Iaia, la mucama que conquistó al público

Iride Mockert nunca había hecho un personaje fijo en la tele, y con Iaia, la mucama que interpreta en “Viudas e hijos del rock and roll”, la actriz de 31 años logró crear un secundario clave que el público celebra.

Iaia, la mucama que conquistó al público
Iaia, la mucama que conquistó al público

Como si fuera parte de un juego de infancia más, Iride Mockert se subió al escenario a la temprana edad de ocho años bajo la dirección de la actriz y compositora Marcela Sabio, su madre. Desde entonces no paró y se fue a Buenos Aires para formarse como como actriz en la Universidad Nacional de las Artes.

Arrancó con el teatro pero también hizo televisión (“Un año para recordar”, “Malparida”, “Herencia de amor”) y cine (“El dedo”, “Fase7”, etc.). Es, además, ejecutante de oboe, cantante y bailarina.

En 2014 consiguió su primer papel estable en televisión, formando parte del equipo de “Viudas e hijos del rock and roll” -tira que encabeza las noches de Telefé-, en la que interpreta a Iaia, una empleada doméstica muy singular que guarda los secretos de la familia Arostegui y que no pasa desapercibida dentro de un elenco liderado por actores de la talla de Luis Machín, Verónica Llinás, Paola Barrientos y Juan Minujín.

Como si todo esto fuera poco, hablar con ella es un placer. Diario Los Andes lo hizo largo y tendido sobre su paso por la comedia de Underground, sus proyectos y el desafío que implica vivir de la actuación.

-Venís de una familia de artistas, ¿es inevitable serlo cuando se crece en una?

-Creo que es evitable e inevitable, las dos cosas. No, hablando en serio, creo que es evitable. Pero en mi caso, ya de chica mi mamá quería que hiciera baile, artes plásticas, de todo, para ver qué era lo que elegía. Así, a los ocho años empecé música y teatro, que fue hacia donde más me incliné, aunque la música está todo el tiempo en lo que hago, siempre que puedo toco y canto. Una de las cosas increíbles que me hizo acercarme a la actuación fue el juego. No hay otra: si no te divertís es imposible elegir hacer esto como vida, como profesión y laburo.

En ese sentido, Iride reconoce que le debe también a su padre (el músico y compositor entrerriano Jorge Mockert, fallecido a los 49 años en 2008), la pasión por la libertad que da tocar un instrumento.

-¿Cómo llegaste a la tira de Telefé?

-Hice un casting. Primero mi representante me propuso para el personaje, pero no me llamaron porque se buscaba un “fisic” diferente. Estuvieron dos meses buscando ese personaje y el de Tony, el petisero, y justo se dio que varios integrantes de Underground me habían visto en teatro, así que le escribí a uno de ellos diciéndole que me interesaba audicionar y quedó ahí. Como un mes y medio después, me respondieron. Hice el casting y me llamaron a la semana siguiente, con Machín. Estaba re nerviosa, porque uno de mis sueños era actuar con Luis y la escena sólo se grababa una vez. Empezamos a improvisar y estuvo buenísimo, hermoso.

-¿Cómo te llevás con el resto del elenco?

-Yo vengo de hacer bolos con mayor o menor desarrollo; siempre la jugaba de visitante en equipos en los que ya había un código. Eso era muy difícil. En “Viudas...” estoy en el elenco estable y mis compañeros son increíbles. Además, la mayoría viene del teatro y creo que por eso no siento tanto la diferencia.

Es más, en las grabaciones nos dejan improvisar y creo que eso tiene que ver con que somos actores de teatro que creemos fuertemente en que cuando uno hace red con los compañeros y actúa con el otro, todos crecen. Y esto lo veo en Luis Machín, en Paola Barrientos, en todos.

-Se nota que entre ustedes hay mucha chispa…

-No podemos parar de reírnos. De hecho, salen escenas en las que nos estamos riendo, porque se graban y quedan. Hace un tiempo me pasó que salí tentada y todo el mundo lo tuiteó. Lo hablé con Violeta Urtizberea y me dijo que eso era parte de lo que hacemos: “Si estás en una comedia, ¿cómo no te vas a reír? Si no te reís la gente no se ríe”. Y yo creo eso, si no te divertís, eso se percibe. Nosotros medimos mucho con los técnicos: si ellos se ríen sabés que algo está funcionando.

-¿Cuánto depende eso de vos y cuánto del libro?

-Los libros son fundamentales porque son los que marcan la pista, pero también los actores estamos permanentemente aportando y armando código. Más allá de lo que escribe Alejandro Quesada o Ernesto Korovsky, que son increíbles, cada uno de nosotros está pendiente de la línea de su personaje y de lo que va pasando. En nuestro caso, los personajes también se fueron armando mientras grabábamos el programa. Al principio no teníamos el “sosegate”, “vinchuca”, “te vua”.

