El grito de guerra de los hinchas de Independiente Rivadavia mientras el Bati Aranda mostraba la plaqueta en el centro del campo pintaba el cuadro de situación: "¡Esta noche cueste lo que cueste, esta noche tenemos que ganar!".
Una final ante otro rival directo no admitía margen de error; estaba prohibido relajar las piernas, ultra necesario jugar con el corazón caliente y la mente fría. Se imponía la obligación de ser protagonista y había que jugarlo con el cuchillo entre los dientes.
Y el Azul ratificó desde principio a fin que su enorme remontada desde la llegada de Alfredo Berti no es pura casualidad sino causalidad.
Buenos primeros minutos de la Lepra, presión alta y juego por las bandas ante un Milan de Pergamino que se limitaba a esperar en su campo, con apenas un punta como única excusa para alguna contra que nunca llegó.
Los bonaerenses hacían tiempo. Primero, Diego Levato y después Fernando González cayeron tendidos en el suelo luego de chocar con sus rivales con la clara intención de enfriar el comienzo altanero del Azul. Ni lerdo ni perezoso, Berti llamó a todos los volantes de Independiente para darles indicaciones.
La Lepra era una tromba que erosionaba a su adversario por las bandas. Cargaba la izquierda con Maidana y Cardozo y la jugada terminaba en un centro de Arciero o Cerutti por derecha. En eso, Villalba metió la mano donde no debía, el lungo Mariano González marcó la falta a metros de la medialuna y Diego Cardozo, como contra el Bicho, la colgó en el ángulo superior derecho de Marcos Argüello. Brillante remate y desahogo absoluto en una Catedral que explotaba de felicidad.
El equipo de Berti tomó el impulso necesario para seguir dominando a un rival aturdido y sin argumentos futbolísticos como para revertir la historia.
Independiente Rivadavia seguía bien parado, proponía un partido en cincuenta metros, hacía circular el balón de un lado a otro y cada ataque finalizaba con una asociación en velocidad en la zona donde duele.
Así llegó el segundo estiletazo de la noche: Yeimar profundizó con Arciero (casi un punta más en el primer tiempo), pase de emboquillada para González y '8' sacó una bomba que detonó detrás de Argüello. Impresionante.
Era todo de Independiente: el resultado, la pelota y las intenciones. Pudieron ser más en ese primer tiempo a la altura de los duelos antes el Bicho y Chaca, pero faltó sintonía en los metros finales.
A Douglas Haig no le quedaba otra que salir a quemar las naves en el complemento y Levato se la jugó con un cambio ofensivo: delantero por defensor. El Fogonero, que no le quedaba otra, se adelantó en el terreno y generó dos situaciones vía Grazzini y otra con un remate de Córdoba.
De contra, estaba todo a pedir del Azul, que también tuvo las suyas antes de la perla de Tarragona (definió mano a mano tras una estupenda jugada colectiva).
Nervioso y abrumado, Douglas apeló al juego sucio y se quedó sin González y Córdoba para lo que viene.
La goleada pudo ser más abultada, pero el equipo de Berti guardó goles para lo que viene. La Catedral fue una verdadera fiesta. Y no es para menos. El Azul ganó, gustó, goleó, salió de la zona del descenso (tiene a 6 equipos por debajo) y hasta se anima a soñar con dar pelea arriba. Tres pasitos más, Lepra. Tres pasitos más…
Los goles del partido: