"Los afectados no suelen buscar ayuda por vergüenza, por considerarlo inherente a su edad o por desconocer que existen tratamientos", menciona el Dr. Juan Sardi, uro-ginecólogo y toco-ginecólogo del Hospital Británico.
"La incontinencia urinaria no es un proceso que ponga en riesgo la vida de nuestros pacientes, pero deteriora significativamente la calidad de vida de los mismos, además de limitar su autonomía y reducir su autoestima", sostiene Sardi, y asegura que "hay más personas con incontinencia que la suma de población con asma, diabetes y epilepsia".
En cuanto al padecimiento de la enfermedad, que sufren más de 200 millones de personas en el mundo, desde el Hospital informan que en líneas generales la prevalencia se da con una tasa típica en adultos mayores. Puede variar el tipo de incontinencia y, con ello, el proceso de diagnóstico y tratamiento: la incontinencia de orina de esfuerzo, sucede al toser, estornudar, correr o saltar; urinaria de urgencia, se caracteriza por una alta frecuencia urinaria con la incapacidad de diferir el deseo miccional; incontinencia mixta, y la menos frecuente, incontinencia posicional, insensible, enuresis y coital.
“Es una enfermedad cuyos factores de riesgo son variados. Van desde edad y status hormonal, pasando por la obesidad o cantidad de embarazos a términos, independientemente de la forma de nacimiento, hasta cirugías ginecológicas previas”, enfatiza el Dr. Juan Sardi.
En relación con el tratamiento, Sardi comenta que “se incluyen diversas alternativas, no excluyentes y a menudo complementarias. Para decidir el tratamiento más adecuado en cada paciente no sólo se deberá valorar el tipo de incontinencia sino también de las condiciones médicas asociadas, la repercusión de la incontinencia, las preferencias de las pacientes y su tipo de vida, la aplicabilidad del tratamiento y el balance riesgo-beneficio de cada tratamiento”.