La base teórica que hemos elegido para sustentar el propósito se encuentra en los trabajos de Andrea Semprini, quien destaca que "el declive de las ideologías como ordenadoras a futuro de los comportamientos de los individuos, ha llevado a que grandes porciones de la población busquen soluciones individuales, ante la decepción de las soluciones colectivas". El consumo, en todos sus sentidos, aparece entonces como una alternativa articuladora entre el presente y el futuro deseado. La consecuencia inmediata de esta constatación, para grandes grupos poblacionales, es la variabilidad conductual.
El segundo elemento en que se sustenta el intento es que "no existe una realidad común a todos sino representaciones de esa realidad, apoyadas en distintas referencias y criterios de evaluación, de difícil constatación". Ello nos lleva a requerir que el indicador buscado tenga capacidad descriptiva de estas distintas representaciones.
Un último elemento a definir es qué se entiende por actitud y diferenciarla de otros dos conceptos que se ubican por encima y por debajo de ella. Por encima, el concepto de personalidad como aspectos orientativos y estables del posicionamiento de los individuos ante sucesos; por debajo, la opinión, como estímulo más específico y limitado temporalmente.
Entre ambas, las actitudes aparecen como predisposiciones conductuales, más o menos estables, conformadas y vulnerables al impacto de las experiencias, entendiendo como experiencia, según el grado de implicación de cada individuo en la temática, no sólo la vivida directamente sino también indirectamente a través del espectáculo del suceso y donde la personalidad y las opiniones juegan un papel importante.
Las actitudes puede ser relevadas como respuestas consistentes a una serie de preguntas que abarquen al menos dos ítems: la creencia como componente cognoscitivo (el creo que es así) y la afectividad como componente emotivo. La inconsistencia de las respuestas nos estaría demostrando la "inexistencia de una actitud como predisposición conductual", sea por contradicción entre lo conocido y lo afectivo o por una muy baja implicancia del individuo, en el suceso estudiado.
Nuestro indicador "Copyle" de actitudes (como predisposición conductual) hacia los gobiernos nacional y provincial contempla esos aspectos y supone que, a medida que se acerca el momento en el que se reclama un comportamiento (por ejemplo, el momento de votar), se incorpora una mayor implicación de los individuos en el hecho y tienden a resolverse las contradicciones afecto-cognoscitivas definiéndose, con más contundencia, actitudes.
El indicador "Copyle nacional" se conforma en base a dos preguntas: "¿Cree que el gobierno de Cristina Fernández está resolviendo los problemas del país?" (creencia) con tres alternativas de respuestas: a) los está resolviendo; b) necesita más tiempo; c) no sabe cómo resolverlos.
Para definir estas alternativas se realizó una investigación mediante la respuesta libre de los entrevistados a la misma pregunta. Surgen así dos alternativas positivas, a y b, que se evalúan con 2 y 1 punto respectivamente, y una alternativa negativa, que se evalúa con -2 puntos.
Para medir la afectividad se utilizó la pregunta: "¿Cuánto le cree a Cristina Fernández cuando la escucha hablar?" con las alternativas: a) siempre; b) casi siempre; c) casi nunca; d) nunca. La evaluación de las respuestas es: 2, 1, -1, -2.
El supuesto es, que los 5 años de gobierno de Cristina Fernández y el nivel de votos en su reelección, dan por verificados los requisitos de competencia asociados a la credibilidad, quedando la cuestión afectiva como principal componente.
El indicador "Copyle" de noviembre de 2012 para el gobierno nacional
El indicador planteado tiene 2 extremos: 4 y -4. El primero indicaría una "actitud máxima" de 100% de reconocimiento. El segundo indicaría una "actitud máxima" de 100% de descalificación de Cristina Fernández. En el centro, entre 1 y -1 se presentan las "inconsistencias" es decir aquellos con actitudes "no definidas" sea por "baja implicación" o por "contradicciones afecto-cognoscitivas".
Así, se observa que el indicador de actitudes de la población hacia Cristina Fernández se ubica, en su promedio general, en -1,43 negativo, que se explica por un 56,69% de la población con una actitud descalificadora; un 25,36% con una actitud de reconocimiento y un 17,95% de individuos que presentan "inconsistencias", de los que se puede decir: "no tienen una actitud formada como predisposición conductual" respecto de la Presidenta.
El movimiento del indicador hacia lo positivo o hacia lo negativo puede darse tanto por incremento o por disminución de las actitudes positivas o negativas a costa de ellas mismas, o por corrimiento en el segmento de quienes no tienen una actitud formada.
En todos los casos, el indicador se basa en muestreos probabilísticos estratificados sobre los 8 mayores departamentos de la provincia y tiene un margen de error de ± 5%.
El indicador "Copyle" de noviembre de 2012 para el Gobierno provincial
Con la misma medición para las "creencias" en base a la pregunta: "¿Cree que el gobernador Paco Pérez está resolviendo los problemas de la provincia?" y una medición de imagen con la pregunta: "¿Qué imagen tiene del gobernador Paco Pérez?" con alternativas: muy buena=2; buena=1; regular=0; mala= -1; muy mala= -2, se evaluó el indicador "Copyle" para el Gobierno provincial.
Comparando ambos indicadores, nacional y provincial, se observa que el valor más bajo en el caso del gobernador (-1,43 y -0,73) se explica no tanto por una mayor "actitud" de reconocimiento sino por una mayor cantidad de personas en el área de "inconsistencias", lo que está diciendo que es mayor el número de personas que "no tienen una actitud como predisposición conductual" respecto al Gobernador, aunque los niveles de "actitudes de reconocimiento" sean semejantes.
El comportamiento del indicador en el tiempo permitirá observar el impacto de las acciones de gobierno en la percepción de la población y su rol en la formación de actitudes hacia el mismo.