La Iglesia y los pobres

La Iglesia Católica, hoy la entidad con mayor credibilidad según marcan las mediciones, ha advertido en numerosas oportunidades la necesidad de implementar políticas que lleven a recuperar la cultura del trabajo y a erradicar la pobreza y la exclusión. Es

La Iglesia y los pobres

La situación por la que atraviesa la sociedad argentina es preocupante. Hay preocupación, inquietud y, lo más grave, es que se ha profundizado la desconfianza entre los propios argentinos. Así quedó reflejado en una encuesta realizada por el Observatorio de Capital Social, de la Universidad de Palermo, en la que se indica que sólo el 19 por ciento de los encuestados manifiesta que se puede confiar en la mayoría de las personas, mientras que un 80 por ciento consideró que se debe ser cuidadoso en el trato con los demás.

En ese marco, donde la desconfianza es predominante en la generalidad de los casos, muy pocas instituciones son las que generan confianza. Entre ellas, ubicándose en primer lugar, se encuentra la Iglesia, en un nivel notablemente superior al Gobierno, al Estado, los partidos políticos o los sindicatos. Una de las mediciones reveló que, en una escala de 100, las instituciones que tienen un nivel de confianza por encima del promedio son la Iglesia Católica y la radio, con el 42 por ciento, seguidas por la televisión, con un 29 por ciento.

Si bien es cierto que la designación del cardenal Bergoglio como papa Francisco potenció la confianza de la gente en la Iglesia, no es menos cierto que la credibilidad en la institución viene desde mucho antes. Aspecto que no es fruto de la casualidad sino del compromiso permanente que la Iglesia Católica tuvo y tiene en la búsqueda de soluciones a los problemas que afectan a la ciudadanía. Con un hecho no menos valioso, como el de aceptar los errores y pedir perdón cuando uno de sus integrantes comete algún tipo de abuso, como sucedió recientemente en la diócesis de San Isidro.

En los dos últimos meses, la Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal, ha hecho conocer su posición sobre dos temas serios y preocupantes que podrían estar entrelazados. Primero advirtió sobre el avance del narcotráfico, criticando inclusive la supuesta complicidad entre las fuerzas de seguridad, funcionarios de la Justicia y políticos.

Más recientemente, la Iglesia volvió a plantear su inquietud, en este caso con un llamado a deponer actitudes que comprometan la seguridad y la paz social, ante el paro policial y los saqueos que se sucedieron en distintas provincias del país. Advirtió entonces a la dirigencia política -especialmente a la nacional- a no negar los problemas sino asumirlos y encaminarlos a través del diálogo, lamentando que la crisis policial haya derivado en hechos de desborde social, incluidos delitos contra la vida y los bienes de muchos ciudadanos.

No quedan dudas de que lo sucedido con los saqueos durante la crisis policial tuvo un elemento sustancial, como fue el aprovechamiento de la situación por parte de delincuentes que asaltaron y robaron, que hubo un cuasi acuerdo entre éstos y algunos policías, pero también debe señalarse que en algunos casos fueron los pobres, los excluidos del sistema los que produjeron los daños y robos. Y en el caso de estos, la Iglesia también había advertido.

Reclamó, en numerosas oportunidades, la implementación de políticas públicas a favor de los más pobres y excluidos, haciendo hincapié en que es el mayor desafío que los argentinos tienen por delante: recuperar la "cultura del trabajo" e instrumentar acuerdos básicos para alcanzar la erradicación de la pobreza y la exclusión social.

Durante la última década, la relación entre el Gobierno y la Iglesia Católica fue tensa y sólo se modificó con la designación del papa Francisco. Si ese cambio fue honesto y no un simple oportunismo político, la actual gestión gubernamental debe tomar debida nota de las advertencias surgidas desde el Episcopado y trabajar en la búsqueda de caminos que lleven a mejorar la situación de esos marginados y excluidos. De lo contrario, resultará muy difícil modificar ese clima de inquietud que pareciera haberse instalado en la sociedad argentina.

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