La experiencia en la práctica de la democracia alcanzada por la ciudadanía a lo largo de las tres últimas décadas hace que la gente exija que quienes quieren ser sus representantes informen sobre cuáles son las propuestas que impulsarán en caso de acceder al cargo para el que se postulan.
Y, por lo tanto, rechaza -y lo hace saber a través del voto- las actitudes demagógicas, los enfrentamientos, las chicanas o las denostaciones hacia los circunstanciales adversarios.
Dentro de este contexto resulta más que inaceptable lo sucedido en la localidad de Caleta Olivia, en Santa Cruz, donde niños en edad de jardín y de escolaridad primaria aparecieron en fotografías durante el festejo del Día de la Primavera, con pecheras de la agrupación kirchnerista “Unidos y Organizados”, una vertiente de “La Cámpora”, que lidera el hijo de la Presidenta de la Nación, Máximo Kirchner, y que precisamente reside en Santa Cruz.
El acto se desarrolló en un centro integrador comunitario que un mes antes habían inaugurado los candidatos a diputados nacionales por el kirchnerismo, Mauricio Gómez Bull y Ana María UIrricelqui.
La actitud fue severamente criticada por el abanico político en general, pero la reacción más dura surgió desde el propio gobierno santacruceño, en manos del justicialismo, aunque enfrentado a la actual conducción nacional.
La cartera de Educación de esa provincia decidió iniciar acciones legales contra la agrupación kirchnerista, asegurando que “no es la primera vez que pasa y es una vergüenza que utilicen a los niños”, mientras el secretario general del gremio docente aseguró que hubo “adoctrinamiento y manipulación ideológica”.
En el caso de Mendoza causó estupor y desagrado la reprochable actitud asumida por el rector del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica 9-001 de San Martín, quien tomó partido abiertamente en las elecciones estudiantiles, en lugar de mantener una actitud neutral como corresponde a su investidura.
El directivo, tal cual lo mostró un video, festejó en los pasillos de la institución, y a los gritos, el hecho de que una agrupación interna, Franja Morada (que históricamente está vinculada al radicalismo) quedara fuera de las elecciones.
Con un agravante: no se trató de una actitud espontánea o impensada, sino que fue el colofón de una serie de decisiones previas, como el haber privado del derecho a esos estudiantes de impulsar su postulación a través de carteles o banderas. Ahora, el rector acaba de presentar su renuncia, sin embargo lo primero que debió haber hecho fue salir a aclarar o a disculparse por la actitud asumida.
Utilizar niños de jardín o de primaria y jugar abiertamente en una elección en la cual un funcionario debía mantener su imparcialidad no le hace nada bien a la democracia, sino que la lesiona. La dirigencia que adopta este tipo de actitudes debe considerar, seguramente, que la gente es ignorante y que consume y acepta ese tipo de propaganda, cuando la realidad marca que la ciudadanía ha crecido democráticamente mucho más que ellos.
Que sabe lo que hace cuando ingresa al cuarto oscuro; que pone en la balanza lo que hizo y lo que no hizo el postulante; lo que prometió y no concretó y que castiga duramente a quienes quieren jugar con el engaño.
Ingresamos al último tramo de la campaña electoral, el momento en que los políticos consideran que juegan sus últimas fichas en la intención de captar la decisión del electorado. Es de esperar que actitudes como las señaladas no se repitan y que todo se canalice dentro del orden y seriedad que exige una democracia que hemos sabido construir entre todos los argentinos a lo largo de las últimas tres décadas.
