Son eventos que se repiten cada dos años, precisamente cuando hay elecciones, ya sea para renovación legislativa o para cargos ejecutivos.
Quienes se encuentran al frente del gobierno aprovechan la cercanía de los comicios para la inauguración de obras, mientras desde la oposición se profundizan las críticas hacia la gestión de gobierno.
Es el juego de la democracia y es aceptable, hasta podría decirse que es beneficioso para la población en general lo que se inaugura. El grave problema se presenta cuando se prometen obras y después esas promesas quedan en la nada. Los mendocinos contamos con sobrada experiencia en estas situaciones.
Quizás por la cercanía de la joven democracia o también porque se trataba de dos figuras importantes en el ámbito político provincial, el gobernador y el intendente capitalino que conducían, respectivamente, Mendoza y la Ciudad a inicios de la década de los ’90, en los meses previos a las elecciones generales de 1991 libraron el combate electoral inaugurando gran cantidad de obras, que quedaron en el recuerdo de muchos mendocinos.
En aquella oportunidad, el intendente de la Capital, dos meses antes de las elecciones, inauguró con bombos y platillos la remodelación de la avenida San Martín, para sorpresa y beneplácito de los habitantes no sólo de la Capital, sino del Gran Mendoza.
Sin embargo, en el ínterin hasta las elecciones el gobierno provincial procedió a la inauguración del edificio de la Escuela de Medicina Nuclear, del hospital Humberto Notti y de la iluminación del primer tramo de la avenida de Acceso Este, entre la Terminal de Ómnibus y el Puente de Hierro en Guaymallén.
Hubo críticas porque se adujo que en los dos primeros casos los edificios aún no estaban terminados, pero el hecho concreto es que tanto en uno como en otro, se trata de obras que constituyen un orgullo para los mendocinos, que trascendieron en el tiempo y que cubren desde hace décadas una sentida necesidad de la población.
Ahora, desde el gobierno de Francisco Pérez se anuncia la inauguración de obras viales interesantes, como un nuevo tramo de la doble vía a Tunuyán (que lleva ya 12 años, trascendió las distintas gestiones y es de esperar que sea concluida antes de 2015, como también se anunció); asimismo quedará inaugurado un tramo que unirá el Corredor del Oeste con la ruta Panamericana, mientras ya ha concluido la instalación de luminarias y se espera la pronta inauguración de la iluminación de un tramo importante del Acceso Este.
Se trata de hechos concretos, y bienvenidos sean. Lo que también anunciaron los actuales funcionarios es la tan mentada circunvalación, a través de un anillo que unirá la ruta 7 con la 40, aunque en este caso valdría aclarar que se trata de un anuncio que se ha multiplicado, por lo menos, en las últimas tres gestiones gubernamentales sin que hasta el momento se haya concretado una mínima parte de una obra que permita aliviar el tránsito a diario colapsado, a todas horas del día, en el sector aledaño a la Terminal de Ómnibus.
En otro orden, también se anunció la construcción de la doble vía a San Juan, que también fue anunciada por gobernadores anteriores. Lo mismo podría decirse de obras esenciales, como Portezuelo del Viento, el Trasandino o las necesarias mejoras en el corredor internacional, que se toman como íconos por parte de los funcionarios, pero que nunca alcanzan concreciones.
Las inauguraciones “electorales”, entonces, son bienvenidas más allá del oportunismo, porque terminan beneficiando al grueso de la población.
Pero lo que molesta, duele y decepciona son los anuncios grandilocuentes que nunca se concretan, y en muchos de los casos esas falsas promesas reciben el merecido castigo a través de las urnas.
