Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Esta semana se conocieron los datos del Índice de Precios al Consumidor (IPC) dados por el Indec, el que marcó un aumento del 2,6% para abril pasado. Así, en los últimos doce meses, los precios tuvieron una suba del 27,5%. Si bien este mes los alimentos y bebidas tuvieron un crecimiento del 2,2%, acumulan un 29,1% en los últimos doce meses, pero suben un 8,9% en los primeros meses del año.
Estos datos, vistos mes a mes, indican que los índices se mantiene altos pero con tendencia a la baja. La duda es la velocidad con la que bajan y cuál puede ser la proyección para los meses venideros, sobre todo porque el Banco Central (BCRA) puso una meta de inflación del 17% para todo el año, que nadie cree (incluidos muchos funcionarios) que se pueda cumplir.
La inflación acumulada en los primeros cuatro meses llega al 9,1%. Para poder cumplir con la meta fijada, la inflación promedio de los próximos 8 meses no debería superar 0,8% mensual. Hasta octubre, con mucho esfuerzo, podría conseguirlo, pero en agosto llegarán nuevos ajustes tarifarios ya anunciados, con lo cual el dato final estaría en un nivel del 22%.
No obstante, ya comienzan a aparecer nuevas mediciones y algunos consultores están midiendo la proyección para los próximos doce meses, es decir, abril 2017/abril 2018. En este caso, el Relevamiento de
Expectativas de Mercado (REM) que hace el BCRA entre Consultoras y Centros de Estudios da una proyección de 17,5%. Con esto se confirmaría, al menos en las expectativas, una proyección positiva en baja.
Las dudas que existen en el mercado residen en las respuestas que el Banco Central está dando a estas subas de precios que, si bien tiene un componente estructural, tiene su mayor peso en las subas de tarifas. Ante una demanda que no reacciona, una economía que tímidamente da algunas señales merced a la inversión pública, claramente se demuestra que no estamos ante una inflación de demanda sino ante una inflación de costos.
Sin embargo, la autoridad monetaria insiste con la vieja receta de restringir el circulante, presionado por el fuerte nivel de gasto público, pero a costa de paralizar la economía. Esto puede dar resultados de corto plazo pero hay que financiarlo con deuda externa. Además, la falta de reactivación impide que aumente la recaudación y compromete el objetivo de avanzar en una reforma impositiva que mejore la competitividad de la economía.
El dólar planchado
Mientras la inflación evoluciona, la cotización del dólar en nuestro mercado se mantiene casi inmóvil, dentro de una franja que no logra superar la barrera de los $ 16 por unidad. Esto hace que la competitividad del tipo de cambio sea cada día peor para los sectores exportadores y compromete el futuro de muchos sectores, casi todos vinculados a las economías regionales.
Este panorama se calcula que se mantendrá hasta junio, cuando termina de exportarse la mayor parte de la cosecha gruesa, básicamente maíz y soja. Se calcula que desde julio el dólar podría recuperar terreno.
En el ámbito de las especulaciones, muchos operadores ya están calculando valores. Por ahora se abrieron las operaciones de dólar futuro a marzo de 2018 y ahí se registran operaciones en torno a un valor de 18,50.
Respecto del valor actual de la divisa, representaría un aumento del 18%.
Es aquí donde aparece una interesante coincidencia con las expectativas de mercado para el mismo plazo. Si tenemos una inflación en torno al 18% y la variación del dólar alcanza el valor sugerido, estaríamos ante un escenario neutro, sin pérdida de competitividad y sin inflación en dólares, algo que hasta ahora no se había conseguido.
De todos modos, la prioridad sigue siendo bajar el nivel del déficit, para lo cual es fundamental la reducción del gasto público y el aumento de los ingresos. El panorama no luce fácil ya que casi la mitad del gasto está en jubilaciones y prestaciones sociales, además de subsidios y de la reparación histórica. Respecto de los ingresos el panorama tampoco luce fácil porque el horizonte debería ser de una reducción de la carga impositiva.
Quizás la última herramienta que le queda al gobierno es apurar el sinceramiento previsional para, por un lado, conseguir recaudar algo de lo caído pero, fundamentalmente, para pasar al sector registrado a una gran cantidad de personas que hoy está en la informalidad. Es necesario que más personas comiencen a aportar para alivianar las obligaciones del sistema previsional, que es deficitario.
Nadie sabe muy bien cuál será la estrategia del gobierno para 2018, porque, más allá de las especulaciones, primero que nada debería ganar el oficialismo las elecciones de octubre próximo. Recién ahí podrá proyectarse un panorama un poco más cierto. Este dato también lo esperan muchos inversores.