Durante muchos años Hugo Moyano se posicionó como el "hombre fuerte" del sindicalismo argentino. Por poder propio, por el que supo sumar entre sus pares del transporte y por el apoyo oficial que logró durante los primeros años del kirchnerismo -especialmente durante la discusión por la 125- el dirigente de camioneros creció exponencialmente, incluyendo en ello en cantidad de afiliados a costa de sumar a trabajadores que pertenecían a otras organizaciones sindicales. Pero todo lleva a indicar que en los últimos tiempos la taba se le dio vuelta, se le diluyó el poder y va quedando cada vez más solo. Dice que no quiere integrar en el futuro la CGT y lo están abandonando también quienes durante muchos años le fueron fieles, como sucede con el judicial Julio Piumato, entre muchos otros.
Para poder hacer mención a la realidad actual por la que atraviesa el moyanismo (porque el gremio es conducido por Hugo y por su hijo Pablo), valdría hacer mención a cómo surgió en el espectro sindical. Veteranos sindicalistas consultados coincidieron en señalar que Moyano creció como consecuencia de su oposición a las políticas liberales implementadas durante la gestión de Carlos Menem. "Mientras algunos sindicalistas miraban para otro lado, por conveniencia propia, especialmente durante las privatizaciones, Moyano se puso a la cabeza de los reclamos", indicó uno de los gremialistas, quien agregó que ese poder fue creciendo con los años, incluyendo durante el gobierno de De la Rúa. Lo hizo a través del denominado Movimiento de Trabajadores Argentinos, un grupo que se movió individualmente de la central obrera reeditarlo.
El fortalecimiento pleno lo logró con Néstor Kirchner. El santacruceño lo sumó en la intención de evitar reacciones adversas de parte del sindicalismo y para ello le dio plenos poderes en lo que a decisiones relacionadas con la sumatoria de afiliados. Fue así que, pese al enojo de sus pares, le quitó trabajadores, con la anuencia del Ministerio de Trabajo, a Comercio (a costa de un "gordo" de fuste, como Armando Cavallieri), de otros gremios, incluyendo vitivinícolas y hasta de gastronómicos.
En su afán por asegurar su poder sindical, Moyano impulsó, sin ninguna oposición, la designación de Gerónimo Venegas (trabajadores rurales) como titular de las 62 Organizaciones Peronistas. Venegas (ya fallecido) era amigo -y lo siguió siendo durante mucho tiempo- de Moyano, pero como no logró cargos en la primera elección que se realizó, conformó su propio partido ("Fe") y se sumó a la alianza que encabezó Mauricio Macri. De manera tal que, por primera vez en la historia, el titular de las 62 "Peronistas" enfrentaba al justicialismo en un acto electoral. Venegas tuvo incidencia en el sindicalismo local, en razón de que, en un controvertido "plenario", al que nadie fue convocado, "bendijo" al cuestionado Roberto Pico como titular de la central obrera local.
Moyano siguió sumando, pero no supo medir su techo. Y así le fue. Durante un acto que presidieron Néstor y Cristina, el camionero dijo, en un discurso previo, que llegaría el día en que "un trabajador" arribe a la primera magistratura del país, al igual que lo que había logrado Lula Da Silva en Brasil y recibió como respuesta inmediata la afirmación de Cristina, al asegurar que ella "también era una trabajadora".
Ante el debilitamiento político, parte de la dirigencia comenzó a abrirse. Primero lo hicieron los "gordos", que comenzaron a pasarle facturas por las actitudes anteriores, luego algunos dirigentes con los cuales había logrado conformar la Federación de Transporte, como el taxista Omar Viviani, mientras a gran parte de la dirigencia no le caía bien la intención de Moyano de ampliar su influencia personal al incursionar en el fútbol, asumiendo la presidencia de Independiente de Avellaneda y colocando a su yerno, "Chiqui" Tapia al frente de la Asociación del Fútbol Argentino. Para colmo de males, comenzaron a trascender aspectos de su patrimonio personal y el de su familia, lo que acompañó a una investigación judicial.
Al decir de muchos, la gota que colmó el vaso fue la convocatoria de Moyano a un acto público en contra de la política económica, que fue interpretada como una decisión personal, para cubrir la investigación judicial, que intentaba involucrar a la CGT. Sumó a las dos CTA, a bancarios y a algunas organizaciones sociales, pero fueron muy pocos los dirigentes y gremios que fueron a la marcha. Entre quienes se "abrieron" figura el judicial Julio Piumato, de quien Moyano había llegado a decir que "si un día voy preso, Julio va a ir a robar una gallina para ir preso conmigo".
El presente no es demasiado auspicioso para el camionero. Ante la falta de iniciativa surgida de una CGT nacional sin conducción, Moyano convocó a una reunión para organizar una marcha hacia el Ministerio de Trabajo para el 1 de mayo. Asistieron las dos CTA y representantes de los movimientos sociales. Estos últimos rechazaron la propuesta porque "no queremos quedar enredados en internas de la CGT y la CTA" e inclusive indicaron que podrían conformar su propio gremio para sumarse a la central obrera. Es más, se asegura que una de las intenciones de Moyano pasa por recrear el Movimiento de Trabajadores Argentinos (que supo liderar durante el menemismo), pero no muchos estarían dispuestos a apoyarlo. Casi como una frutilla del postre, durante una reunión realizada en La Fraternidad, el representante de Camioneros, Omar Pérez, anticipó que su gremio no participará "en esta CGT ni de ninguna otra que pueda organizarse en un futuro cercano".
A lo largo de los años, Moyano ha sabido sobrevivir a muchas batallas y cabría preguntarse si en esta oportunidad logrará revertir esa tendencia. Por lo pronto y si nos atenemos a lo que está sucediendo con muchos de los dirigentes que le fueron fieles durante años, resultará difícil que alcance los objetivos.