Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Increíble es algo que no se puede creer. Sé que no habrán de darme el Premio Nobel de Literatura por semejante definición pero, a lo mejor, sirve para remarcar el concepto. Algo inaudito, algo que no nos entra en la cabeza, o mejor en el entendimiento. Increíble a veces es inaudito, a veces es imposible, a veces es inconcebible. Todos los días nos enteramos de cosas, hechos, circunstancias que nos cuestan creer. Increíble es que dos más dos sean cinco; que un hombre dé a luz (descartando electricistas); que D’Elia haga campaña a favor de Macri; que un hincha de River grite un gol de Tévez; que se festeje el 1 de mayo en Santiago del Estero.
Si nos referimos a los países no lo podríamos creer si un día nos enteramos que se terminó el whisky en Escocia, que en Somalía no hay negros; que en la India inauguran una cadena de carnicerías; que en Italia no se consigan tallarines; que en Alemania no fabriquen más cerveza; que Brasil se prohíba el fútbol.
Ahora hablemos de nuestro país. ¿A usted no le parece increíble la cifra de pobreza que dio el INDEC? Porque estamos hablando de La Argentina, del granero del mundo, del país del futuro, el que produce alimento para 800 millones de personas. ¿Cómo puede ser que haya pobres en esta generosidad de territorio, de naturaleza, de paisaje, de espacio, de fertilidad, de posibilidades, ah? La palabra pobreza en la Argentina debería ser un barbarismo. Realmente es increíble. Un solo pobre en La Argentina ya es mucho.
Claro que las circunstancias de tal desequilibrio, de algo tan espantoso, debemos buscarla adentro del país. Nadie nos obligó a que esto se produjera, nadie nos puso un plato vacío adelante y nos dijo: “Ejerzan el hambre”. Si los gobiernos son administradores de todo, tendrán que pagar culpa todos los gobiernos que tuvimos, absolutamente todos. Porque lo que somos hoy es simplemente el resultado de lo que se hizo ayer, el futuro no tiene la culpa de nada. Debemos concluir que la situación de la Argentina es inmejorable, por lo menos hace doscientos años que nadie la puede mejorar.
Pero también es increíble que se hayan afanado tanto. Eso está demostrando la grandeza de este país, lo han afanado tantísimas veces y sin embargo sigue siendo, sigue con las piernas arqueadas, pero de pie.
Del mismo modo es increíble que, según lo que ahora se sabe, la policía, la que tiene que cuidarnos de los que nos afanan, termina siendo socia de los que nos afanan. O sea los policías, en algunos lugares, muchos, son ladrones con uniformes. Es increíble.
Pero vamos mucho más allá con lo increíble. Porque uno no puede entender cómo la justicia, la señora justicia, esa que tiene venda en los ojos y una espada, sea defendida por jueces que han vendido su pasado y están dispuestos a seguir vendiendo; es increíble cómo esa buena señora, contenga en su seno a señores que se burlan de la ley debiendo defender la ley.
Escuché a una mujer decir: “¿Qué le digo a mis hijos si están viendo lo que están viendo? ¿Cómo les hago entender que este país es maravilloso, que es un dechado de posibilidades, que es la tierra de promisión, si en cada noticiero, si en cada diario, la realidad les da una enorme cachetada en la esperanza?”
Es increíble. ¿Así nos educaron? ¿Esto es lo que recibimos de nuestras tradiciones culturales y el empeño de nuestros maestros? ¿Nuestro país es increíble? No, no es así, los argentinos somos los increíbles.