Son modos que se fueron encontrando. Cuando armás código con el otro, empezás a jugar más. Y los guionistas tomaron algunas de las propuestas que surgían. Hay mucho diálogo. Por ejemplo, en determinado punto la tira se había pensado en abrirle a Iaia una historia en la que se la relacionaba con otro personaje y eso nos pareció que le iba a hacer perder algo del orden de lo ético e iba a pasar a ser una mala más de la historia. Hay algo que tiene Iaia con lo que el espectador hace empatía y no podía perderse. Así que se decidió no seguir esa línea.

-Además se tuvo en cuenta lo que los espectadores le pedían a Iaia, ¿no es así?

-Sí. Le pedían que se revelara, estaban cansados del maltrato de Inés (Verónica Llinás) y salió esta idea de la venganza, que no es de “mala”, sino que responde al querer ubicar al otro en el lugar del respeto, que creo que es lo que más le importa a Iaia, más allá del juego, del filo que tiene ese vínculo con Inés: es como una mucama revolucionaria que quiere hacer valer los derechos. Tiene algo de “Las criadas”.

-¿Te sorprendió la respuesta positiva del público?

-Sí. Arranqué con mucho miedo. No sólo era la primera vez que estaba en una tira con un personaje fijo, sino que también sabía cómo es la tele, que puede ser muy ingrata: si no funcionás te vas. También me daba mucho miedo la tonada, pero después me pude ir relajando, gracias al equipo y al elenco, y me sorprendió mucho lo que empezó a pasar con la gente, por ejemplo que me imiten o repitan las frases que dice Iaia. Eso es increíble, es muy fuerte.

-¿Te llevás bien con la exposición que implica?

-Es que pasan cosas hermosas: hace unos días me tomé el colectivo, volviendo del canal, y el colectivero no me quiso cobrar. “Yo te invito -me dijo-. ¿Cómo te voy a cobrar si me hacés reír todas las noches”. O en la calle me paran y me dicen “Gracias por hacerme reír”.

Eso nunca me había pasado y es maravilloso, con lo importante que es reírse y pasarla bien. ¡También me saludan mucho los chicos! Me estoy dando cuenta ahora de lo que genera la tele, la tira, de cómo el público hace tanta empatía con una historia que pasa a ser parte de su vida y que la comenta a diario.

-¿Le prestás atención a lo que se dice de tu trabajo en las redes sociales?

-Me abrí una cuenta de Twitter por la tele. Está buenísimo, me da mucha risa. Me parece una locura también, la televisión es un medio tan masivo. La comparo con el teatro: cuando hacés una obra, te das cuenta de lo que le está pasando al público en el aplauso, al final de la función, en lo que te dice. Pero con la tira es rarísimo. Las redes son un poco la respuesta a lo que estás haciendo. Ahí ves lo que resuena, lo que gusta, lo que se opina. Es genial como diálogo con los espectadores.

-¿Cómo es componer un personaje televisivo?

-Es dificilísimo porque no hay ensayos. Cuando empezamos a grabar la tira no sabíamos nada de lo que iba a pasar. La tele tiene algo que fue un aprendizaje para mí, y es que el espectador no está tan pendiente del pasado, sino de lo que va a venir. Es necesario ocuparse más de la continuidad hacia el futuro.

El espectador no se queda pensando en 20 capítulos atrás. Eso es lo que tiene la tira diaria y está bueno, porque uno como personaje va creciendo y cada vez tiene más aristas y aparecen más cosas. Por ejemplo, ahora Iaia empieza a decir varias palabras mal y eso antes no estaba, son cosas que voy buscando y encontrando dentro de lo que es el humor.

-Trabajaste en cine, tele y teatro, ¿dónde elegirías quedarte?

-Mi prioridad es el teatro. Ojo, la tele así, con elencos como en el que estoy trabajando, con proyectos y equipos de este tipo, me hace feliz, aunque sé que no es así siempre. Pero el teatro es otra cosa, hay algo del hecho en vivo con el espectador, ese vértigo de estar ahí y que -pase lo que pase- vos timoneás el barco, que es incomparable. Y con el cine se da una dinámica singular: armás familia por uno o dos meses, según lo que dure el rodaje, y después “chau chau, adiós”. Con la tira pasa algo similar. Te ves todos los días con tus compañeros por un año, es muy fuerte. A veces pienso que cuando terminen las grabaciones voy a sentir un gran vacío.

-¿Podés adelantarnos algo de lo que va a pasarle a Iaia en los próximos meses?

-No, porque no lo sé. Eso sí, sigue la venganza y van a entrar personajes nuevos en la casa de los Arostegui, y eso va a modificarnos a todos. Pero no puedo adelantar mucho más.

-¿Vas a seguir haciendo tele?

-Me encantaría. La paso tan bien. Además, hacer comedia te modifica el estar en la vida. Es como mantenerte todo el tiempo muy despierta, algo de deportista, con el cuerpo más dispuesto al juego, al humor. Fue maravilloso.

-¿Has tenido otras propuestas?

-No, en televisión todavía no. Pero igual, hasta que no termine la tira no voy a pensar en eso, en parte por respeto al trabajo y porque estoy feliz con lo que hago. Cuando termine vendrá lo que tenga que venir: tele, teatro, cine, o nada, aunque no creo, porque siempre estoy haciendo cosas.

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