Los únicos orangutanes salvajes que quedan en el mundo (ya de por sí acosados por la tala, la cacería, la venta de mascotas y la constante expansión de las plantaciones para aceite de palma) están amenazados por incendios forestales que arden durante meses en las islas de Borneo y Sumatra, en el sureste asiático. En medio de neblina y del humo tóxico, gente de la localidad e investigadores están peleando para proteger a una población estimada de 50.000 orangutanes que sólo viven en esas dos islas.
En Indonesia brotan incendios cada año durante la temporada de sequía, conforme la gente quema bosques deliberadamente para limpiar tierra o para solucionar disputas territoriales. Pero el patrón climático de El Niño de este año, combinado con un legado de prácticas de manejo de tierra que han secado el suelo y degradado vastas franjas de bosques pantanosos de turba, convirtió esta temporada de incendios en una catástrofe ambiental que ha destruido más de 2 millones de hectáreas de bosques en toda Indonesia
Desde finales del verano, equipos de investigadores han estado saliendo desde la ciudad de Palangkaraya, Borneo, para encontrar y luchar contra nuevos incendios. Algunos patrullan los ríos y otros se adentran en los bosques, donde extinguir las llamas puede requerir perforar más de 20 metros para encontrar la capa freática.
Simon Husson, director del Proyecto Orangután de Turberas Tropicales desplegó en octubre un dron en el centro de rescate y rehabilitación de orangutanes de la Fundación para la Supervivencia del Orangután de Borneo. “Tener ojos en el cielo es de gran ayuda. A nivel del piso, nos ahogamos con el humo y la neblina restringe severamente la visibilidad”, destacó.
Conforme el dron se elevó por encima de la manta de smog, sus cámaras detectaron un nuevo incendio ardiendo en las profundidades del bosque; estaba tan alejado que no amenazaba a los orangutanes huérfanos o heridos que se están alistando para ser reintroducidos al bosque, “pero no se puede dejar de pensar en los (orangutanes) salvajes que están allá afuera”, acotó Husson.
Husson y sus colegas han abandonado temporalmente sus actividades normales de investigación en el Bosque Sabangau (6.000 km2 que no sólo alberga orangutanes sino también raros gibones de Borneo de barba blanca, osos malayos y pangolines) para ayudar a los bomberos locales con dinero y personal. “En este momento (la investigación) no solo carece mucho de importancia”, explicó, “sino que es básicamente imposible estudiar los orangutanes en las copas dado que no podemos verlos por el humo”.
Los incendios de turberas devastan poblaciones de orangutanes principalmente al destruir hábitat crucial, pero los animales también son susceptibles a los mismos problemas respiratorios de los humanos inducidos por el humo y la neblina. Estos carismáticos simios arbóreos ya están en peligro; se estima que su población ha caído 78% con respecto a los más de 230.000 ejemplares de hace un siglo.
Los bosques de turberas intactos de hecho son increíblemente resistentes a incendios, dice Susan Page, geógrafa de la Universidad de Leicester, porque los pantanos son suficientemente húmedos para dificultar la ignición. Pero, desafortunadamente, una gran extensión de las turberas de Borneo es todo menos intacta. Suharto, el entonces presidente de Indonesia, lanzó en 1996 el Proyecto Mega Arroz, que intentó transformar 1 millón de hectáreas de turberas de Borneo en arrozales. Drenar las turberas era esencial para el plan, y pese al hecho de que nunca se cosechó arroz, los canales que se hicieron en los bosques han estado drenando agua de las turberas desde entonces.
Los incendios de Indonesia también tienen implicancias climáticas. Normalmente, los bosques de turberas de Borneo son almacenes eficientes de carbono, reteniendo toneladas métricas de materia orgánica en capas de material comprimido de plantas que pueden tener un espesor de más de 15 metros. Pero cuando la turba prende fuego, se libera el carbono acumulado. Este año, los incendios ya han liberado a la atmósfera más de 1.500 toneladas métricas (1.100 toneladas) de dióxido de carbono, más que las emisiones anuales de carbono de Japón.
Desde setiembre, la emisión de carbono provocada por los incendios ha excedido la producción diaria de Estados Unidos al menos 38 días, provocando que un científico conservacionista dijera que los incendios de este año son “el crimen ambiental más grande del siglo XXI”.
Es improbable que mejore la situación sin un período prolongado de lluvia o un compromiso serio del gobierno indonesio. Si persisten las sequías motivadas por El Niño, como pronostican algunos modelos climáticos, la temporada de incendios de este año podría durar hasta 2016.