Hace unos días, en Bodega Cabrini terminaron la elaboración número 80 de su tradicional vino para misa. Hugo Cabrini, uno de los tres integrantes de la cuarta generación de la familia, que hoy está al frente de la empresa, sostiene que no son muchos los establecimientos mendocinos que siguen en manos de los descendientes de los fundadores, sin la ayuda de capitales externos.
Además, la bodega tiene un viñedo de malbec de 101 años de antigüedad y Cabrini se enorgullece de que la empresa fue una de las pioneras, a fines de los ‘80, en poner en valor esta variedad, cuando la mayoría de los establecimientos la escurrían.
- ¿Cuál es la clave para sostener un emprendimiento familiar durante un siglo?
- Por un lado, poner a la empresa en el centro, desde los fundadores a la fecha. Siento que hemos recibido un legado de nuestros antepasados, que hay que mantener a toda costa, incluso resignando la posibilidad de buscar otros trabajos, como profesionales.
Nosotros no tenemos sueldos gerenciales y eso nos nos permite pasar mejor los momentos de crisis, porque la estructura no es tan onerosa.
Otro de los secretos es no tener todos los viñedos en una misma zona, porque es raro que haya accidentes climáticos que afecten a toda la provincia. Además, somos una empresa integrada, que tiene producción primaria, elaboración, fraccionamiento, venta y, en ciertos casos, distribución. Llegamos a pueblos y ciudades a las que no llega nadie.
Tiene un costo de logística importante, pero mantenemos un cierto nivel de ventas que no cae.
- ¿Conjugan la elaboración tradicional con la incorporación de tecnología?
- En 1999 empezamos a trabajar los viñedos en forma diferente, más equilibrada, para tratar de mantener la identidad, no solo varietal sino por años de plantación en cada cuartel o viñedo. Modificamos el sistema de cosecha, primero con cajas y ahora con bines. Cambiamos las moledoras y colocamos una prensa neumática tipo frigorífico.
Todo eso nos permitió mantener negocios con Estados Unidos durante 16 años, con una alta trazabilidad por parte del comprador, que venía cinco veces al año a supervisar el proceso.
- ¿Hoy sigue siendo Estados Unidos su principal mercado en el exterior?
- La parte fuerte de ese país se discontinuó en 2015 porque nuestro principal comprador se jubiló. Pero mantenemos clientes en Nueva York, Connecticut y Massachusetts, y otros en Inglaterra. Y el de misa lo hemos exportado hasta a Taiwán, porque estamos autorizados bajo distintos protocolos por el Arzobispado de Mendoza, además del INV.
- Para ustedes, los dos vinos insignia son el malbec y el de misa...
- Los dos. Aproximadamente el 80% de la superficie cultivada, que tenemos en Luján y en el Valle de Uco, es de malbec. Y el de misa abarca un 20% de nuestro mercado total.
Esto se debe a nuestra relación con la Iglesia católica. Nuestro abuelo Luis, que continuó con la bodega de mi bisabuelo Lisandro, tenía un hermano mayor: Guillermo Cabrini, sacerdote saleciano. Él llegó a ser inspector de la obra de los salesianos en Sudamérica y fue quien le dijo al padre Oreglia (fundador de la la Facultad de Enología Don Bosco), que estudiara Enología. Por eso, elaboramos el vino de misa con el mismo método que los salesianos, aunque en lugar de usar uvas blancas utilizamos tintas escurridas (malbec, sangiovese, tempranillo y bonarda). Por eso tiene color rosado.
- ¿Están intentando recuperar mercados en el exterior?
- Eso se trabaja en forma permanente. Tenemos que reactivar algunos mercados en Inglaterra y también en Estados Unidos, pero la situación es bastante difícil porque en el mundo ha habido buenas cosechas. Y si bien tenemos mejor dólar, por otro lado están las retenciones, la inflación y el problema del costo financiero, lo que hace que la competitividad cambiaria se vea diluida por otros factores.
Pero yo soy una persona que si bien me fijo en la macroeconomía, no me quejo ni le echo la culpa a los demás. Hay que preocuparse y ocuparse por el funcionamiento de la empresa y ver cómo uno la saca adelante. El esfuerzo tiene que enfocarse en lo que nosotros podemos manejar.
- ¿Tienen planeado algún cambio de estrategia para los próximos meses?
- Queremos aprovechar mejor el potencial turístico de la bodega, que tiene mucha historia.
Perfil
El italiano Leandro Cabrini llegó a Mendoza en 1896. Agricultor en su país de origen, se dedicó aquí a la olivicultura y la vitivinicultura, y cuando pudo comprar su propio viñedo en Perdriel, en 1918, eligió como variedad mayoritaria el malbec. En 1920 construyó una parte de la bodega y la casona de adobe, que fue la vivienda familiar y hoy alberga las oficinas de la empresa. Y en 1939 comenzó a elaborar vino para misa.
Hoy conducen el establecimiento los hermanos Hugo, Fernando y Mauricio, bisnietos del fundador, y también trabajan en la empresa dos integrantes de la quinta generación: Victoria y Danilo. En 2014, la bodega fue declarada de interés patrimonial, histórico y cultural municipal por el Concejo Deliberante de Luján.