Todos los días, los distintos medios periodísticos nos informan y nos indignan con múltiples y graves delitos contra los ciudadanos, cometidos por funcionarios públicos, políticos, empresarios, sindicalistas, gente del espectáculo, jueces, policías etc. No son delitos menores; son casos de corrupción, estafas públicas, violación de leyes, prostitución de guante blanco y de los otros.
Cifras millonarias a veces imposibles de imaginar por el vecino que debe luchar día tras día con la canasta familiar, la escolaridad de sus hijos o los remedios para los abuelos.
¿Cómo no indignarnos cuando vemos a estos sujetos caminando tranquilamente por las calles, concurriendo a las megafiestas organizadas por megaladrones y sus secuaces (“Robo para la Corona”) que han amasado fortunas a costa del erario público? ¿Cómo no sentirnos desolados cuando los vemos ocupando bancas del Honorable Congreso de la Nación discutiendo, sin la más mínima vergüenza, sobre temas gravísimos que ellos mismos ocasionaron? Los corderos K ahora se rasgan las vestiduras o renacen a causa de la falta de estrategias urgentes de Cambiemos.
Todos alguna vez entonamos o recordamos la letra del famoso tango Cambalache que adquiere actualidad; sabias palabras de Discépolo: Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplaza’os ni escalafón, los inmorales nos han iguala'o... Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.
¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!
Siglo veinte, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás, dale que va, que allá en el horno nos vamo a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un la'o, que a nadie importa si naciste honra'o! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley.
¿Entonces la impunidad es el resultado de la pérdida de una ética pública? Impunidad, del vocablo latino impunitas, es un término que refiere a la falta de castigo. Se conoce como castigo, por otra parte, a la pena que se impone a aquél que ha cometido una falta o un delito. Esto quiere decir que, cuando hay impunidad, la persona que ha incurrido en una falta o un delito no recibe la pena que le corresponde por su accionar. De esta forma no se sanciona ni se enmienda su conducta.
Ésta es la realidad que, creo, da miedo enfrentar: los destrozos causados por la impunidad en el ámbito de la Justicia; en el ámbito del Estado de Derecho; en el ámbito del Derecho mismo, haciéndolo nugatorio. Es una sociedad que ha logrado hacer convivir pacíficamente, durante períodos nada despreciables, formalidades y discursos democráticos con impresionantes mecanismos de opresión de grandes capas sociales. Es una sociedad en la que el discurso y la normatividad protectora de la “dignidad humana” y de los “derechos humanos” logró convivir con las más despiadadas formas de genocidio, de exterminio de posiciones disidentes, de “guerras” contra “enemigos internos” que constituían las mayorías nacionales, de todo tipo de discriminaciones y de crímenes de lesa humanidad. http://www.javiergiraldo.org/spip.php?article52
Según sea la causa, existen tres tipos de impunidad.
1. Impunidad por ineficacia: falta de respuesta del sistema judicial, por indiferencia, mala preparación, limitación de recursos o corrupción, entre otros; puede ser generalizada, por territorio o por materia (v. gr: narcotráfico, fraude, etc.)
2. Impunidad de la mafia: es la ausencia de respuesta judicial ante la capacidad de corrupción o capacidad de violencia de las organizaciones criminales.
3. Impunidad de clase: es la falta de respuesta del sistema de Justicia frente a personajes con poder económico o político.
De más está decir que las tres categorías han invadido no sólo las instituciones sino también nuestras vidas.
Luego de las desastrosas experiencias de los últimos años (década perdida) es urgente replantear el papel de la educación, de los medios de comunicación social; de los procesos judiciales, su transparencia, independencia y eficacia.
Existe un clamor en la ciudadanía: ¡Justicia, basta de impunidad!