La inflación es enemiga de las empresas

“Para acabar con el flagelo de la inflación es imperioso reconocer que ésta es un problema estrictamente macroeconómico”.

La inflación es enemiga de las empresas

Empecemos por brindar algunos datos relevantes. La inflación en el mundo es muy baja o inexistente. De 163 países, 112 tienen una inflación anual de menos del 5%. Son muy pocos -no más de 6 ó 7- los que sufren inflaciones superiores al 20% anual.

Veamos puntualmente lo que ocurre en los países de América Latina. La inflación anual -reitero, anual- en 2013 de Colombia fue del 1,94%; la de Ecuador: 2,7%; Perú: 2,9%; Chile: 3%;Paraguay: 3,7%; México: 3,9%; Brasil: 5,9%; Bolivia: 6,5% y Uruguay: 8,5%. En síntesis, todos los países de América Latina tuvieron inflaciones anuales de un dígito y en varios casos inferiores al 5% anual.

Las dos únicas excepciones fueron nuestro país y Venezuela que terminó el 2013 con una inflación anual de 56,2%. ¡La inflación de Venezuela en un solo año fue equivalente a la que tendrían varios de los demás países luego de dos o más décadas!

De lo dicho se desprende que son muchos los países con ingresos por persona inferiores a los de Argentina que tienen inflaciones muy bajas. La razón es muy simple: en todos estos países se tiene plena conciencia de que una alta tasa de inflación es terriblemente perjudicial para los más pobres así como para la operatoria de las empresas.

Ahora bien, en todos los países con baja inflación, ricos y pobres, operan empresas privadas. Más aún, en no pocos casos, las empresas son las mismas que están establecidas en nuestro país. La realidad demuestra, entonces, que en el mundo, la empresa privada se desenvuelve mucho mejor con baja inflación.

En el caso de la Argentina puede adicionarse también, tomando un período reciente, que entre 2004 y 2007 las mismas empresas que existen hoy operaron eficazmente en un marco de inflación anual de menos del 10%.

En buena medida son las empresas privadas las que, con su accionar y su prédica, hacen ver a los gobiernos de los distintos países las ventajas de contar con un entorno de estabilidad de precios.

En efecto, es importante subrayar que la baja inflación ha estado asociada a fuertes tasas de crecimiento del Producto Nacional y, por lo tanto, a un aumento en los ingresos de las empresas en muchísimos países (lo que también ocurrió en la Argentina entre 2004 y 2007).

La preferencia de los empresarios por la baja inflación se debe también a otros factores. Los empresarios son agentes económicos que actúan tratando de hacer un uso lo más eficiente posible de los recursos disponibles. Para ello, tener información y señales de precios que no varíen de un día para otro es fundamental. Es muy difícil planificar y competir eficazmente en un entorno en que los precios se modifican con frecuencia.

Ello es particularmente vital cuando se trata de programar futuras inversiones. En efecto, ya es de por sí riesgoso emprender inversiones en un mundo tan cambiante y competitivo, pero no hay duda de que ello se vuelve particularmente azaroso cuando los precios de los diferentes componentes de un proyecto de inversión se modifican fuertemente con solo el paso de unas pocas semanas.

La inflación además, está asociada por lo general a la inexistencia de mercados de capitales profundos en moneda doméstica. No hay duda de que para las empresas esta ausencia, especialmente notable en Argentina, es un elemento que limita mucho su capacidad de competir en un pie de igualdad con aquellas firmas provenientes de países que, por predominar en ellos baja inflación por décadas, cuentan con mercados financieros profundos y bajas tasas de interés.

En la historia argentina son millares las empresas pequeñas, medianas y grandes que han sucumbido, como producto de la alta inflación. Así, empresas muy conocidas y prestigiosas debieron cerrar sus puertas debido a los fuertes cambios en los precios relativos asociados con nuestra historia inflacionaria.

Cualquiera que haya vivido algunas décadas en nuestro querido país y se haya informado aunque fuere superficialmente de lo ocurrido en otras naciones, concordará en que la Argentina ostenta el triste récord de ser uno de los que ha tenido mayores tasas de inflación así como las más profundas variaciones de su producto bruto.

A la luz de estos antecedentes, lo que corresponde por parte de la sociedad y sus autoridades es reconocer la trayectoria y celebrar la contribución de las empresas radicadas en la Argentina a la generación de empleo, al pago de impuestos y a la generación de divisas vía exportaciones, por sólo mencionar algunos aportes.

Para acabar con el flagelo de la inflación es imperioso reconocer que la inflación es un problema estrictamente macroeconómico. Un aumento general de los precios, sostenido en el tiempo y en todos los ámbitos de la economía, no es el resultado de la decisión puntual de agentes económicos, sino el síntoma de desequilibrios macroeconómicos que impactan de modo generalizado y simultáneo en todos los sectores y actores económicos.

La experiencia histórica internacional ha resultado en un valioso aprendizaje que ha permitido, mediante políticas macroeconómicas apropiadas, mantener tasas de inflación bajas. La Argentina debería diseñar políticas específicas contra la inflación, teniendo en cuenta las mejores prácticas internacionales en esta materia.

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