Esta semana se cumplen ocho años de la intervención del Instituto Nacional de Estadística y Censos, el Indec, nuestro Indec. Quizás sea ésta una de las postales más conocidas del avasallamiento del poder K para controlar y manipular las instituciones de nuestro país, para poder construir ese relato que tanto defienden.
Los argentinos tenemos derecho a conocer la realidad de nuestro país y es un deber del Estado informarla sin ocultamientos ni engaños.
Muchos de nosotros nos preguntamos cada día qué números maneja el oficialismo cuando habla de "reducción drástica de la pobreza y la indigencia". ¿Dejar de medir es reducir drásticamente?, me cuestiono constantemente.
Cortar con una serie histórica de datos básicos y necesarios genera inconsistencia metodológica y años de recursos tirados por la borda.
Independientemente de las mejoras que puedan proponer a futuro los organismos internacionales que trabajan en el tema, ningún país serio en el mundo ha dejado de medir sus variables para tratar de esconder a sus pobres e indigentes, porque es ése el fin último que persiguen.
Ningún país serio manipula descaradamente el índice de precios. Son de público conocimiento los problemas que ha tenido este gobierno con la crisis inflacionaria.
Independientemente de la ponderación con la que se mida, el tamaño de la localidad, la elección particular que se haga de almacenes o supermercados para hacer el relevamiento, los datos que brinda el organismo intervenido (el IndeK) nunca coinciden con los que enfrentan día a día los argentinos cuando, por ejemplo, van al supermercado o se desviven para que el salario les alcance.
¿Por qué no preguntamos a los pobres de la provincia del Chaco si les interesa estar en el puesto número 45 del Índice de Desarrollo Humano (una posición para nada feliz, tampoco) cuando ellos son en la realidad invisibles para los subsidiados vecinos de la Capital Federal?
Cuando el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, anuncia los “logros” de este gobierno y se basa en los resultados de los trabajos hechos en la institución, describe esas cifras, obviamente alteradas, como “contundentes resultados de las políticas públicas” y dice que son “producto de decisiones políticas de carácter estratégico”.
Con sus palabras, no sólo nos está mintiendo en forma descarada sino también está defendiendo la destrucción del Sistema Estadístico Nacional y la contundente decisión política de carácter estratégico de invisibilizar a los muchos argentinos que, tristemente, siguen siendo pobres e indigentes.
Es por eso que en este triste “aniversario” reitero el pedido que llevamos muchos argentinos desde hace años: no nos mientan más con la supuesta ampliación de derechos porque, por ejemplo, cuando limitamos el derecho a la información pública (y en eso los funcionarios K son expertos) estamos atacando un derecho humano fundamental.
Cada febrero toma mayor valor la lucha de los trabajadores del Indec que, con perseverancia, se han opuesto sistemáticamente a la mentira y a la destrucción de la institución. No se trata, como decía alguna funcionaria oficialista, de una cuestión de subordinación y valor. Se trata de que aceptar la mentira es aceptar el delito y estos trabajadores están lejos de ser delincuentes.
Esto cobra una dimensión mayor cuando vemos que la intervención y la violencia institucional de la gestión K dañan cada vez más a nuestra República. Ojalá todos los ciudadanos tengamos un poco de la convicción y el patriotismo de estos trabajadores.
Estoy convencida de que esta década quedará en la historia argentina como el período en el que un gobierno nacional aniquiló las estadísticas oficiales, en la que se perdieron (vaya a saber en qué lugar del Indek) todo tipo de metodologías.
Cifras, números y datos que, por más que arrojen resultados que no nos convienen, nunca deben ser desestimados. Estoy convencida de que esta década quedará en la historia como el período en el que más se quiso ocultar la verdad.
Es aún muy triste saber que en estos años los que tuvieron (y tienen) la directa función de vaciar al organismo fueron premiados y felicitados. Vale recordar los nombres de Guillermo Moreno, Axel Kicillof, Hernán Lorenzino y Amado Boudou, entre otros. No olvidemos que fueron (y son) ellos parte de una usina que quiso (y quiere) hacer desaparecer los datos que dan cuenta de las graves condiciones de vida de muchos argentinos.
Indigna recordar el paso de algunos de estos hombres por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación cuando ejercitaban su capacidad de vocalizar largos discursos carentes de sentido y alejados de la verdad y de la realidad.
Es aún muy triste y preocupante el saber que lo que ocurre en el Indec no es un hecho aislado. Nuestro querido organismo es sólo un triste ejemplo entre muchas de las reparticiones públicas que son avasalladas por el poder K.