Lisboa transforma su presente pero mira siempre a su pasado, aquél que nos llega a través de su fado y su arquitectura añeja, la postal de un imperio en decadencia, que hoy es un tesoro citadino. El arte urbano, que se desprende en ocurrentes graffitis de las fachadas de sus edificios abandonados; calles empinadas y deslumbrantes miradores.
Desayuno: Popular por albergar una irresistible pastelería, Lisboa ofrece una amplia gama de cafés ya sea para empezar el día o hacer una pausa, donde los pasteles de nata son un obligado. Con un ambiente moderno y acogedor Choupana Caffe (Avenida da República 25) es el resultado de los viajes por Barcelona, Londres, Toronto y Nueva York de sus dueños, Fernando y Ana. El lugar ofrece no sólo estos tradicionales pasteles sino también croissants rellenos –chocolate, crema pastelera, nutella y el clásico jamón y queso son algunas de las variedades- además de bollos de crema –similar a las bolas de fraile- cookies, tortas y sandwiches. Los fines de semana ofrecen su popular brunch por lo cual se recomienda acudir temprano o, en su defecto, con paciencia. Opciones desde 4 euros. www.facebook.com/Choupanacaffe
Mañana: Creado por Raoul Mesnier de Ponsard, discípulo portugués de Gustave Eiffel, el elevador de Santa Justa se inauguró en 1902 con el fin de salvar la altura entre la Baixa Pombalina y el Barrio Alto. Su llamativa fachada metálica y su interior de madera son, por algunos segundos, un viaje a la Lisboa de principios del siglo XX. La mañana transcurre en un paseo por momentos sin rumbo entre el atractivo y multifacético Barrio Alto y el coqueto Chiado, que antaño albergó entre sus calles a algunos de los poetas y escritores más célebres del país como Fernando Pessoa, fiel cliente del café A Brasileira (Rua Garrett 120), quien le rinde homenaje con una estatua de tamaño natural, protagonista de incontables fotos de viajeros.
Almuerzo: La gastronomía lusa es una grata sorpresa que dejará contento a los paladares más exigentes. Café Royale (Rafael Bordalo Pinheiro, 29) ofrece platos tradicionales con ciertos toques distintivos, se recomienda probar su pulpo. Su cuidada decoración de estilo nórdico y su jardín trasero hacen el espacio perfecto para un almuerzo tranquilo y distendido. Platos del día desde 8,5 euros. www.royalecafe.com.
Tarde: La Alfama es el amparo de una Lisboa que se resiste al paso del tiempo. Pintoresca aunque sin pretensiones, en los detalles que le son tan propios como sus vecinos charlando en la vereda, sus empinadas calles, sus tabernas, sus antiguas edificaciones con fachadas de azulejos -aquellas que sobrevivieron al terremoto de 1755- reside su particular belleza. Para muchos este barrio, antaño de pescadores, es el exponente de la Lisboa más auténtica. El tranvía 28 ofrece un cómodo recorrido por el barrio, aunque perderse por sus callejuelas es un paseo sin precio. Los martes y domingos se dispone la Feira da Ladra, un mercado callejero donde se pueden encontrar los artículos más dispares.
Atardecer: Merece la pena terminar el día en alguno de los miradores que posee la ciudad. Edificada sobre siete colinas, cada uno de estos balcones es una postal diferente y única sobre la capital, además de una pausa perfecta. El Mirador de Graça es uno de ellos donde se puede apreciar la Alfama, el Chiado y la Baixa. A pocos metros el bar Botequim (Largo da Graça 79) ofrece té con absenta. Para quienes no se animen a esta exótica bebida también hay propuestas más tradicionales. Opciones desde 2,5 euros aproximadamente. www.botequim.net.