En el radicalismo mendocino hay gran expectativa porque sobresale el protagonismo nacional de Cornejo por su propio peso, más allá del lugar preferencial que le otorga su cargo de presidente del Comité Nacional del partido.
Se espera mañana una sesión de la Convención con abundancia de debate, como es característica de los encuentros entre radicales, pero sin desbordes más allá del descontento generalizado por el lugar que ocupó la UCR en el gobierno de Macri y por el desorden económico que alimenta a la actual crisis.
Entre la dirigencia más experimentada también se espera que el promocionado debate les permita a los convencionales confluir en una síntesis de las diferencias que habrá entre los que mayoritariamente plantearán la apertura de Cambiemos a más espacios o dirigentes, los que de mínima propongan una interna en primarias con una fórmula que incluya a radicales y los que, en sentido contrario, se estima que reclamen una vez más a gritos que el radicalismo deje de pertenecer a la coalición oficialista.
El planteo de una eventual puja interna está entre las alternativas que más molesta en la Casa Rosada porque, más allá de los golpes de la gestión y la caída de credibilidad, entienden en el macrismo que la figura presidencial siempre debe ser resguardada en cuanto a su liderazgo.
La tendencia, sin embargo, estaría indicando que Cornejo y la mesa ejecutiva que lo secunda en la conducción partidaria recibirán en este caso “la misión de buscar los acuerdos políticos para darle a Cambiemos la mayor competitividad electoral”, según el seguro diagnóstico dado por una voz de mucho peso interno. Y en ese aspecto cabe reiterar que una posible flexibilización de la dureza macrista en torno a la figura del jefe del Ejecutivo podría llevar a un entendimiento. En esa especulación resaltan, en principio, dos variantes: que Macri aceptase como precandidato a vice a una figura del radicalismo o de alguno de los espacios que podrían sumarse si prospera la prédica cornejista, o que lisa y llanamente la candidata presidencial resultase la gobernadora Vidal.
Mientras llega el cónclave y se tejen todas las variantes citadas, el gobernador mendocino no deja de pregonar su idea de apertura del espacio oficialista (una suerte de “nueva coalición”, sostiene) y lo plantea públicamente cada vez más. El martes, en un foro realizado en el auditorio de este diario, llamó nuevamente a un “gran acuerdo con correlato electoral”. También en la semana, de campaña por el sur provincial, apostó concretamente por el gobernador Schiaretti y el ex ministro Lavagna como figuras concretas de su propuesta. Su iniciativa, curiosamente, se intensificó durante una semana de tremendos desencuentros en la estructura de Alternativa Federal, la opción del peronismo no K a la que pertenecen todos los dirigentes que Cornejo pretende sumar a la estructura oficialista.
A Schiaretti lo caratuló entre dirigentes “peronistas republicanos que no quieren volver para atrás”, mientras que a Lavagna lo etiquetó como “un peronista de una economía sensata”. Y remarcó que sumando a ese tipo de dirigentes se pueden “ampliar las bases de lo que hay que hacer en la Argentina”.
Indudablemente, la mala predisposición que muestra Lavagna a una posible convivencia con Schiaretti, en especial por alguna idea esbozada por el gobernador cordobés para tener en cuenta en dicho espacio a Tinelli y Scioli, entre otros, juega contra las aspiraciones del mendocino líder del radicalismo nacional, más allá de que la no consolidación de esa tercera fuerza electoral que pretendía colocarse en medio de la grieta macrismo-cristinismo puede facilitar la captación de voluntades que pretende Cornejo.
El respeto por la trayectoria de Lavagna se mantiene intacto en el presidente del radicalismo desde que el ex ministro de Duhalde y Kirchner apareció en escena como una posibilidad electoral. Tal vez el economista haya motorizado en Cornejo la idea de jugar fichas a la ampliación del espacio hoy en el gobierno. El problema, en todo caso, es cómo manejar la relación con un dirigente que ha expresado insistentemente que el consenso que impulsa la denominación del espacio que pretende liderar no congenia con su propio pensamiento, totalmente alejado hasta ahora de la posibilidad de dirimir una interna en las PASO de agosto.
En lo que respecta a nuestra provincia, hay una clara orientación del oficialismo para diferenciar la instancia electoral local de la nacional. La crítica situación económica en el país es la que permite que el cornejismo sea uno de los promotores más activos de una ampliación de Cambiemos en el país similar a la convergencia de partidos que acompañó en Mendoza el triunfo del actual mandatario en 2015 y que ahora muestra una conformación prácticamente similar. Pero también se supone que esa prédica ampliatoria del espacio que se debatirá mañana puede no alcanzar desde el punto de vista electoral, ya desde las primarias de agosto, si el oficialismo nacional muestra un retroceso en las urnas, lo cual podría tener, como se ha dicho muchas veces, fuerte incidencia en esta provincia, al quedar el calendario local de votaciones inserto en el nacional.
Lo que pasa en los municipios conducidos por radicales es otro asunto que preocupa mucho al cornejismo. Hay distritos en los que los sondeos no son siempre alentadores para las huestes oficialistas. Temen algunos que el efecto de las PASO en las cuatro comunas al mando de justicialistas y la caída de imagen presidencial compliquen los proyectos reeleccionistas en departamentos que suelen sostener una elección provincial.
Otro aspecto que trasciende es el mano a mano entre Rodolfo Suárez y Omar De Marchi. Al margen de lo que reflejan las encuestas, la expectativa es grande en todo el escenario político provincial porque el radicalismo mendocino no tiene una interna de gran porte desde hace más de 20 años, en la recordada disputa entre Víctor Fayad y José Genoud. Si bien ahora la pulseada es entre un radical y un macrista, se trata de una PASO por el liderazgo dentro de un espacio que a ambos sectores tuvo como grandes socios en 2015 y 2017, pero que ahora muestra daños por dos razones: el indisimulable malestar que al radicalismo le generó la competencia del intendente de Luján y la necesidad de despegue de la inestabilidad del macrismo que ha dispuesto hace tiempo el gobernador Cornejo.
Mientras tanto, del lado del justicialismo todo es expectativa. La posibilidad de un triunfo en Mendoza ilusiona no tanto por los méritos propios, que realmente son escasos, sino por el deterioro ajeno. La fecha de ralización de las primarias abiertas locales podría encontrar a las dos fórmulas en competencia con un panorama nacional mucho más claro con respecto a la eventual unidad del peronismo, un detalle no menor para que encare quien resulte ganador en la interna de junio la pelea por recuperar luego la Gobernación.