La impostura se pasea orondamente por la Argentina. Tiene buen rating, vende, se replica, genera adhesiones fáciles. Los malos resultados de la economía, en el primer año de gobierno de Mauricio Macri, le proveen, además, un escenario favorable.
Así asistimos, por ejemplo, al espectáculo de las reacciones locales a la muerte de Fidel Castro. Los problemas de salud del comandante de la revolución cubana se hicieron públicos y evidentes hace poco más de diez años, cuanto tenía ya 80 años, tras su regreso a la isla de una Cumbre Iberoamericana que se celebró en Córdoba y en la que fue profusamente halagado por el kirchnerismo, a cuyo canciller inicial (Rafael Bielsa) había desairado en las gestiones por el reencuentro de la doctora Hilda Molina con su hijo, residente en la Argentina.
Molina, una prestigiosa médica cubana, había sido miembro del Partido Comunista y fundadora de un centro de neurología, hasta que renunció a todos los cargos por disidencias profesionales y políticas. Entonces, fue catalogada de "disidente", palabra que, en el régimen castrista, es asimilable a la de "hereje" entre los fanáticos religiosos. Pero el kirchnerismo prefirió halagar a Fidel antes que sostener un pedido tan elemental como la concesión de una visa para un reencuentro familiar. Finalmente, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), la cuestión fue zanjada y Molina pudo viajar a la Argentina.
El caso es que, bien avanzada la segunda década del siglo XXI, a la progresía local le cuesta reconocer que, además de figura prominente del siglo XX, comandante de la revolución cubana e indudable líder, Castro fue un dictador que fusiló miles y miles de personas, persiguió disidentes, instauró en la isla un sistema de delación y control permanente, ahogó por completo la economía y produjo uno de los exilios proporcionalmente más altos del siglo XX. Más de 3 millones de cubanos, entre 25% y 30 % de la población, viven hoy fuera de la isla, que lejos está de ser el paraíso socialista prometido.
De por sí, hablar de "Revolución" suena a chiste al cabo de casi 58 años de instaurado un régimen que durante todo ese tiempo tuvo en su vértice a sólo dos personas: Fidel y su hermano Raúl, cuyas edades sumaban, al final, 175 años. Ellos dos se pasearon a lo largo de tres generaciones por los cargos de presidente (jefe de Estado y de gobierno), secretario del Partido Comunista Cubano (PCC, único legal de la isla), ministro de Defensa y Jefe del Ejército.
Pero he aquí que calificar de "dictador" al difunto Fidel equivale a ser un imperialista recalcitrante. Más extraño aún es que esas reacciones provienen a menudo de derechohumanistas locales que olvidan no sólo el registro del castrismo dentro de Cuba sino, también, por ejemplo, que durante la dictadura militar más sangrienta de la historia argentina, la Cuba de los Castro buscó bloquear en agencias del sistema de Naciones Unidas, como la propia ONU y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), denuncias por violaciones a los derechos humanos en nuestro país. Y todo porque Cuba estaba alineada con Moscú, que hacía buenos negocios con Videla & Cía, a quienes consideraban "militares blandos".
"El ejercicio del poder debe ser la práctica constante de la autolimitación y la modestia", dijo Fidel en un discurso del 2 de diciembre de 1976, cuando inauguró la "Asamblea del Poder Popular". Pero durante 58 años no creyó en ningún momento que el pueblo pudiera gobernarse por sí mismo. O eran él o su hermano. Ni autolimitación ni modestia.
Otra impostura fue el innecesario forcejeo entre el juez federal Claudio Bonadío y CFK. No le costaba nada a Bonadío conceder a la ex presidenta que se presentara en Buenos Aires el jueves 1 de diciembre, como había solicitado su abogado. Y fue más que innecesario, patético, el video de la ex presidenta que, con histrionismo, pasó de exitosa abogada a exitosa youtuber.
Un tercer caso de impostura es el reclamo de la gobernadora de Santa Cruz para que el gobierno garantice la continuidad de los "reembolsos por puertos patagónicos". El gobierno estudia eliminarlos y remplazarlos por un sistema de reintegro por productos, en el que privilegiaría, por caso, la producción lanar, pero no la minería. Eliminar los reembolsos, dijo Alicia Kirchner, sería una medida "centralista", propia de un gobierno que no respeta el federalismo ni a la oposición.
Más allá de los méritos del sistema vigente o de los que están en estudio, la declaración de la gobernadora santacruceña es una obra maestra de la hipocresía, o de la ignorancia.
Los "reembolsos por puertos patagónicos" fueron instaurados tras la guerra de Malvinas para fomentar la actividad de los puertos argentinos del Atlántico Sur y fomentar la actividad pesquera y no hacer el campo (o el mar) orégano a Inglaterra, que había retomado el control de las islas.
Pese a su origen en una dictadura, los gobiernos democráticos, desde Alfonsín, mantuvieron los famosos reembolsos. Hasta que en 2004 los derogó ….. Néstor Kirchner. Durante los gobiernos kirchneristas no sólo no hubo reembolsos, sino que se aplicaban derechos de exportación (retenciones) a las producciones regionales en todos los puertos del país, incluidos los patagónicos. Hasta que en noviembre de 2015, a semanas de dejar el gobierno, CFK reinstauró los "reembolsos por puertos patagónicos" por decreto. A medida de algunos operadores portuarios y el sector minero, y de su cuñada, electa gracias a la ley de lemas como futura gobernadora de Santa Cruz.