Partí a Nueva Delhi, capital de la India, vía Santiago de Chile y París. En el vuelo disfruté del menú a la carta con champán francés. Fue un periplo de 38 horas a través de tres continentes. Encontré hotel en Main Bazaar, la calle de los mochileros, y enseguida salí a recorrer Old Delhi.
Contraté un ciclorickshaw, o sea un hombre en bicicleta que tira un carro para dos personas. Las callejuelas atestadas son imposibles de surcar en auto.
La primera parada fue en la enorme Jama Masjid, la mezquita más grande de la India con capacidad para 25 000 fieles. Hay que quitarse el calzado. La mezquita se utiliza los viernes, el domingo de los musulmanes.
Casi enfrente está el colosal Lal Quila. Es un fuerte con murallas de hasta 33 metros de altura y 2 kilómetros de extensión. Lo mandó a construir Sha Jahan, el mismo emperador que ordenó el Taj Mahal. En el mástil de la Puerta de Lahore flameó por primera vez la bandera india luego de la independencia de Gran Bretaña el 15 de agosto de 1947.
Cambié el ciclorickshaw por un taxi para ir al Raj Ghat donde fue cremado el Mahatma Gandhi tras su asesinato el 30 de enero de 1948. Una base de mármol negro con flores y una llama eterna recuerdan al Padre de la India. Muy cerca corre el río Yamuna donde se arrojaron sus cenizas. Tuve que sacarme el calzado para entrar.
A la salida de Raj Ghat se dio uno de los momentos más divertidos cuando dos conductores de elefante me invitaron a dar una vuelta encima de la bestia. Uno de ellos hizo que se sentara y el otro enrolló la cola que me sirvió de escalera para trepar al sillín del lomo. Pasear a lomo del arrugado paquidermo fue sentirme como un marajá en una de las pintorescas películas de Bollywood. Al momento de bajar, el animal se pone de rodillas e inclina la cabeza hacia el suelo y hay que dar un pequeño salto. Obviamente la invitación no fue tal y tuve que repartir unas cuantas rupias a los agradecidos conductores.
A 15 kilómetros hacia el sur de la extensa Delhi el complejo de Qutb Minar que es el minarete más alto del país con 72 metros. Un rayo lo dañó en 1368 y más tarde los británicos lo arreglaron pero quedó torcido y parece la Torre de Pisa pero más alta. En el camino de regreso al hotel estuvimos 20 minutos esperando que una vaca se corriera del medio de la calle. Son sagradas y no se pueden tocar. Si alguien las molesta se paga con 6 meses de cárcel. Te vas acostumbrando al ritmo de estas megaciudades caóticas. No es un destino para viajeros primerizos. El graznido de los cuervos también se vuelve habitual. Son carroñeros que cumplen su función comiendo toda la basura que se va juntando. Las ratas, tamaño portaaviones, también ayudan en ese sentido.
Agua valiosa
Donde hay un espacio con agua o una manguera prendida en algún parque, habrá una familia humilde bañándose y lavando la ropa. El agua corriente es un bien escaso en Asia. Se aprecia mucha gente hambrienta y deforme por distintas enfermedades tiradas en la calle pidiendo una rupia a gritos. Contra esa miseria hay que ir creando un estado mental para que a la larga no te afecte.
Las bocinas de autos, motos, rickshaws y buses son insoportables. Es el otro deporte nacional y te pone los pelos de punta.
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Otra visita interesante fue al museo de la ex Primera Ministra Indira Gandhi. Funciona en la casa donde vivía con su familia y atendía asuntos de Estado. La sala comedor que está tal cual quedó al morir. En una vitrina se exhibe el sari manchado de sangre, la cartera y las sandalias que llevaba cuando dos de sus guardaespaldas, de religión Sij, la acribillaron de 7 disparos saliendo de su jardín en octubre de 1984. El sitio donde cayó fulminada está cubierto con una placa de vidrio. Su hijo Rajiv la sucedió a su muerte y en 1991 una mujer suicida lo mató con una bomba en Tamil Nadu durante un discurso de campaña.
