Los funcionarios civiles y militares que operan en la estación aérea y los responsables de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), máxima autoridad aeronáutica a nivel país y representante del Estado central ante la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), sostienen que pese a esa limitación en el equipamiento, “todos los servicios aeroportuarios se prestan de manera adecuada”, sin poner en peligro, aparentemente, el decolaje, el arribo y el tránsito de aeronaves en la jurisdicción. Y no hay por qué no creerles a estas personas que tienen la obligación de brindar tranquilidad a los miles de pasajeros que viajan.
Sin embargo, en la compleja ecuación de la seguridad aérea también tienen mucho que ver los controladores aéreos, profesionales a cargo de la organización del tránsito y de establecer la separación que debe haber entre las aeronaves en el aire para evitar roces o colisiones. Ellos son actores principales en las actividades diarias en la terminal lasherina y perturba que señalen que trabajan en malas condiciones técnicas, cuando por la naturaleza de su función tendría que ser todo lo contrario.
Denunciaron que operan con equipos obsoletos, no sólo el radar, sino también las conexiones y las instalaciones donde se recibe la información que el equipo y los pilotos suministran: “Todo es antiguo o está emparchado, por lo cual suelen presentarse fallas”, sostuvieron desde el anonimato para evitar represalias.
El dato no es menor si se tiene en cuenta que desde Las Heras se controla la zona Cuyo y una pequeña fracción de La Pampa y Neuquén. Además hay que agregar los sobrevuelos, es decir aquellos aviones que no aterrizan aquí pero que están en tránsito internacional desde o hacia Chile, Brasil, Paraguay o Europa.
En la otra posición, la que afirma que la condición de fuera de servicio del radar es circunstancial, se insiste en que esa baja no afecta la prestación de los servicios, y se argumenta que la propia Organización de Aviación Civil Internacional tiene previstos procedimientos manuales, o de respaldo, para los casos en que los radares de control de área queden en blanco (por reparación, por reemplazo, por razones meteorológicas, por sabotaje, o por lo que sea).
Desde esta línea editorial preferimos nivelar para arriba, sosteniendo que si los grandes aeropuertos del mundo tienen en funcionamiento a pleno las operaciones con radar, por algo será. Ese procedimiento genera un estándar de prestación muy cómodo y confiable para los explotadores (empezando por las líneas aéreas).
Tal vez estemos de acuerdo en que es un tanto exagerado afirmar que el aeropuerto El Plumerillo ha pasado a ser inseguro, o está en riesgo, porque circunstancialmente su radar esté fuera de servicio por un tiempo, pero, a todas luces es necesario reparar el sistema o reemplazarlo por tecnología más moderna, dado que fue construido en los años ’80. Donado por el gobierno italiano, lleva 22 años funcionando cuando en América Latina a los 15 años son renovados, según detalló un experimentado controlador, directivo de la Asociación de Controladores de Cuyo, quien agregó: “Hay países de África que están mejor que nosotros”.
Insistimos, es deseable que el radar del aeropuerto vuelva al servicio a la brevedad, y se planifique alguna estrategia para reemplazarlo en forma mediata. Y, paso a paso, se vayan solucionando otras deudas pendientes que acredita la estación aérea. Mendoza es una plaza turística que año a año incrementa el arribo de visitantes, y un requisito indispensable en esa política de atraer viajeros es disponer de un aeropuerto con los más altos niveles de seguridad y confort.
