Algunas farolas del parque General San Martín aparecieron rotas a una semana de la última lavada de cara el año pasado.
El sistema de iluminación del bulevar de los 200 mástiles construido para el bicentenario de la fundación del departamento de San Martín tuvo problemas de funcionamiento por el constante robo de los leds ubicados al pie de cada mástil.
Cada 15 días o un mes, personal municipal de Junín debe reponer leds en el Monumento al Agua y al Trabajo porque se los roban para tunear motos.
Una escuela diaria (de los 1.400 establecimientos públicos) tiene roturas -internas o externas- por vandalismo.
Cada 60 días, el equipo de la Dirección de Espacios Públicos de Godoy Cruz vuelve sobre las plazas principales y parques para reponer lo que algunos grupos rompen.
"De forma permanente", personal de la Sociedad de Transporte Mendoza arregla las estaciones de Metrotranvía, ya que -según advierten- "se trata de un problema que está en la sociedad y es inmanejable".
Señalética, murales, esculturas, juegos de plazas, cestos de basura, plantas y flores, contenedores de residuos, farolas, instalación eléctrica de farolas, mobiliario urbano (bancos, bebederos, etc.), rejillas de alcantarillas, sistema de riego, colectivos... La lista del objetivo de los vándalos es extensa.
Impotencia, bronca, frustración es lo que esta “epidemia” me causa como ciudadana.
"Son costumbres que afectan; conductas sociales que hay que revertir. No tenemos que acostumbrarnos al vandalismo. Hay que trabajar para que las cosas cambien", señala convencido Ricardo Mariotti, director de Parques de la Provincia.
El funcionario cuenta que cuando se roban las compuertas o los candados se descompagina el sistema de riego en 98% de las 400 hectáreas del parque San Martín, que es por manto.
Algo similar sucede con el riego por aspersión del 2% restante, ya que para evitar que se roben los aspersores en vez de dejarlos y automatizar el riego, se deben colocar en cada ocasión.
"Lo que se podría regar en dos horas, se hace en 3 días", confiesa tras describir la ingeniería que se pone en práctica en cada oportunidad.
Las instituciones educativas no son ajenas a los actos vandálicos. Aunque generalmente son desde afuera (roturas de vidrios o policarbonatos, robos), hay algunos que son desde adentro (los mismos alumnos) y tienen como escenario los baños: rompen las mochilas, tapan los inodoros (hasta con piedras), grifería.
Las comunas también deben dedicar parte de su presupuesto de mantenimiento para reparar o reponer lo que ya se había hecho. Por ejemplo, según indicaron a Los Andes en una nota de junio del año pasado, el área de Electromecánica del municipio de San Martín destina 43% de su presupuesto anual a reponer el robo y rotura de artefactos de iluminación. En tanto, desde Godoy Cruz precisaron que se destina 20% del presupuesto de la Dirección de Espacios Públicos a arreglar o reemplazar lo dañado por actos vandálicos.
La Municipalidad de Guaymallén invierte entre 15 y 20 millones de pesos anuales para mitigar problemas de vandalismo; mientras que la Ciudad de Mendoza destina entre un millón y medio y dos millones de pesos mensuales al mismo fin.
Reforzar el alumbrado, colocar malla antivandálica en luminarias, comprar juegos infantiles más robustos y mobiliario de hormigón, además de rondines con inspectores, son algunas de las estrategias que utilizan en Godoy Cruz para reducir estos hechos.
La solución por estos días parece tenerla Luján de Cuyo. Es que más allá de dos paredes pintadas no han tenido otros gastos, ya que cuentan con un "sistema de troceros" coordinado por la Secretaría de Obras y Servicios Públicos (se trata de operarios municipales que cubren todos los barrios).
No obstante, según una publicación del Centro de Estudios Andaluces, "los actos de vandalismo constituyen un claro indicador de la exclusión social que tiene lugar en nuestras ciudades, por más que se los condene y criminalice como actos brutales e ilógicos".