Los baños públicos escasean y es común ver, y oler, los sitios donde cualquiera orina a la vista de todos de día o de noche. Se acumula tanto líquido que en algunas esquinas te obliga a cambiar de vereda.
Los monos son otra compañía permanente. Están por todos lados pero no molestan. En Chelmsford Road vi a un hombre acostado sobre el asfalto y los coches le pasaban a escasos centímetros. Pregunté qué hacía y me dijeron que buscaba suicidarse. Asimilando todo este shock ambiental dejé Nueva Delhi y viajé 196 kilómetros al sur a la ciudad de Agra, cuna del Taj Mahal. Es más pequeña que Delhi pero no menos agitada. Fue capital de la India en los siglos XVI y XVII. Me alojé en el sencillo hotel Kamal con mejor panorama que un cinco estrellas. Desde su terraza le eché el primer vistazo al Taj Mahal, Maravilla de la Humanidad.
A unos 300 metros en línea recta brillaba radiante el mausoleo de puro mármol blanco. Hice algunas fotos desde allí y al otro día entré al complejo.
Lo erigió Sha Jahan en memoria de su esposa Mumtaz Mahal muerta de parto en 1631. El dolor fue tan grande que decidió inmortalizarla con la tumba más hermosa jamás construida. Cuenta la leyenda que a muchos obreros les cortaron las manos o los pulgares para que no pudieran volver a construir algo tan perfecto. Es un edificio simétrico de mármol de Jodhpur.
Cúpula con diamantes
La cúpula en forma de bulbo alcanza los 73 metros. El delicado trabajo en piedra dura incrustado en el mármol estuvo a cargo de artistas italianos. Las puertas están inscriptas con frases del Corán y las paredes adornadas con jade, ágatas, lapislázuli, madreperlas y diamantes. A precios actuales la obra costaría hoy unos 60 millones de dólares.
Ingresé por la puerta sur y el primer vistazo te deja boquiabierto. Se levanta majestuoso entre jardines persas y fuentes de agua. Hay que dejar el calzado en un guardarropa y te dan cobertores para los pies. Dentro del recinto descansan Sha Jahan y su amada Mumtaz Mahal. Me senté a esperar la mágica hora del atardecer cuando el mármol va mutando su color al reflejar los rayos del sol poniente. Pasa de blanco a rojizo y después a un suave dorado para terminar en tono azulado cuando el día se rinde ante la noche. El escritor Rabindranath Tagore lo describió como "Una lágrima de mármol detenida en la mejilla del tiempo".
A 40 km al oeste de Agra se alza la ciudad fantasma de Fatehpur Sikri. En la parada de buses conocí a una holandesa, Danielle, y partimos a la enigmática ciudad que el centro del poder del Emperador Akbar durante 16 años. No tuvieron en cuenta la falta de agua en la zona y la ciudad entera fue abandonada. Tenía mezquita, palacio, establos, colegios y bellos jardines. Volví al hotel y después de cenar en la terraza con la estupenda postal de un nuevo atardecer sobre el Taj Mahal preparé la mochila para la siguiente visita: la ciudad sagrada de Benarés a orillas del río Ganges para ser espectador del ancestral rito de la cremación.
Datos útiles
- La visa de turista para los argentinos es gratuita. Se tramita en la Embajada India en Buenos Aires o de manera on-line por internet.
Ingreso al Memorial de Mahatma Gandhi: gratis.
- Conductor de ciclorickshaw: 1 o 2 dólares media jornada.
- Paseo en elefante: a negociar con los dueños. Se puede hacer por 2 dólares.
- Complejo Qutb Minar: 15 centavos de dólar.
- Museo Indira Gandhi: gratis
- Hostel en New Delhi. 5 dólares
- Hotel Kamal en Agra (vistas espléndidas del Taj Mahal). 8 dólares.
- Ingreso al Taj Mahal: 12 dólares los mayores.
- Fuerte de Agra: 8 dólares.
- Ciudad Fantasma Fatehpur Sikri: 8 dólares.