Inflación y deficit, males en crecimiento

Para poder encarar políticas económicas serias y eficientes que tiendan a mejorar la penosa situación económica del país se debe restablecer la credibilidad en los informes oficiales y el sinceramiento de una realidad de estancamiento e inflación que afec

Inflación y deficit, males en crecimiento

El gobierno no habla de inflación y la que registra el Indec es la mitad de la que mide el denominado Índice Congreso; para agosto 1,3% contra el 2,6%. A comienzos de este año hubo un amago de que el organismo estadístico oficial podría ir sincerando el índice de precios, así fue que durante unos pocos meses el indicador oficial se aproximó bastante al del Congreso.

Pero luego, a medida que la inflación se fue aclarando, la divergencia se fue haciendo otra vez muy grande. Como vimos, para el mes de agosto un índice duplica al otro, situación que también había ocurrido en julio. En la actualidad hay un amplio consenso en que la inflación se ubica entre el 35% y el 40% anual, una de las más altas del mundo, junto con la del modelo bolivariano de Venezuela, inspiración constante de nuestro gobierno.

Esto ocurre con una economía estancada, o en ligera recesión, síndrome bien denominado desde ya varias décadas como estanflación, estancamiento con inflación. Situación que actualmente muy pocos países sufren; sí hay economías estancadas como la nuestra, pero no tienen inflación.

Es necesario insistir con que el dañino fenómeno de la inflación prácticamente ha desaparecido en la inmensa mayoría de las economías del mundo, al menos en los últimos quince años. En aquellos que la suba de precios sobrepasa 4% anual, adoptan severas medidas para contener el flagelo, como ocurre por ejemplo actualmente en Brasil.

En la relación perversa entre la manipulación de las estadísticas oficiales y la negación de la existencia de la inflación y, más aún de sus causas, anida uno de los problemas económicos de más difícil resolución de nuestro país.

La desconfianza en las estadísticas oficiales se ha ampliado en el transcurso de este año, la aparición de diversos estudios que muestran que en tanto la mayor parte de los datos de la macroeconomía están interrelacionados, cuando se falsean algunos terminan afectando a varios otros.

Así han cuestionado severamente los nuevos cálculos del PBI, tanto en el año base como en los cálculos globales, y especialmente en la evolución de los distintos sectores de la economía. Por cierto hay serias inconsistencias en los datos de desempleo, que se mantiene estable a pesar del estancamiento de la economía y las informaciones cotidianas de cesantías y suspensiones.

Ni hablar de indicadores de pobreza e indigencia, donde ya ni los datos se dan a publicidad a pesar de declaraciones como las del jefe de Gabinete, que provocarían risa si no se tratara de un doloroso problema que afecta a millones de compatriotas. No han faltado tampoco algunos cuestionamientos sobre inconsistencias de los datos de comercio exterior, donde las estadísticas argentinas fueron modelo desde el siglo XIX.

En resumen, los especialistas y diversas instituciones dedicadas a estos asuntos no se cansan de reclamar que es prioridad absoluta restablecer la credibilidad de las estadísticas oficiales para poder encarar políticas económicas serias y eficientes.

Ahora bien, también hay un amplio consenso profesional de que la causa de la inflación, de la pérdida de poder adquisitivo de nuestra moneda, se origina en el enorme crecimiento del gasto público y del déficit fiscal. Déficit que viene siendo financiado con una emisión monetaria cuyos montos cuantitativos resultan ya incomprensibles para la inmensa mayoría de la población.

Es muy grave, por otra parte, que el ministro de Economía sea el que sostiene la casi grotesca teoría de que la emisión de dinero no genera inflación. Teoría que hace sentir vergüenza ajena ante personas que tanto aquí como en el mundo de esto saben en serio. Es evidente que este gobierno no va a hacer nada para corregir los errores de la política fiscal y monetaria que originan el problema; no cree que eso sea así.

Para ellos los precios aumentan por la avaricia de los empresarios a quienes ahora aplicarán los rigores de Ley de Abastecimiento. Piensan que el miedo a las graves sanciones que prevé la norma será suficiente para disminuir la inflación. Nada les enseña la experiencia histórica de sus propios gobiernos, donde estas políticas terminaron en desabastecimiento. Pero también es necesario decir que desde buena parte de los candidatos opositores poco y nada serio se escucha sobre estos temas.

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