El “vil metal” es uno de los factores que pueden meter la cola si la falta de comunicación, las mentiras o los abusos de poder y asimetrías logran colarse por el cuento de hadas. Es aquí en donde el dinero y sus diversos cuadros de situación pueden dejar muy bien o muy mal parado al vínculo.
¿Por qué se ocultan algunos gastos? ¿Cuál es la tendencia a la hora de convivir, y qué sería lo ideal para la relación y las personas que forman parte de ella? Algunos indicios para desmadejar cuándo el amor puede mutar por los números.
Amor cuantificable
“Contigo pan y cebolla”. ¿Recuerda ese dicho? Hoy las cosas cambiaron de una aspiración menos rosa y romántica, hacia algo más adaptado a la medida de la realidad. Una actualidad cuantificable en dinero contante y sonante, que atraviesa también el vínculo de pareja.
Los cambios socioculturales, el papel activo de una mujer protagonista de su propia aspiración y realidad laboral, con el consecuente manejo del dinero, y roles más simétricos en este sentido (entre ambos géneros) fueron los pilares de una transformación en la economía común del vínculo. Sin embargo, mientras algunas parejas pueden sortear airosas los problemas que el dinero puede traer (si no hay claridad y un planteo conjunto), otras encuentran en él una trampa mortal que puede sacar lo peor de cada quien, según el caso.
“La forma en que cada integrante de la pareja maneja el dinero habla de su vínculo con el poder y del lugar que cada uno ocupa dentro de la relación. El tema se hizo más complejo en estas últimas tres décadas, cuando creció significativamente la tasa de inserción laboral de la mujer, lo que produjo cambios sociales importantes. Hoy en muchas familias es la mujer quien tiene ese poder, esa protección, esa seguridad”, argumentó Adriana Waisman, psicóloga especialista en conductas adictivas y trastornos de ansiedad que escribe en el portal Entremujeres.
Las realidades cambiaron en el tiempo y lo económico dependerá de cada pareja y de cómo decida resolver el tema de la economía y administración en su vínculo. Existen alternativas que apuntan a consensuar, negociar y comunicar para desarrollar relaciones claras y sanas.
Como explica la médica psiquiatra y docente universitaria, Gabriela Prats: “Tenemos que tener como concepción que la relación de pareja, como sociedad conyugal (o no), debería tener un acuerdo de partes todo el tiempo. Si lo vemos desde esa mirada, los gastos por ejemplo deberían ser compartidos, acordados y con la capacidad personal de poder tener objetivos individuales sin necesidad de ocultamiento alguno. Mientras mayor comunicación, mayor salud en la pareja. Cada pareja encontrará su forma y su acuerdo”.
- ¿Se logra en lo concreto?
Muchas mujeres son reticentes a comentar a sus maridos que van a invertir en un gusto determinado (no vinculado a la necesidades básicas) porque consideran que el esposo va a pensar que despilfarran. Si uno tiene el fundamento para basar un gasto (que no sea un disparate millonario) no tendría que haber problemas, ya sea que se trate de ocio, entretenimiento o cuidado personal en ambos casos.
Si se dejan de pagar cuentas, o no se pueden adquirir elementos que cubran necesidades básicas por hacernos un facial o comprar una PlayStation en el caso de ellos, allí sí estamos en un problema con el nivel de prioridades. Hay que acordar, negociar y comunicarse”.
Conflictos mutantes
Según explica la psicóloga vincular Paula Corso: “Una de las cosas que se ven en la actualidad es el cambio de eje de los temas de conflicto en la pareja. Antes, el problema principal de sufrimiento era la sexualidad. Podemos decir que hoy ese conflicto se trasladó al manejo de la economía en la pareja”.
- ¿Por qué?
- En la sociedad tradicional el hombre era quien traía el dinero a casa, y la mujer estaba destinada a los aspectos domésticos y de cuidado. Hoy hay una cuestión de paridad en estos umbrales, dada por los cambios socioculturales y económicos, que modificaron el protagonismo de la mujer de manera fundamental en la vida laboral.
Al producir ambos miembros de la pareja, el manejo de ese dinero tiene mayor grado de conflictividad que cuando lo manejaba un solo integrante. Si los dos trabajan por igual, el qué hacer con ese dinero multiplica los problemas, o conflictos si no hay comunicación ni acuerdos, y además hay ocultamientos.
- ¿Cuándo puede generar sufrimiento?
- Cuando hay asimetrías, o cuando la mujer gana más que el hombre o viceversa, y hace sentir esa asimetría como un modo de poder y control sobre el otro.
- ¿Por qué hay integrantes de parejas que ocultan cuánto ganan, o cualquier tipo de tema vinculado al dinero?
- Si alguien en un vínculo oculta lo que produce a su pareja, hay algo del orden de la “deslealtad” o “infidelidad” seguramente. Si el hombre lo hace con una mujer, y ella depende de él económicamente, se está generando una violencia patrimonial en términos de género.
Si el otro queda excluido de mis decisiones de dinero, ya sea porque soy quien lo trae al hogar, o aunque trabajemos ambos, no le comunico lo que gano, o le cuento parcialmente algunos de los gastos propios, o incluso no le comunico acerca de alguna entrada significativa de dinero extra, definitivamente hay algo del orden del ocultamiento que atenta contra el vínculo.
No es lo mismo que una pareja acuerde manejarse así, y le dé igual saberlo que no, a otra que ha realizado en conformidad determinados acuerdos previos, que luego no se dan.
- ¿Qué casos en general suelen darse más?
- Lo que suelo ver bastante (sobre todo en parejas jóvenes) es la economía partida. Observo que existen ciertas dificultades para establecer un “nosotros”, ya sea por luchas de poder o falta de comunicación, entre otros aspectos.
- ¿Cuál sería el panorama ideal?
- Si existe la posibilidad de acordar un “nosotros”, pero con una parte privada del manejo de lo económico sin ocultamientos, se sale del terreno del engaño. El otro sabe que puede disponer, si quiere, de algo de lo que produce para sus gustos privados; es decir para sí mismo. Así se puede acordar un “nosotros” y un “cada uno” sin temor de contarlo.
Acuerdos claros para cada relación
Según destacó la psicóloga Adriana Waisman, hay que repensar en pareja con claridad los siguientes puntos:
Se recomienda tomarse el tiempo necesario para negociar la distribución de los gastos fijando un orden de prioridades. Hay que acordar qué parte será destinada a los ahorros y cuál al tiempo libre, a las salidas, los viajes y las compras. Sin importar quién tenga el mayor aporte -o si uno de los dos no aporta- se deben priorizar los intereses en común para la pareja.
Otra buena idea es armar juntos "acuerdos" que se puedan rehacer según las necesidades de los dos, tales como pueden ser cambios laborales, proyectos o el nacimiento de un hijo. Otros convenios deben incluir que cada uno pueda elegir libremente cómo y cuándo gastar su dinero, independientemente del fondo común.