En Las Heras hay un Torito suelto. Que destroza cualquier defensa y sentencia a los arqueros de turno. Y cuando aparece en el área- su habitad natural- hace delirar a todos los hinchas.
Ese hombre lleva de la mano, con sus goles, a un equipo que se subió a la pelea grande. Que se acomoda bien en la tabla y sueña con la clasificación.
La pequeña humanidad del temible delantero tiene nombre y apellido: Cristian Lucero.
Él paga con conquistas y el Globo se hace gigante con entrega y fútbol en el General San Martín. Sí, un elenco que es Torazo en terreno propio.
Y quien lo sufrió fue el Chacarero, que venía en levantada y terminó siendo un conjunto desdibujado por completo. Tenía al chance de despegar y mostró muy poco en el juego colectivo. El León fue una sombra en el campo y esto vuelve a poner a su entrenador (Carlos Mazzola) en la cuerda floja.
Lo de Huracán resultó muy bueno, conducido desde el interinato por Gonzalo Torres, captó rápido el mensaje y entendió que necesitaba cambiar con urgencia para dejar atrás la derrota con Rodeo.
El dueño de casa lo cocinó a fuego lento al Albirrojo, elaboró cada paso con extrema inteliegencia, dio un golpe de horno en la primera etapa, y terminó sirviéndose el mejor menú en el segundo tiempo. Para paladar negro.
El gol de Lucero marcó un camino que no tuvo ningún tipo de resistencia por parte de San Martín. Apartir de ahí todo quedó a merced del local, lo que podía suceder tenía la responsabilidad de Huracán.
La supremacía se hizo cada vez más pronunciada a medaida que fueron pasando los minutos y transcurrió el juego.
Los de Torres se dieron cuenta que el negocio era tocar corto, encontrar movilidad y ser profundos por las bandas. De esa forma, Aguilar dejó solo al Torito Lucero y el artillero se mandó una definición de ensueño. La frutilla del postre para una actuación soberbia.
Huracán ganó un choque clave y se afirma. ¿El Chaca? Es un desconcierto y deambula entre la mediocridad de su estilo.