El acceso a la educación superior en Argentina creció en la última década un 22 por ciento, y en la región el incremento fue del 18 por ciento al 28 % entre los años 2000 y 2013, según el informe del Banco Mundial, Momento decisivo: La Educación Superior en América Latina y el Caribe presentado por la Lic. María Marta Ferreyra, en el marco del seminario realizado en la Universidad Torcuato Di Tella el pasado 3 de junio.
Esta expansión se ha dado particularmente en Argentina por el incremento de la oferta en instituciones y programas, en particular, en las universidades privadas donde el crecimiento fue el 77 % y en las estatales el 13 %; esta disparidad en las cifras se expresa por la expansión de la escolarización privada en los niveles inicial, primario y secundario, en desmedro de la matrícula estatal.
La expansión en el acceso no ha resuelto los problemas de inequidad, y sin ánimo de cargar las tintas de la responsabilidad de todos los fenómenos sociales a la Educación, lo cierto, es que aún persisten problemas por resolver.
El déficit de formación en la escuela secundaria incide, entre otros factores en el número de graduados.
En nuestro país de cada 10 estudiantes que ingresan solo finalizan 3, mientras en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo económico) el promedio de sus países miembros indica 7 graduados cada 10 estudiantes ingresantes a la universidad.
Modelos de enseñanza menos enciclopédicos, una necesidad de técnicas más innovadoras en los métodos de enseñanza, contenidos curriculares acordes a la era actual, carreras más cortas con pronta salida laboral, y sistemas de tutorías docentes durante los distintos trayectos educativos, aplicarían como alternativas de solución para lograr una mejor graduación.
Otro componente de la inequidad, es el nivel de ingreso, el lugar de residencia y el nivel educativo de los padres. Muchos estudiantes provienen de hogares cuyos padres no han accedido a la universidad y los que lo han hecho no han finalizado sus estudios. En estos casos podría presumirse la existencia de una carga subjetiva mayor en los hijos de estas familias que condicionan la continuidad de los estudios universitarios, basada en el mandato familiar y orientado hacia la meta de que sus hijos -primera generación de graduados- alcancen la titulación universitaria que sus padres se vieron imposibilitados de lograr.
En el estudio presentado, otro factor de inequidad son las asimetrías y carencias de información integral respecto a la información provista por las instituciones universitarias; en ellas no aparece con claridad, los contenidos curriculares, el campo ocupacional y número de graduados, situación que impacta en una adecuada elección de los estudiantes.
Esta característica, es también observable en nuestro país, solo aparece en las instituciones una información parcial de las mismas.
La articulación de la educación con el empleo presenta otro gran desafío, la elección de carreras orientadas en su mayoría a las disciplinas de Ciencias Sociales contrasta con los pocos egresados en los programas de Ingeniería, situación que incide en el déficit actual de perfiles más calificados acorde a la demanda del mercado laboral.
La educación superior es un motor fundamental de desarrollo económico del país y si bien es cierto que las estrategias para la mejora debieran abarcar múltiples dimensiones, desde la política pública, sería recomendable una mayor intervención para lograr una educación innovadora y de calidad.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.