El cultivo de la soja comenzó a difundirse en Argentina en la década del 60, como una oleaginosa adecuada para los sistemas de rotaciones cerealeros de la Pampa Húmeda.
Debido a la plasticidad y cantidad de cultivares de diferentes grupos de madurez, esta especie pudo adaptarse en nuestro país a distintos ambientes de gran variedad de suelos y regímenes hídricos.
Esto ha llevado a su expansión de 26.000 hectáreas en la cosecha 1969/70 hasta casi 20 millones de hectáreas en la última campaña. Pero no cabe duda de que la principal causa del éxito de la soja en Argentina ha sido la combinación del sistema de siembra directa con los cultivares transgénicos RR, o Round-up Ready.
La siembra directa generó la posibilidad de realizar agricultura continua compatible con la sustentabilidad de los agroecosistemas. Pero este sistema tenía un problema fundamental al momento de realizar el manejo de malezas, ya que los herbicidas tradicionales, no selectivos, afectaban también a las plantas de soja.
En el año 1996, con la Resolución de la SAGPyA Nº 115/1996, comenzó en Argentina la experimentación y liberación de semilla de soja transgénica.
La empresa estadounidense Monsanto patentó la soja RR resistente al producto comercial Round-up Ready, cuyo principio activo es el glifosato. Éste es un herbicida muy eficaz y de amplio espectro, y reemplaza a otros herbicidas usados para la soja convencional, que en cambio son muy tóxicos para el medio ambiente y para quienes trabajan en los cultivos.
Si a esto se le suma la simplificación en el manejo del cultivo y el bajo costo del glifosato, el resultado es una disminución notable en los costos de producción que se refleja en la enorme adopción de las sojas RR.
Debido a la factibilidad de producir altos rendimientos y avanzar en extensión, a la oferta de biotecnología y técnica, y a la presencia de un mercado altamente demandante encabezado por China, la tendencia al cultivo de soja ha crecido vertiginosamente en nuestro país. Esto ha tenido su efecto en diversas esferas: económicas, sociales y ambientales.
Caracterización del glifosato y tecnología RR en soja
El glifosato es un herbicida no selectivo de acción sistémica, de amplio espectro, y adecuado para el control de muchas especies de malezas, en tratamientos de post emergencia.
No actúa sobre las semillas y tampoco es absorbido por las raíces. No es de acción residual prolongada y no actúa como herbicida esterilizante del suelo.
Dada su alta afinidad con los componentes del suelo y su acentuado efecto de adsorción, el glifosato es prácticamente inmóvil con una mínima probabilidad de transporte por lixiviación o arrastre por escorrentía, por lo cual son muy pocas las probabilidades de contaminación de aguas subterráneas.
La soja RR consiste en un evento genético creado por la empresa Monsanto, llamado “40-3-2”, y que incorporó el gen de resistencia a glifosato.
Impactos del uso de esta tecnología en Argentina
1. Cambios en el uso de la tierra: desplazamiento de otras producciones. La evolución del cultivo de soja en nuestro país se vio afectada por la incorporación de soja transgénica. Esto puede observarse fácilmente a continuación:
La tendencia de crecimiento es netamente exponencial y se observa un marcado efecto en la pendiente con la introducción de la soja RR.
Este crecimiento, sin embargo, no muestra la misma magnitud en las distintas zonas de nuestro país. Las tres provincias que lideraron históricamente la producción son Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, y hoy conforman el 75% de la superficie total de soja.
Las condiciones agrometeorológicas de estas provincias resultaron óptimas para el cultivo, de modo que los altos rendimientos y los crecientes precios de los granos de soja llevaron a una expansión que desplazó en gran medida la ganadería pampeana.
Si bien la Pampa Húmeda concentró siempre las mayores superficies, aparecen más tarde, con la soja RR, en provincias como Entre Ríos, Chaco, Santiago del Estero y Salta, entre otras.
2. Estructura socioeconómica de los productores. La agricultura sojera experimentó una marcada tendencia al aumento de explotaciones de gran escala con manejo empresarial.
Estos aspectos implicaron cambios significativos en la organización agrícola y agroindustrial, además de procesos de concentración del capital. Todo esto se debió a la necesidad de integración horizontal y vertical para poder alcanzar competitividad en la comercialización de soja, un neto commodity, ante una demanda concentrada en muy pocos países.
Se ha producido un cambio en el tamaño de las unidades productivas, tendiendo hacia la concentración de tierras en pocos propietarios. Entre los censos de 1960 y 1988 desaparecieron 51.000 explotaciones agropecuarias, a razón de 1.800 por año.
Luego, entre los censos de 1988 y 2002, desaparecieron 87.000 explotaciones agropecuarias, esto es, 6.263 por año.
Y las que desaparecieron fueron fundamentalmente las de menos de 200 hectáreas (75.293 explotaciones). En cambio, aumentaron las de más de 500 hectáreas, particularmente las del estrato de entre 1.000 a 2.500 ha.
Aparecieron los “pools de siembra”, que consisten en fideicomisos transitorios a través de los cuales se reúnen grandes masas de capitales financieros, tierras y recursos, para ganar poder de mercado y capacidad de influir sobre los precios de la cadena.
Hoy por hoy muchos pequeños y medianos productores alquilan sus terrenos en lugar de explotarlos, debido al elevado costo tecnológico del sistema, como resultado de las políticas de ajuste estructural, la descapitalización y/o el endeudamiento.
Está aumentando el manejo de extensiones sojeras en grandes grupos económicos. Las estancias se organizan en empresas rurales integradas (siembra, cosecha, acopio y comercialización), con utilización intensiva de informática y biotecnología y aplicación de técnicas empresariales modernas, como la tercerización, la profesionalización de la gestión y la innovación productiva.
Los trabajadores rurales también se han visto afectados por el avance de la soja en siembra directa, ya que la necesidad de mano de obra disminuye entre un 28 y un 37%, al realizar las labores culturales con maquinaria de alto rendimiento y velocidad.
3. Efectos ambientales. Si bien es cierto que este tipo de herbicida (de la familia de los fosfitos, levemente tóxico, Clase D) en comparación con los demás sería de más bajo riesgo, no lo son en muchos casos los productos que aún se siguen aplicando junto con los mismos para mejorar su adsorción, como los coadyuvantes o surfactantes.
En algunas situaciones, estos productos agregados o incluidos en las formulaciones pueden resultar más tóxicos para el medio silvestre que el herbicida.
4. Impactos económicos. La tendencia a la concentración de propiedades en grupos económicos multinacionales y pools de siembra afectó a muchas economías locales y dejó sin capacidad competitiva a pequeños productores.
Esto sucedió como consecuencia del desplazamiento de terrenos destinados a otras explotaciones, principalmente en el norte argentino, que automáticamente se vio obligado a adaptarse a los nuevos sistemas extensivos de soja.
Como dicha situación no fue posible en muchos casos, miles de productores tuvieron que vender o alquilar sus terrenos.
En la Pampa Húmeda, la principal producción perjudicada fue la pecuaria; la producción cárnica y lechera son cada vez menores. La ganadería perdió grandes extensiones de pastoreo por la conveniencia económica de dedicar estos terrenos a la producción de soja.
Para poder mantener los niveles de exportación ha sido inevitable el aumento de los precios, lo que impactó fuertemente en los consumidores argentinos.
Las exportaciones de soja, principalmente como harinas, aceite y grano, son en este momento un sustento importante para la macroeconomía argentina, a causa de la aplicación de fuertes retenciones a las exportaciones.