El Viajero ama desentrañar secretos o, al menos, preguntarse por ellos. Cuando visita la basílica de San Pedro, le es imperioso detenerse frente a La Piedad. Como se sabe, la conmovedora escultura está mediada por un gran vidrio tras el ataque que sufriera hace unas décadas.
Prendado de esa belleza eterna, de ese mármol que “ablandó” con maestría Miguel Ángel Buonarotti, el viajero se pregunta cómo es posible que ésta, quizá la más sacra de sus obras, haya surgido de una de sus creaciones más profanas, el Baco Ebrio.
Resulta que el cardenal Riario, conmovido por la destreza del joven Miguel Ángel, le encargó la creación de una obra de líneas clásicas. Así nació el legendario Baco Ebrio. Al parecer, al cardenal no le pareció adecuada la escultura en la que el dios griego aparecía exhibiendo la sensual suavidad de la carne. Así, la escultura terminó en manos de un banquero que, asombrado de la habilidad del artista, le encargó una obra para la capilla de los Reyes de Francia, que está dentro de la basílica de San Pedro. Esa obra fue La Piedad.Miguel Ángel dio el toque final a la creación hacia 1499. En ese entonces tenía apenas 26 años. Aunque vivió cerca de 90 y demostró su maestría en decenas de obras, La Piedad es la más bella.
En esta obra, pone el acento en la etérea belleza y la tierna tristeza de la Virgen. Esta composición, con dos figuras de tamaño natural, era de por sí una osadía: hasta entonces, los Cristos habían sido figuras pequeñas dentro del conjunto. Además, María aparece muy joven, apenas más grande que cuando dio a luz al niño.Lo más extraño de la historia es que la obra terminada, de un metro setenta y cinco de extensión y con un peso de 1.400 kilogramos, fue colocada en la capilla de los Reyes de Francia de un modo casi furtivo; temían que el Papa rehusara autorizar la instalación en San Pedro, ya que muchos la consideraron herética.Así fue como una noche de 1500, mientras Roma dormía, Miguel Ángel y un grupo de picapedreros trasladaron La Piedad hasta uno de los nichos de la capilla de los Reyes de Francia. Nunca fue formalmente instalada ni bendecida.
Por el Jubileo, ese año visitaron la basílica multitudes procedentes de todas partes de Europa, pero muy pocos fieles se molestaron en visitar la oscura capilla de los Reyes de Francia. Para Roma, La Piedad no existía. Ahora, por cierto, como se sabe, tiene un lugar de privilegio en la entrada misma del mayor templo de la cristiandad.Pero La Piedad no está sola. Son cuatro las esculturas en mármol que llevan ese nombre y se le atribuyen a Miguel Ángel. Pasaron casi 50 años hasta que Buonarotti presentara otra piedad: la Florentina, conocida como Piedad Nicodemo, porque además de la Virgen y Jesús, aparecen María Magdalena y este fariseo, luego venerado como santo.
Este grupo escultórico fue a manos de un rico comerciante que la colocó en los jardines de Montecavallo, donde permaneció hasta su traslado a la basílica de San Lorenzo de Florencia, en 1674. La otra obra sobre el mismo tema, la Piedad Palestrina, muestra a Cristo con la Virgen y María Magdalena. Actualmente está en la Galería de la Academia de Florencia, junto al David.
Con la obra casi terminada, en un momento de furia, el artista golpeó la escultura y varios fragmentos saltaron, haciéndola inservible. Sin embargo, uno de sus discípulos recogió esos fragmentos y se abocó a la tarea de reconstruir el grupo escultórico. Como comprueba el viajero, en la catedral Santa María de las Flores pueden verse las marcas de esos impulsos destructivos del genial artista. Finalmente, nos detenemos en la Piedad Rondanini, un extraño grupo escultórico de figuras alargadas. Cristo y la Virgen están unidos como si se tratara de un solo cuerpo, que tiene una frontalidad dramática, herencia medieval. Esta escultura, trágica y misteriosa, quedó inacabada, y durante siglos habitó los fríos patios del Palazzo Rondanini. En 1952 fue adquirida por el ayuntamiento de Milán. Es cierto que al viajero le subyugan estos misterios y disfruta dilucidándolos.