Imagina un gran lienzo en cada pared

Hace un año Hugo Novello (30) pintó su primer trabajo sobre un viejo muro y desde entonces no paró. Hay obras suyas en toda la ciudad de San Martín y ahora apuesta a vivir de su arte. Dice que nunca pinta sin permiso una pared que tiene dueño.

Imagina un gran lienzo en cada pared
Imagina un gran lienzo en cada pared

Ser frentista en la ciudad de San Martín es complicado porque tu casa está expuesta todo el tiempo a que pase un pibe con un aerosol y te la arruine con un mensaje de amor para la novia”, dice Hugo Novello (30) mientras agita un tarro de acrílico verde con el que piensa dar retoques a uno de los tantos murales que ha pintado en la ciudad durante el último año. “Por eso es que siempre pido permiso antes de pintar una pared, a veces la gente me lo da y a veces no; igual, paredes es lo que sobran”, agrega.

Hugo Novello es en los muros de San Martín el Malo Art, un muralista autodidacta y lector de comics que, hace un año, firmó su primera obra sobre un estropeado paredón que llevaba dos décadas cargado de anónimos graffitis; allí, luego de blanquear unos cuantos ladrillos, estampó un enorme rostro del Increíble Hulk. “En realidad, mi primera pintura fue en la terraza de mi casa, que ahora es como mi pizarrón”, dice el joven: “Ahí me di cuenta que se me daba bastante bien pintar paredes y grandes superficies”.

Desde entonces y con un pincel en la mano, Hugo Novello es el Malo Art de San Martín y así, con sus latas de acrílicos y algunas brochas sale cada tanto a pintar la ciudad, buscando el muro que mejor se adapte a la idea que le va girando en la cabeza.

“El arte callejero es muy efímero y uno no sabe cuánto va a durar la pintura en la pared: puede ser un día, un mes, un año o una década. Nadie sabe esa suerte y por eso prefiero evitar cualquier enojo y no pinto paredes que tienen dueño sin permiso, no cubro los trabajos de otra gente ni las consignas de los partidos políticos”, enumera Malo, que llegado el caso se sube a una escalera para los trabajos más grandes y así, no es difícil verlo cruzar la ciudad con tarros de pintura, baldes, pinceles y... una escalera.

“En promedio, terminar un trabajo puede demorar dos o tres horas, aunque algunos me han llevado más de diez”, dice el artista y sigue: “La gente suele pararse a preguntar y te da charla y eso está bueno, pero también te va atrasando; por eso prefiero ponerme los auriculares, escuchar música y pintar”.

Malo Art no tiene horarios y así, alguna vez salió a pintar en plena madrugada, una experiencia que no cree que vaya a repetir: “Si estás con un pincel en medio de la noche se te pega gente muy extraña”, se ríe y sigue: “Tipos raros que a veces no entienden lo que estás haciendo y se ponen cargosos, incluso violentos y entonces puede ser un momento complicado. Me ha pasado y por eso es mejor pintar de día”.

Con el tiempo y a fuerza de multiplicarse llegó cierto reconocimiento para sus murales, que hoy ocupan una docena de paredes callejeras, y más allá de la curiosidad que despiertan sus trabajos, ya hay quienes lo buscan para contratar pedidos particulares.

“Con los primeros trabajos en las calles y las fotos en el Facebook, el tema se viralizó y me han salido muchos pedidos; gente que quiere pintar un dormitorio, la pared de un patio, un colectivo o el frente de un negocio”, dice Malo y sigue: “En apenas un año ha crecido mucho todo esto y salen encargos”, cuenta el muchacho que dejó su anterior trabajo en una casa de comidas y ahora apuesta a vivir de sus murales.

Malo Art subraya que no hay ningún mensaje en sus obras callejeras y que solo busca hacer más atractiva a la ciudad, con dibujos que en general tienen inspiración en el comic, la moda retro y los videojuegos ochentosos, los temas principales de su obra. “Claro que cuando alguien pide un trabajo particular me enfoco en lo que quiere y entonces me han encargado las cosas más variadas, desde la cara yanqui del Tío Sam, un pulpo abrazando la casilla rodante de un cliente o la figura de un muchacho haciendo skate para el dormitorio de un adolescente”, dice Malo.

Hugo tiene dos hijas, Martina (8) y Lola (1), y de las sílabas iniciales de sus nombres surgió la firma de Malo Art: “Me gustaría vivir de esto y de hecho de a poco lo estoy logrando”, se entusiasma, aunque sabe que es una apuesta arriesgada: “En otras ciudades hay como una movida mucho más grande con los graffitis o el trabajo de murales, pero acá somos pocos y entonces está todo por hacerse, ya sea en las calles o trabajando para particulares”, dice y cierra: “¿El próximo mural? Lo tengo en la cabeza y estoy buscando la pared”.

Zona de artistas callejeros

En el Este hay otros artistas que eligen las paredes de la ciudad como lienzo para sus obras; algunos mantienen buena relación entre ellos y hasta han realizado trabajos en conjunto, pero otros, aunque se respetan no muestran mayor interés por la obra de sus colegas.

En Junín está Mariano Tagliaferro, el Mataco, que estudia arte y viene de familia de políticos, aunque asegura que no es lo suyo. A veces, sin pedir permiso, trabaja murales de hasta 60 metros con un estilo muy personal y oscuro, lleno de personajes de pesadilla. Hay pintadas suyas fuera de Junín.

En Palmira se destaca el grafitero Je Ma Go. Y en Rivadavia están los “Nuevos normales”, grupo ideado por Mariano Ledesma y que ha llegado a tener una decena de miembros.

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