La inflación golpea fuerte a las exportaciones

Las cifras dadas a conocer por el INV respecto de la caída producida en las exportaciones de vinos en los primeros cinco meses del año, ratifican la preocupación anunciada por la industria. El mayor problema está generado por la inflación, que aumenta co

La inflación golpea fuerte a las exportaciones

Lo que los empresarios venían advirtiendo desde hace mucho tiempo, se concretó, lamentablemente, en los hechos. Las exportaciones de vinos, que crecieron a razón de dos dígitos anuales hasta 2008, ingresaron luego en una meseta y hoy las cifras han pasado a tener un fuerte contenido negativo ya que, en los primeros cinco meses del año, la caída alcanzó a un 23,5% y no se observa una posible reversión en el corto y mediano plazo.

Hasta principios de los ‘90, la Argentina como país vitivinícola era prácticamente desconocida en el mundo. Sólo se sabía que ocupaba el quinto lugar en producción y se tenía un concepto negativo sobre los caldos producidos en razón de que el fuerte mercado interno, que había alcanzado un consumo de 90 litros anuales per cápita, generaba que se priorizaran los vinos básicos por sobre los de calidad.

Costó mucho tiempo, esfuerzo e inversiones revertir esa situación. Debieron profundizarse los trabajos en los viñedos, generando una importante derivación hacia variedades finas; se incorporó tecnología en bodegas; los enólogos se actualizaron y se adaptaron a las exigencias de los mercados más competitivos mientras los bodegueros comenzaron a participar primero en los concursos para conocer cómo estaban catalogados sus vinos y, una vez obtenidos los reconocimientos, insertarse en las ferias internacionales.

Fue un trabajo de años que rindió sus frutos. A punto tal que se decidió conformar un Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI 2020) a los efectos de fijar metas a alcanzar en un lapso de dos décadas.

El crecimiento, basado esencialmente en la relación precio-calidad de los vinos argentinos, provocó que esas metas se lograran en la mitad del tiempo establecido, mientras las exportaciones mantenían un crecimiento constante a razón de dos dígitos anuales. Esa situación terminó favoreciendo al consumidor argentino que también pudo degustar vinos de calidad superior.

Los mercados externos no tardaron en sumar a los vinos argentinos y nuestro país logró una alta consideración en el propio seno de la Organización Internacional de la Vid y el Vino, a punto tal que Félix Aguinaga, primero y Claudia Quini, actualmente, alcanzaron la presidencia de ese máximo organismo internacional.

Sin embargo, en los últimos años -más precisamente desde 2010- la situación comenzó a revertirse. Las exportaciones dejaron de crecer y se mantuvieron en una meseta, lo que constituyó un fuerte llamado de atención.

Pero este año las cifras son más que preocupantes: los envíos al exterior en los primeros cinco meses del año tuvieron una caída del 23,5 %; el tetra tuvo una caída del 20,7%; los graneles del 52,2% y los embotellados por debajo de los 18 dólares la caja, del 41,7%, perdiéndose 355.326 cajas en sólo cinco meses. Se trata de los vinos con mayor inserción en la pirámide de consumo y los que abren el camino también para los de alta gama.

Lo serio del caso es que esa caída no responde a problemas generados por la propia industria o a fenómenos naturales que hayan influido sobre la producción sino a una errónea política económica nacional que no puede frenar la inflación y que mantiene un dólar desfasado, lo que provoca que los vinos argentinos pierdan competitividad en los mercados internacionales.

El vino es sólo una muestra, ya que la misma situación alcanza a otros productos de las economías regionales. Mientras ello ocurre, los encargados de fijar las políticas siguen mirando hacia otro lado o preocupados sólo por el valor de la soja, que es la que genera los mayores ingresos, aun a pesar de los reclamos y de los planteos que surgen desde el interior del país.

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