Humildad para admitir errores y buscar el bien común

El papa Francisco inició las ceremonias de la Semana Santa, que finalizan hoy con la Pascua, haciendo nuevamente un fuerte llamado a la práctica de la humildad.

Humildad para admitir errores y buscar el bien común

El Pontífice rescató esta virtud como una de las características del servicio a los demás, que pregona históricamente el cristianismo y que el actual jefe de la Iglesia define como el "dejar espacio a Dios, negándose a uno mismo, despojándose...".

En su prédica de Semana Santa, Francisco también se refirió a la vereda opuesta de la humildad. "La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito. Es la otra vía", sentenció con energía el Papa.

Estas sanas advertencias de Bergoglio en la semana cumbre de la cristiandad deberían ser tenidas en cuenta por los argentinos para reflexionar sobre su alcance, en un año que puede resultar crucial para el país en virtud del proceso electoral que debe conducir a fin de este 2015 a un nuevo ciclo político.

Con esta premisa de la humildad puesta de manifiesto por Francisco, la Pascua que se celebra hoy debería llevarnos, siempre en el marco de la toma de decisiones a las que nos convoca el sistema democrático, a la búsqueda de caminos de diálogo, por sobre todo, y de respeto dentro del necesario disenso que la política impone.

No es, precisamente, el escenario que a diario vivimos en el país. Lamentablemente, los desencuentros y la intolerancia ganan espacio y son pocas las muestras de equilibrio que intentan contrarrestar dicha situación. Un alto porcentaje de la ciudadanía más de una vez se ha expresado por distintos medios a favor no tanto de un cambio drástico de políticas, sino de metodologías. Interesa sobre todo el modo, el respeto, decirle no a la confrontación estéril.

Es lamentable que durante más de una década la sociedad argentina haya sido invadida en una mayoría de sus estamentos sociales por prácticas autoritarias, alejadas de la sana y enriquecedora discusión de ideas. Y que, como hemos señalado en varias oportunidades desde este mismo espacio, la corrupción que arranca por las instituciones de la República se traslade a todos los ámbitos de la sociedad como una práctica cada vez más generadora de indiferencia que de repudio.

Lamentablemente, no se puede dejar de advertir que la mayor responsabilidad por tantos desatinos proviene de la forma de ejercer el poder que caracterizó a los gobiernos kirchneristas. Hay un claro y palpable ejemplo de las consecuencias de una Argentina alejada de la humildad y emparentada con la mundanidad que preocupa al Papa: es nuestra realidad de pobreza y marginalidad en aumento de la que la dirigencia política no se ocupa como debe.

De parte del Gobierno se actúa con indiferencia y del lado de la oposición, con frialdad. No en vano la Iglesia, una de las instituciones del país más afligida por dicha crisis social, fue la que más hizo sentir su reclamo. El último pedido a favor de la gente sin recursos no apunta sólo al Gobierno; es también dirigido a los candidatos presidenciales en su conjunto, oficialistas y opositores, para que incluyan en sus propuestas electorales la lucha contra este flagelo en aumento en la Argentina.

Esa necesidad de ser humildes para reconocer errores y buscar corregirlos debería ser el mayor desafío de los argentinos. Los preceptos religiosos cuando se transforman en virtudes cotidianas del obrar repercuten invariablemente en los más desposeídos y necesitados. Ese es el sentido de esta Pascua.

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