que así sea.
En el Mundial de Brasil, imágenes como ésta unificaron la pasión genuina por los dos más grandes.
De idéntica manera también pasó en 2009 en ocasión de un encuentro en Sevilla entre Diego Maradona - por entonces flamante DT albiceleste - y Leo. Fue en ese momento cuando la actitud del entrenador descomprimió aquella barrera en la cual el imaginario colectivo supuso que el vínculo entre las partes se había convertido en tóxico por celos o envidia. Nada que ver. Messi fue titular en el juego contra Brasil, en el estadio de Rosario Central, y más allá de la adversidad del resultado (1-3) quedó claro que la barrera entre los dos más grandes número 10 de la historia argentina era fruto de alguna imaginación errónea.
Sin embargo, es hasta el día de hoy cuando las comparaciones entre sendos astros siguen ensombreciendo un debate que ya debería habera estado superado. La genialidad de ambos decantó en positiva para la Selección más allá de que uno levantó la Copa del Mundo en México 1986 y el otro no pudo hacerlo en Brasil 2014, aunque sus méritos hayan sido suficientes para llevar al equipo a una final. De alguna manera - metafóricamente hablando- los ojos de Maradona siguen presionando a Messi pero no por Diego sino porque para un sector importante de la opinión masiva hay una brecha que sólo podría achicarse en el caso de que Leo alce el máximo trofeo en Rusia 2018.
En tanto, en la interrelación que se está anudando entre Messi y Bauza cabe destacarse la capacidad que demuestra el director técnico a la hora de potenciar a las grandes figuras y comprometerlas en el proyecto a corto, mediano y largo plazo. El entrenador llegó al cargo gracias a que los presidentes de los clubes grandes lo impusieron por sobre Ramón Díaz, quien era el candidato de Armando Pérez. Así, con la anuencia de Daniel Angelici, Rodolfo D'Onofrio, Matías Lammens, Víctor Blanco y Hugo Moyano, el Patón tomó el comando de un grupo que parecía en estado de shock y desamparado tras la derrota ante Chile en Nueva Jersey y la renuncia de Gerardo Martino poco después.
Bauza sabe lo que es recomponer las relaciones grupales en planteles sometidos a zozobras, tal como le pasó con el de #SanLorenzo tras el egreso intempestivo de Juan Antonio Pizzi hasta conseguir la Copa Libertadores 2014 o el del Sao Paulo, que llegó hasta las semifinales de la Copa Libertadores 2016 después de tres años de fracaso. Ahora le toca reubicar a la Selección en su eje y desandar el camino hacia Rusia. Y con Leo como estandarte. ¿Quién otro que no sea él?
Leo y el Patón en Ezeiza, antes de la partida hacia Mendoza. Una postal de la buena convivencia.