La pandemia es el escenario global en el que se está librando una colosal lucha entre dar un gran salto adelante en la evolución o sufrir un enorme retroceso hacia la noche de los tiempos. La confrontación no la produce la pandemia, ella estaba desde antes. La pandemia sólo la muestra de una manera casi cinematográfica.
Pablo E. Dávila dice que pese a los asombrosos avances científicos y civilizatorios que estamos viviendo "buena parte del mundo (y también de nuestro país) afronta con un pesimismo casi medieval la amenaza de la peste estrella del momento, el coronavirus.Dávila califica a quienes así piensan como "los decadentistas que consideran que el capitalismo, la democracia liberal y el progreso moral son sólo ilusiones perversas que amenazan la vida en el planeta".
Henry Mance, del Financial Times, dice, en la misma línea, que "el coronavirus es una epidemia para nuestros tiempos. Quizás más que cualquier otra enfermedad que se recuerde, coincide con los temores de nuestra sociedad. Hace pocos años surgieron los preparacionistas del día del juicio final: súperricos que planean su escape y supervivencia en caso de una crisis social".
Es Steven Pinker quien le da una interpretación general a estas ideas, hablando de algo que sobrevive en nuestro interior: el cerebro de tribu, preiluminista, que arrastramos desde siempre. El psicólogo cree que un gran golpe a ese cerebro lo produjo hace dos siglos la Ilustración, por lo que propone recuperar su espíritu. Como en su momento el canadiense John Ralston Saul propuso separar el genial pensamiento iluminista de Voltaire y los enciclopedistas, de los que aduciendo ser sus continuadores en el siglo XX, lo habían bastardeado convirtiendo al liberalismo en corporativismo premoderno.
Esa quizá sea la batalla de nuestro tiempo, y esos los enemigos que han de combatirse.
Los ante-ojos de Kant
El gran filósofo de los tiempos iluministas, el alemán Immanuel Kant, fundamentó su filosofía en las categorías de "espacio" y "tiempo", que para el pensador son "las estructuras ideales (a priori) de nuestra sensibilidad, lo que el sujeto 'pone' en la percepción de lo 'dado', o sea la experiencia".
En términos más simples, Kant dice que los humanos no vemos la realidad tal cual es, sino que la apreciamos a través de una especie de anteojos internos: las categorías a priori de espacio y tiempo.
El iluminismo y la razón fueron los nuevos anteojos con que a partir del siglo XVIII el hombre abrió su mente y con el desarrollo del conocimiento surgieron la primera y la segunda revolución industrial, que se basaron en la utilización de la energía para desplegar todas las potencialidades hasta ese momento ocultas.
Hoy los anteojos han cambiado, porque la tercera revolución industrial que vivimos, más que basarse en la energía, se basa en la información, que es un salto cualitativo con respecto al pasado inmediato.
Hemos pasado del tiempo analógico al tiempo digital, dos modos muy distintos de ver la realidad porque el avance del nuevo conocimiento científico también modificó nuestras percepciones subjetivas.
De la escasez y el secreto a la abundancia y la transparencia
En 1963 un sociólogo francés, Michel Crozier, escribió un libro llamado “El fenómeno burocrático” donde analizaba empíricamente el fenómeno del poder en la sociedad actual. Decía que tanto en una fábrica como en un gobierno el poder lo tenía quien poseía el conocimiento de las cosas ocultas, el secreto, dentro de un mundo de escasez.
O sea, la escasez y el secreto eran los anteojos con que veíamos el mundo. Eso hoy ha cambiado radicalmente. La transparencia barrió con el secreto pero con todo secreto, el de lo público que está bien que todos conozcan y el de lo privado que está destruyendo toda intimidad. Antes al secreto había que descubrirlo, hoy está todo descubierto, por lo que se trata de ver quien maneja mejor lo que está a la vista de todos y controla mayor cantidad de datos.
Aparte de la transparencia, ésta es la sociedad de la abundancia. Ella nos obliga a elegir entre lo que abunda en vez de buscar lo que falta, como haciamos antes. Hoy quien no sabe priorizar está perdido. Todos tienen mucha más información de lo que necesitan, antes se tenía menos. Es un cambio extraordinario porque hace pensar todo distinto.
Hoy una persona de 65 a 70 años de edad es un analógico que vivió en la escasez y el secreto durante la primera mitad de su vida y la segunda mitad en la era digital, donde es un extranjero a medias. Mientras que un hombre de 35 a 40 años es digital puro y para él la era analógica es historia pasada que nunca vivió.
A los analógicos les sobra interpretación pero les falta vivencia porque de alguna manera son “observadores participantes” de esta nueva era,_con algo de externalidad . Los digitales ven plenamente con los nuevos anteojos pero les cuesta tomar la distancia para poder explicar. Les sobra vivencia pero les falta explicación. Es un choque de generaciones donde ninguna tiene nada demasiado en claro.
El efecto mariposa de la globalización
Pensar como dicen muchos tratadistas que la pandemia es un golpe a la globalización es un autoengaño. No se vuelve atrás, solo que si no incorporamos la globalización de la cultura y la de la política, seguiremos solo con la globalización especulativa trás la cual seguirán aumentando la desigualdad y el descontrol. Pero no hay marcha atrás. Vivimos presos del efecto mariposa de la globalización. Un solo argentino en donde nace la pandemia nos puede traer al país todos los virus del mundo. Como Drácula trasladó en el barco en el que el viajaba la peste de un continente a otro, sólo que hoy eso es mucho más rapido. Debemos elegir no entre globalización y antiglobalización, sino sobre si la misma recuperará las banderas de la Ilustración o si devendrá una nueva forma de barbarie, hoy mundializada.
El crecimiento desigual
La desigualdad hoy pasa a ser un problema central, como anuncia Thomas Piketty.
Al principio de la nueva era, con la expansión arrolladora del capitalismo, la gente vive mejor porque comienza a salir de la miseria ancestral. Pero unos crecen inmensamente más que otros, y eso que al principio no se notaba porque todos subían, aún en proporciones muy desiguales, cuando se concreta en una nueva estructura económica y de poder, empieza a molestar a los que están más abajo.
Según el francés Gilles Lipovetsky hoy "asistimos a los daños de estas desigualdades excesivas y puede que aquí acabe el ciclo que comenzó en 1980... la crisis es también la señal de que habrá que modelar la globalización".
En fin, que la pandemia nos está mostrando el mundo tal como estaba desde antes de ella, sólo que ahora se lo ve mejor y más aceleradamente. Es una oportunidad para saltar definitivamente de una era a otra, pero haciéndolo con las herramientas de la razón, la ilustración, el conocimiento y la libertad. Porque también la barbarie lucha por imponerse, tanto en el mundo externo como dentro de nuestra alma.