La muerte de un joven mapuche, baleado en la cabeza cuando un comando policial perseguía a desconocidos que habían robado un vehículo, desató violentos incidentes en la conflictiva zona indígena de La Araucanía, en el sur de Chile.
Según medios locales, hubo varios enfrentamientos entre desconocidos y miembros del
"Comando Jungla", un grupo de policías entrenados en Colombia. También se registraron ataques incendiarios que destruyeron una vivienda, una iglesia y un complejo turístico, hubo cortes de caminos y fue apedreada una comisaría.
Los incidentes ocurrieron en distintas áreas de Ercilla, 600 kilómetros al sur de Santiago, donde la víspera murió Camilo Catrillanca, de 24 años, en medio de una confusa situación. Según el Intendente de La Araucanía, Luis Mayol, la muerte se produjo cuando participaba en el robo de un vehículo. Pero su padre, Marcelo Catrillanca, sostuvo que el joven trabajaba arriba de un tractor.
Imágenes de la televisión local mostraron que al paso del cortejo que llevaba el cadáver de Catrillanca decenas de personas lanzaron piedras a la policía apostada en el lugar, la que respondió con gases lacrimógenos.
El senador de La Araucanía, Francisco Huenchumilla, declaró que el gobierno centroderechista del presidente Sebastián Piñera "exacerbó las cosas" cuando entregó el control del orden público a un comando policial "formado en Colombia, en una situación de guerra interna, de narcotráfico y terrorismo".
"Estamos hablando de un delito común para lo cual se ha usado una fuerza militar", añadió.
Relación tensa
De los casi 18 millones de chilenos poco menos de un millón son mapuches que viven en unas 2.000 comunidades que aceptan la política oficial de entregar pequeños terrenos a grupos que muchas veces carecen de dinero para explotarlas. Unos 200 rechazan esta política y realizan actos violentos en demanda de la restitución de las tierras de sus antepasados, los habitantes originarios de Chile.
Los mapuches nunca lograron ser dominados por los conquistadores españoles, a los que se resistieron por 300 años, hasta que en el siglo XVIII el Estado chileno los dominó por las armas y los empujó al sur, mientras chilenos y colonizadores se hicieron de sus tierras.