Los incendios de campos de la anteúltima semana del mes de setiembre en el pedemonte, especialmente en los faldeos de los cerros Arco y Gateado, causaron un daño ecológico incalculable y tuvieron en vilo a los habitantes de barrios cercanos de la zona de El Challao.
En esta última temporada se perdieron cientos de hectáreas de flora nativa a causa de incendios de esta envergadura. Al desastre natural se suma el hecho de que muchos propietarios de campos no realizan las picadas cortafuegos, con lo cual se podría haber contribuido a evitar la propagación masiva del fuego.
El pedemonte de la precordillera, al oeste del Gran Mendoza, seguirá siendo una zona de alto riesgo y más en el verano que se avecina en un contexto de notoria escasez hídrica, ya en su octavo año consecutivo.
Los investigadores del CCT-Conicet Mendoza consideran como muy problemático, entre otros aspectos, el excesivo desarrollo urbanístico en el campo. "El progresivo crecimiento del conglomerado urbano que constituye el Gran Mendoza y su necesidad de nuevas tierras para urbanizar ha tomado dos direcciones claramente identificables: una, hacia el oasis irrigado, invadiendo una rica y limitada zona de producción agrícola intensiva; y la otra, hacia el oeste, ascendiendo sobre el pedemonte", sostienen estudiosos del tema.
Los sucesivos asentamientos humanos -planificados o espontáneos- lejos de generar procesos integradores y adaptados al medio, han colaborado para producir un constante deterioro de la calidad ambiental.
El pedemonte de la Precordillera de Mendoza constituye un ambiente frágil e inestable debido a sus grandes pendientes, lluvias estivales violentas y concentradas en sectores parciales de la cuenca, vegetación escasa y degradada, suelos no consolidados y acelerados procesos de erosión, principalmente hídrica.
La cercanía de la ciudad de Mendoza genera una gran atracción sobre este ambiente y lo somete a una alta presión de uso, con acelerados procesos de deterioro.
Entre los impactos y conflictos más importantes se encuentra en primer lugar la urbanización acelerada y no planificada, no adaptada al ambiente pedemontano. Se caracteriza por un alto impacto y degradación ambiental, mal uso de los escasos recursos de agua y suelo, destrucción de la vegetación natural, aceleración de la escorrentía y degradación del paisaje. A los impactos generados por la urbanización se suman los incendios provocados (por intención o por negligencia), que son difíciles de combatir por las condiciones naturales de inaccesibilidad. Una vez declarado el fuego, produce impactos profundos en el sistema. La vegetación natural, xerófila, adaptada a condiciones de sequedad, es un elemento altamente combustible.
Los impactos ocasionados por los incendios son muy importantes y afectan a todos los componentes del ecosistema. Se han perdido forestales como algarrobos, chañares y jarilla, además de pastizales. Desde el riesgo para los asentamientos e infraestructura hasta la pérdida de biodiversidad, tanto por destrucción directa como por pérdida de hábitat. Los inmensos sectores de suelo desnudo que quedan después del incendio, quedan expuestos a la acción de los agentes de erosión, sobre todo hídrica, produciéndose grandes pérdidas de suelo por la desaparición de la vegetación que puede amortiguar los efectos de las lluvias.
La mejor manera de combatir un incendio es evitarlo. Solo puede lograrse con estrictas medidas de prevención. Es necesario realizar una activa campaña de concientización de los visitantes del área, que deben saber que cualquier fuego mal apagado es una fuente potencial de incendios. Es importante trazar sobre los ambientes vulnerables, una red de picadas cortafuego -mantenidas en buen estado- que permitan actuar a los brigadistas.
Por otra parte, es fundamental contar con un plan de contingencia, donde todos los actores sepan cómo manejarse en la emergencia y actúen a tiempo y coordinadamente.
