Luego de los destructivos incendios en las áreas correspondientes a los cerros Arco y Gateado, ocurridos en setiembre de 2018, se puso en marcha un plan de restauración ecológica de estos ecosistemas afectados por las llamas.
Los Andes puso de relieve la respuesta que el sector científico y organismos del Estado pusieron en marcha para lograr la restauración ecológica de esos ambientes arrasados por el fuego.
Los incendios en el piedemonte y en la cordillera, no son de la magnitud de los ocurridos en la Patagonia argentina, donde en ocasiones han desaparecido miles de hectáreas de árboles y arbustos, pero en proporción son lo suficientemente gravosos para nuestro ambiente.
Como lo describió nuestro diario, en su página de Ciencia del sábado 30 marzo pasado, las tareas de recuperación del monte quemado se están realizando en base a un convenio firmado entre la Fundación Cricyt-Unidades de Vinculación Tecnológica (UVT) Conicet), la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial (SAyOT) y la Dirección de Recursos Naturales Renovables de Mendoza.
Para desarrollarlo, se convocó a diferentes investigadores, profesionales y técnicos de Conicet-Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo y del Instituto Nacional del Agua (INA).
El proyecto prevé dos etapas, una de diagnóstico y otra de elaboración y ejecución de un plan de restauración ecológica propiamente dicho.
Es muy auspicioso que reparticiones públicas y el sector científico-tecnológico se hayan cargado en sus espaldas la responsabilidad de estudiar estos gravosos fenómenos, que no siempre son naturales y ciertamente tienen una gran participación humana, y produzcan un análisis de lo sucedido, indiquen cómo recuperar el terreno arrasado y fijen (en realidad reiteren) las previsiones que deben adoptarse para que estos desastres no se repitan. O en la medida de lo posible se atemperen sus efectos destructivos, porque lamentablemente es muy difícil que no vuelvan a ocurrir.
Las personas que usan y recorren estos ambientes naturales, deben tomar conciencia de que cuando la vegetación de estos sitios es sometida a fuego, no se regenera fácilmente ni en forma natural. Se generan entonces peligrosas condiciones para cuando se producen las lluvias intensas que suelen ocurrir. Hay plantas (como la jarilla y otros arbustos), explican los expertos, que tienen hasta 70 años de existencia.
La probabilidad de que una planta se regenere naturalmente en un suelo quemado es muy baja, y por eso los esfuerzos y la energía que hay que poner para recuperar los ecosistemas afectados es muy grande.
¿Podemos hacer algo para que estos siniestros no vuelvan a ocurrir?
Hemos planteado que es muy difícil que los incendios no se repitan porque la actividad antrópica (humana) en estos espacios es muy alta (barrios en las cercanías, paseos a caballo, trekking, andinismo, bicicletas y motos enduro, etc). Por esa razón se estima que la tasa de frecuencia de ocurrencia de incendios tienda a mantenerse.
Pero, en este aspecto empieza a tallar la conciencia social, y el ciudadano tiene la oportunidad de convertirse en vigía de estos lugares, evitando fogones para asados, y no ensuciando los parajes (botellas plásticas o de vidrio, papeles metálicos que puedan actuar concentrando luz solar, colillas de cigarrillos).
Por eso se convocará a los cultores del desplazamiento en bicis, a los que hacen parapente, o que caminan y escalan por la zona, o la recorren a caballo o en motocicleta, de manera que haya conciencia plena de lo que significa usar y andar por el piedemonte y la precordillera cuidando el entorno.
Además, a este trabajo de los científicos, guardaparques y alumnos debe continuar una eficaz aplicación del Plan de Ordenamiento Territorial de las áreas descriptas. En síntesis, además del aporte especialistas, la población puede hacer mucho para que disminuyan la cantidad de incendios cuidando los lugares por donde se desplaza.
