Mientras países del continente europeo han incrementado sus exportaciones, la Argentina sufre un proceso de disminución importante en la salida de vinos al exterior, como consecuencia de medidas económicas adoptadas desde el orden nacional. Demandará años recuperar la pérdida de espacios en las góndolas de los principales mercados, pero el problema se traslada ahora al mercado interno y toda la cadena de la industria puede llegar a sufrir las consecuencias.
A los industriales argentinos -especialmente mendocinos- les demandó mucho esfuerzo ganar espacios en los cada vez más competitivos mercados internacionales. Nuestro país era conocido por ser un importante productor de uvas, ocupando el quinto lugar en el mundo en ese rubro, pero los vinos no eran conocidos en razón de que el total de la producción era derivada al mercado interno, con un consumo per cápita que alcanzó los 90 litros anuales.
La caída en el consumo interno y las perspectivas que se abrían en el exterior, derivaron en que los bodegueros realizaran importantes inversiones, tanto en viñas como en bodegas, y mejoraran la calidad de las uvas, obteniendo así vinos de excelente calidad con una muy buena relación de precios. Aspectos que fueron favorecidos por el golpe de efecto positivo que significó el malbec entre los consumidores más exigentes de los vinos tintos, o el torrontés como una novedad interesante entre los blancos.
Los números fueron el mejor ejemplo de que la iniciativa fue positiva. La Argentina ganó mercados importantes, logrando lugares en las góndolas que años anteriores habían alcanzado otros países del denominado Nuevo Mundo Vitivinícola, como Estados Unidos, Australia o Chile.
Sin embargo, medidas económicas adoptadas a nivel nacional, como la no actualización del dólar, las demoras en los reintegros por exportaciones y el IVA, sumados a una inflación interna importante, pusieron trabas a las exportaciones. Las bodegas medianas y chicas fueron las que más sufrieron las consecuencias porque no podían hacer frente a la pérdida de competitividad, mientras algunas importantes se volcaron por el envío de vinos a granel, por lo que el valor agregado que impone el fraccionamiento (botellas, etiquetas, corchos y mano de obra) también se traslada hacia los países de destino.
Con un aspecto no menos inquietante: durante 2012 el vino a granel había compensado la caída del embotellado, por lo que, en litros, las exportaciones se habían mantenido en una meseta. Pero en los tres primeros meses de 2013 se observa una caída en las salidas al exterior de vino a granel.
Las bodegas chicas y medianas que habían dejado de exportar derivaron sus productos al mercado interno, en un intento casi desesperado de continuar en la actividad. Pero, otra vez medidas económicas nacionales afectan seriamente a la actividad, porque mientras sus costos internos aumentan por el incremento en vidrio, corchos o mano de obra (se alcanzó un acuerdo de un aumento del 25%), las bodegas se ven impedidas de trasladar esos incrementos a los precios finales por el congelamiento dispuesto por Economía en las góndolas de los supermercados.
La estructura de la industria comienza a crujir y ya se están viendo las consecuencias. No hay mercado de uvas, por lo que los productores de varietales son los principales perjudicados; las bodegas no pueden pensar ni siquiera en el mediano plazo por los permanentes cambios en las reglas de juego y los obreros de viñas y bodegas comienzan a inquietarse por el mantenimiento de las fuentes de trabajo. Es el momento en que los gobernadores de las provincias vitivinícolas -en su totalidad del mismo signo político que el Gobierno nacional- realicen los planteos correspondientes con la seriedad que la grave situación exige.
