La historia de la magia, el escapismo y el ilusionismo tiene un nombre que resalta por sobre todos y es el de Harry Houdini. Nacido en el seno de una familia judía en 1874 en el Imperio Austrohúngaro bajo el nombre de Erik Weisz, Houdini había emigrado de niño a los Estados Unidos y a sus nueve años tuvo un encuentro que le cambió la vida: asistió a un show de un mago. Pronto el niño se dio cuenta de que tenía habilidades para hacer lo mismo, así que poco más tarde ya estaba ofreciendo sus trucos y, de paso, su capacidad para el contorsionismo.
Luego de actuar en diversos circos (también como trapecista, ya que su talento era amplio), se dedicó de lleno a la magia y comenzó a diseñar algunos números que fueron sensación en su época. Además, como su curiosidad e inteligencia lo llevaron a estudiar la historia de su arte y a convertirse, poco más tarde, en un enemigo de los embaucadores que engañaban al público con supuestos espiritismos y magia negra.
Lo que llevó a la fama mayor a Houdini fue su capacidad para el escapismo. Su principal capacidad, que asombraba al público de la época (y aún hoy es utilizada por muchos magos) era la de zafarse de esposas y cadenas. Innovador también en cuanto a la promoción de sus espectáculos, Houdini llegaba a un pueblo y visitaba de inmediato la comisaría, pidiendo a los policías que lo esposaran o encadenaran ante la vista de la prensa para mostrar que podía escaparse. Se cuenta que los pueblos ponían a veces a trabajar a sus mejores herreros para la confección de esposas o candados, pero Houdini escapó siempre de todos, en muchas ocasiones en cuestión de minutos. Según el mismo aseguraba, había hecho 10 mil escapes de ese tipo.
Adicto al riesgo, y confiado de sus capacidades, el mago también alguna vez puso seriamente su vida en riesgo. Fue cuando, esposado, fue introducido en un barril de cerveza. Houdini debía escapar antes de que el aire en sus pulmones se agotara y pudo hacerlo por segundos. Pero salió airoso.
Célebre es su amistad, y posterior enfrentamiento, con el gran escritor Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes. Sucedió que el autor admiraba a Houdini, pero como había empezado a interesarse por el espiritismo y las supersticiones, llegó a creer que lo del húngaro era real y verdaderamente mágico. Nada de trucos: creía que había en él algo "divino". El escapista, quien le había declarado la guerra a esas supercherías, terminó enemistado con el escritor británico. La cruzada de Houdini era tan seria que hasta diseñó pruebas científicas para demostrar por la vía del experimento que los espiritismos eran una soberana mentira.
Después de escapar heroicamente de la muerte, de sorprender a su época, de luchar contra las creencias sin fundamento, de renovar el mundo de la magia, a Houdini la fatalidad le llegó en parte por una traición. Fue un día de octubre de 1926. El mago acababa de dar un espectáculo en Montreal (Canadá) cuando unos estudiantes se arrimaron a él y le pidieron probar su fuerza golpeándole el abdomen. Houdini mostraba su fuerza como argumento de venta de sus shows, así que dijo que sí. Cuando apenas acababa de dar su autorización, y sin esperarlo, uno de los estudiantes (se dice que practicaba boxeo) lo golpeó fuertemente en el vientre. Houdini acusó el golpe pero se repuso rápidamente y se retiró. Pronto comenzó a sentirse mal: al parecer, su apéndice estaba inflamado y el puñetazo artero lo reventó. Comenzó a tener fiebre y a sentirse mal.
A los pocos días, Harry Houdini supo que de esa cadena no iba a escapar y falleció el 31 de octubre de 1926, a los 52 años. Como era de esperar, y como él sostenía, su espíritu nunca apareció para comunicarse desde ningún más allá, pero su legado sigue vigente y aún está vivo en la memoria de la humanidad.