Todo indica que un fuego mal apagado por un grupo de jóvenes que festejaban el Día del Estudiante en el Cerro Arco de la zona de El Challao, dio pie a un incendio forestal que, ayudado por el viento Zonda, mantuvo asustada y deprimida a la mucha gente que habita el paraje ubicado en esa zona del pedemonte lasherino.
El incidente inicial fue reportado al 911 a las 17 del viernes, cuando se comenzaron a ver las primeras lenguas de fuego que se esparcían por los cerros, plagados estos de arbustos achaparrados. Igual, las pericias oficiales acerca del siniestro al cierre de esta edición no estaban confeccionadas.
"Los primeros convocados para enfrentar las llamas fueron los de Defensa Civil y los Bomberos Voluntarios de Las Heras; pero si bien se trata de gente capacitada, para incendios forestales se necesita mano de obra más especializada. Bueno, eso no ocurrió el viernes y ayer a media mañana, cuando el Zonda comenzó a correr con más fuerza, el fuego se desbocó ayudado por las ráfagas", analizaba ayer por la tarde uno de los jefes de los Bomberos de la Policía de Mendoza en la zona de la Puerta de la Quebrada. El bombero prefirió no dar su nombre.
A las 12 de ayer, ya con las llamas decididamente instaladas sobre los cerros, el Ministerio de Seguridad tomó la decisión de que la gente que iba hacia el lugar fuera retenida en un puesto policial en la rotonda que pasa el barrio Dalvian, sobre la avenida Champagnat. Para entonces, al fuego -que había hecho lo suyo durante toda la noche- se sumaba una gran nube grisácea que teñía todo con un aura espectral.
Barrios de El Challao colindantes al Circuito de Papagayos, como Cerro de la Capilla, Alto El Challao, Terrano, entre otros, debieron ser evacuados o se autoevacuaron, porque a las 11 de la mañana las llamas estaban a menos de cien metros de esas viviendas. Para entonces, las autoridades ya habían tomado conciencia de la gravedad del fenómeno y un aluvión de personal de Policía, de Defensa Civil, del Municipio de Las Heras, de Vialidad y de rescatistas comenzaron a luchar de lleno contra el fuego.
El combate era bastante desigual, porque el Zonda complicaba todo con sus ráfagas y sus remolinos.
La cantidad de basura, que es arrojada clandestinamente en varios sitios de la zona hacían lo suyo para empeorarlo todo: así miles de bolsas plásticas flameaban en las ramas de los arbustos para después caer en las lenguas de fuego y avivarlo más aún.
A la gravedad contribuía la cantidad de envases plásticos arrojados en ese lugar, que aportaban más material combustible al ya reinante.
A las 16, Analía Mazza, una joven del barrio Nuevas Quintas, se subió a un colectivo que el Servicio Penitenciario había puesto a disposición de los afectados por el fuego. "Mi mamá se fue esta mañana y no pudo llevarse a nuestra perra -contaba la chica, angustiada-, así que la vamos a ir a buscar".
A su lado, en el mismo micro, Fernando Rodríguez contó que había pedido salir de su trabajo para ver su casa que queda cerca de la iglesia del Santuario de Lourdes: "A mí me parecía raro que ayer (por el viernes), cuando ya se veía bastante fuego, hubiera tan poca gente trabajando. Esta mañana, cuando salí para mi trabajo vi a muchas más personas; pero también había mucho más fuego. Y eso que habían pronosticado Zonda".
Temor en los vecinos
Hacia la tarde, el corredor de El Mirador estaba invadido de vehículos de distintas reparticiones oficiales.
Muchos empleados quedaron sin su franco de sábado para ir a dar una mano o bien en la logística o bien en la lucha directa contra los incendios. Las camionetas llegaban cargadas con agua y sánguches para la gente, que de tanto estar allí tenía su ropa impregnada de olor a humo, su boca seca y su estómago vacío.
Entretanto, las uniones vecinales de los barrios de la zona hacían “arder”, justamente, sus grupos de Whatsapp.
Muchos de los vecinos dejaron sus casas deshabitadas, por lo que se tuvo que echar mano a efectivos policiales para que hicieran trabajos de vigilancia. Paola, una de las vecinas del barrio Cerros Azules que viajaba en el micro del Servicio Penitenciario, regresaba a su casa “para buscar comida que había dejado sobre la mesa” cuando creía que se podía quemar su vivienda.
Pablo Heredia, su hijo Juan, Adrián Flores y su hijo Ignacio, todos vecinos de Nuevas Quintas, colaboraron con los rescatistas. "Nos subimos a la camioneta y les entregamos algunas palas y zapas; esperemos que nos las devuelvan", decían en el grupo solidario.
Más hacia la tarde, cerca de la villa San Expedito -en la zona Este- las topadoras le daban batalla al fuego.
Y en el colectivo del Servicio Penitenciario que hacía su viaje de regreso, se pudo ver a la chica Analía Mazza con su perra Julia, la boxer a la que había ido a rescatar a su casa.
La perra que fue rescatada
Julia es una boxer que se quedó en casa cuando su familia fue evacuada de la Villa San Expedito. Cuando hubo más tranquilidad, la familia volvió a rescatarla en el colectivo que proporcionó el Servicio Penitenciario.
Un “telo”, en vilo
Durante la tarde de ayer, la encargada de un conocido hotel alojamiento de El Mirador salía a cada rato a preguntarle a la gente de la Guardia Urbana de Las Heras si la prohibición de pasar a los particulares iba a durar hasta la noche. Justamente, los sábados a la noche son los días más concurridos para este tipo de locales.
Los hombres del municipio le contestaban que no sabían. La mujer vivía una situación llena de paradoja: su negocio basado en la fogosidad era perjudicado por el fuego.