Ideó un proyecto de libre expresión y lo implementó en Chile

Mariano Luna (34) ofrece a la gente hojas y lápices para dibujar espontáneamente, como parte de una investigación profesional.

Ideó un proyecto de libre expresión y lo implementó en Chile
Ideó un proyecto de libre expresión y lo implementó en Chile

“Yo tenía ganas de conocer y entender de qué forma la gente presta su voluntad con un proyecto que -aunque no lo saben- los define. Quería entenderlos”, dice Mariano Luna (34), un mendocino que agarró sus cuadernos y se fue a experimentar a Chile durante dos meses y medio.

Su iniciativa, que se denominó “Exprésate como puedas”, consistió en hacer que la gente dibujara, escribiera o manifestara una creación de cualquier forma sobre una gran hoja en blanco. “Buscaba entender una necesidad compartida y la respuesta que obtuve fue brutal”, dice algo soñador el estudiante de Comunicación Social a punto de finalizar la carrera.

Así, con tres cuadernos sin estrenar, un juego de 12 fibras de colores, dos lapiceras, dos lápices comunes y otros tantos de color, realizó su experiencia y obtuvo resultados nacidos de creaciones de unas 600 personas en distintas ciudades de Chile. Según explicó, con esta información, sumado al apoyo de una psicóloga y una antropóloga, realizará un trabajo de posgrado en Antropología Social.

La comunidad del libro

“La comunidad del libro os hará libres” es una frase que bien podría representar lo que Mariano hizo durante casi todo el verano en las playas, bares y oficinas del vecino país. “Exprésate en 10 minutos, sé libre. Ésas eran las consignas. Pensé que era una locura, muy difícil, pero también muy interesante”, cuenta.

Pero la historia comenzó algunos días antes de su llegada a Chile, país al que fue y volvió a dedo. Mariano iba a presentarse en plazas de Valparaíso con un proyecto para que los niños dibujen al estilo “pintorcitos” con mensajes anti bullying y anti violencia de género, entre otros tópicos, pero la Municipalidad le comunicó que debía pagar para estar en una plaza que, además, no le gustaba.

“Me puse a trabajar en otras cosas y un día agarré los cuadernos”, describe quien además es panadero: “Cuando fui caminando, conociendo a las personas, escuchándolas, fui viendo las posibilidades de llevar adelante este proyecto y así se dio. Fue espontáneo y sólo se financió -la compra de los materiales- con las donaciones de la gente, que fueron desde $ 500 chilenos hasta $ 4 mil”.

Algarrobo, Valparaíso, Viña del Mar, Reñaca y Peñablanca fueron algunos de los sitios por donde Mariano pasó -a dedo también- con su cuaderno a cuestas. Además, al ser una época vacacional, turistas de lugares tan lejanos como Bélgica y Alemania se sumaron. Por supuesto, argentinos y chilenos también dejaron su sello.

Jugarse la vida
Mariano les proponía un juego, que consistía simplemente en dejar hacer a las personas, en el cuaderno, lo que quisieran; siempre y cuando hubieran visto los dibujos anteriores y dejaran su nombre, edad y lugar de origen. Los resultados fueron tan distintos desde lo creativo, como iguales en los conceptos que transmitían.

“Noté cierta linealidad en las temáticas y mucha información para análisis psicológico. También aparecieron muchos mensajes de paz, de amor a la naturaleza”, grafica y añade: “Noté que las personas más academizadas se expresaban distinto a las que no lo estaban. Pero al mismo tiempo, los academizados no sabían cómo volcar exactamente todo lo que sentían”.

Por otra parte, dice que quienes vivían en comunidades más pequeñas expresaban su localismo con más fuerza que aquellos de las grandes ciudades. Eso lo notó, sobre todo, en la gente de Valparaíso.

“A veces agarraba mesas de cinco personas y todos hacían un dibujo en conjunto. Otras veces iba a una oficina, hacía la propuesta a alguien y notaba una fuerte descarga de la situación laboral de la persona que escribía o dibujaba. Fue muy interesante”, relata.

Ahora Mariano quiere replicar el proyecto en Mendoza, en el resto del país y también en Uruguay y Perú. “Quiero seguir proponiendo algo que provoque una transformación, que no demanda grandes conocimientos y que está al alcance de todos. Esto superó mis expectativas y vi muchas señas de gratitud. Así pude conocer realmente a mucha gente”, finaliza.

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