A más de seis meses de haber fijado la tasa de política monetaria en un 26,25%, el Banco Central decidió esta semana mantenerla en los mismos niveles argumentando que la inflación “se mantiene por encima de los niveles" que pretende, y en setiembre -incluso- la inflación núcleo "no habría quebrado los valores observados desde mayo, mientras que el nivel general se vería afectado por aumentos de precios regulados”.
Este reconocimiento de la autoridad monetaria está mostrando claramente dos cosas. En primer lugar hay un descalce entre la política fiscal y la política monetaria; en segundo lugar, la tasa de interés, por sí sola, ha demostrado no ser un elemento eficiente para combatir el flagelo.
Cuando se repasan las acciones del gobierno y la decisiones que se toman, uno tiene grandes dudas acerca de las verdaderas intenciones de los políticos y también de los formadores de precios. Es más, resulta incomprensible la actitud de los consumidores de no poner freno seriamente a la expansión de precios de las empresas.
La política fiscal expansiva
Está claro que, desde el gobierno, el Tesoro mantiene una tasa de gasto expansiva, a pesar de que hay un aumento de la recaudación. Después del blanqueo, el gobierno se hizo de una base de datos mucho más rica para controlar los pagos del impuesto al patrimonio y debería haberse generado un mayor ingreso de recursos por esta vía, que debería haber hecho disminuir las necesidades de endeudamiento.
Sin embargo esto no se verifica. La expansión de la base monetaria sigue siendo muy elevada teniendo en cuenta la inflación en los primeros nueve meses del año. Mientras ésta acumula a setiembre un 17%, la base monetaria muestra una expansión del 32,7%, lo que obliga al Banco Central a aumentar el stock de Lebac, que ya acumula casi 1.100.000 de pesos.
Con esta ecuación será imposible doblegar la inflación, pero mientras tanto hay una recuperación del consumo en varios sectores que actúa como una especie de placebo que parece hacer sentir que la inflación ya no es problema. La Argentina entró en una peligrosa lógica indexatoria donde parece haber encontrado la fórmula de convivir con la inflación en estado de felicidad.
Es que el Estado indexa las tarifas reguladas, las empresas hacen lo mismo con sus precios y los salarios se han pactado con fórmulas indexatorias para mantener el poder adquisitivo. Así todos parecen felices, aunque no se dan cuenta, sobre todo los trabajadores, de que son cada día más pobres aunque con más posibilidades de endeudarse.
El mismo gobierno, en su afán de mostrar señales de aumento del consumo, entró en una jugada peligrosa otorgando créditos a los jubilados que cobran las mínimas y a los beneficiarios de planes sociales. Con la misma plata de la Anses da préstamos garantizados con las propias prestaciones.
¿No sería más lógico aumentar las mismas? Parece que la cultura del consumismo se ha impuesto de tal manera que nadie quiere discutirlas.
El nudo de problema inflacionario sigue siendo el volumen del gasto público en todas sus esferas y mientras esto no se contenga seriamente, la inflación seguirá siendo el impuesto más alto y más injusto, sobre todo para los que dependen de un ingreso fijo, como asalariados, beneficiarios de planes sociales y trabajadores.
La tasa no alcanza
Que la tasa sola no alcanza no es ya una experiencia argentina. Estados Unidos lo viene sufriendo hace más de 10 años y la ortodoxia monetarista no ha sabido aportar una solución idónea. No basta con manipular la cantidad de moneda. El tema pasa por no crear más moneda que la que el mercado demanda y esa demanda se suele corresponder con el volumen de riqueza que se puede crear.
Por ahora, los datos existentes hacen prever que el gobierno alcanzará un triunfo cómodo en las próximas elecciones y esto motivó a los inversores a moverse en activos nominados en pesos ya que, además, el dólar no da muestra de tener mucha fuerza. Algunos analistas calculan que puede llegar a estar a $ 18 hacia fin de año. Por tal motivo, todos se vuelcan a inversiones en pesos y ésta es la razón por la que el BCRA puede colocar con comodidad las Lebac.
No obstante, los bancos han tenido que reajustar a la suba las tasas que ofrecen a los ahorristas dado que la demanda de préstamos hipotecarios les insume cada vez más recursos. De la misma forma ocurre con los préstamos personales, que siguen creciendo de forma importante.
Mientras se mantenga el ritmo de consumo, los datos inflacionarios serán estadísticos, aunque hay que reconocer que la tendencia es descendente, con la observación del Banco Central en el sentido que la inflación núcleo muestra una fuerte resistencia a la baja.
Por el momento no aparecen señales de alarma porque el déficit es financiado desde el exterior y este ingreso de divisas, sumado a los ingresos por exportaciones, mantiene planchado el tipo de cambio. Hay un solo problema que no suele verse y es que hay una leve disminución del déficit primario, pero es compensado por mayores erogaciones por pagos de intereses y servicios de la deuda, que se reflejan en el déficit financiero.
El 2017 parece jugado y termina razonablemente bien. La tasa de crecimiento, hasta ahora, se proyecta en un 3% (el gobierno y algunos privados se juegan a un 3,5% y el FMI calcula un modesto 2,5%) y la inflación estimada puede terminar en torno a un 22%, calculando ajustes tarifarios anunciados para después de las elecciones.
Lo que no se corrige es el problema de fondo y es la adicción inflacionaria que aqueja al sistema social y productivo. Todo ello atado al gasto público y una gran cantidad de exenciones impositivas que no han sido removidas. De ahí la persistencia del déficit fiscal que el gobierno confía en licuar manteniendo el nivel de gasto más o menos estable mientras crece la economía.
Por ahora pasa, pero los temas estructurales no han sido abordados. Veremos si se cumplen las promesas de reformas estructurales para la segunda parte del mandato de Mauricio Macri.