Pese a que la señora presidenta de la Nación ha manifestado que los acuerdos alcanzados con la República Popular China constituyen un “salto cualitativo”, resaltando las inversiones en las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, en Santa Cruz y en el Belgrano Cargas, resulta coherente la preocupación que ha ganado a distintos sectores de la economía local, tanto industriales como agrícolas.
En el primero de los casos, el de los industriales, la posición de los mendocinos está en línea con lo planteado por la Unión Industrial Argentina, que indicó que está comprometido el futuro del sector porque los convenios tienen cláusulas que permiten a las empresas chinas adjudicarse obras de manera directa, sólo con proveer el financiamiento y que, además, incluyen puntos decisivos que se desconocen.
Un alto directivo, José de Mendiguren, aseguró que “estamos más cerca de lo que se firmó con Angola de lo que se firmó con Brasil”, en referencia a las cláusulas del convenio.
El planteo tuvo una respuesta más reaccionaria que explicativa de parte del ministro de Economía, Axel Kicillof, quien manifestó que “no se puede discutir con un payaso en movimiento” y adjudicó las críticas a “una cuestión electoral, porque (De Mendiguren) es un hombre de Massa”.
Términos realmente inapropiados para quien ocupa un cargo de esa importancia en el gabinete nacional y más aún cuando el dirigente no había utilizado palabras agraviantes.
En relación con la actividad agrícola y las economías regionales, cabría señalar que, de haber una beneficiada en el acuerdo, ésa es la Pampa Húmeda, en razón de que la mayor parte de la soja y de los granos tienen como destino de exportación aquel país asiático.
Pero las economías regionales no pueden decir lo mismo, con el agravante de que no sólo la Presidenta y su séquito de aduladores defienden lo firmado sino que también lo hacen los diputados nacionales que deberán tratar el “Convenio Marco de Cooperación en materia económica y de inversiones del Gobierno de la República Argentina y el Gobierno de la República Popular China”, que ya cuenta con aprobación del Senado.
Y si para muestra sólo basta un botón, cabría remitirse a lo afirmado por uno de los popes de la Cámara baja del bloque oficialista en el Congreso Nacional, Carlos Heller, en el programa ultra oficialista 6,7,8 de la televisión del Gobierno, no del Estado.
Allí, Heller dijo, muy suelto de cuerpo y con la sonrisa entre cómplice y obsecuente del panel que las economías regionales no tenían de qué preocuparse, porque si cada chino comiera una pera y una manzana al año, toda la producción de Mendoza y del Alto Valle de Río Negro no alcanzaría para cubrir la demanda que se producirá.
Lo que ni Heller ni ese panel de intelectuales saben -o saben pero son conscientes de que mintiendo algo queda- es que China no sólo produce manzanas y peras sino que, como tiene súper producción, se ve obligado a destinar el sobrante a jugo, que compite con el mosto argentino en Estados Unidos para edulcorar las bebidas gaseosas.
Será tarea de los legisladores nacionales por Mendoza y Río Negro aclarar esta situación cuando el convenio sea debatido en el Congreso.
En relación con el vino, los chinos han demostrado a lo largo del tiempo que priorizan los precios de los productos por sobre determinados convenios y todos saben que el vino argentino ha perdido competitividad en los mercados internacionales como consecuencia de las erróneas políticas económicas aplicadas por la actual gestión gubernamental nacional.
Los gobiernos provinciales y los legisladores nacionales de la región deberán estar alertas y fijar posiciones con la firmeza y la celeridad que corresponda si ese acuerdo marco puede llegar a lesionar las economías locales. Mantener el silencio o levantar la mano sólo por lealtad partidaria será nefasto para el futuro a corto, mediano y largo plazos.
