En una excelente nota publicada en Los Andes, el 14 de abril del corriente, se rinde un justo homenaje al maestro Mariano Mores, gran compositor que hizo aportes invalorables a esta música creando tangos bellísimos durante su muy extensa carrera: falleció a los 98 años.
Pero en la nota en cuestión se incurre en una injusta omisión: porque Mariano Mores no ha sido “el último” representante de la época dorada del tango. Suponemos que si bien todas las épocas fueron doradas para este género musical, el cronista habrá tenido en cuenta particularmente la llamada “década del ’40”, espléndida por la cantidad y calidad de sus músicos, letristas y poetas que la transitaron.
Debemos mencionar entonces al maestro Horacio Salgán, que muy pronto cumplirá 100 años de vida y ha sido un excelso ejecutante del piano, director de orquesta y compositor que ejecutaba su instrumento y dirigía a sus músicos con la precisión de un cirujano. Su tango “A fuego lento” es un clásico ejemplo de su indeleble personalidad y estilo tan particular y de enorme calidad.
Actuó también en el Teatro Colón al frente de su orquesta y dirigiendo la Filarmónica. De su exquisita sensibilidad para el tango da cuenta su acierto al elegir cantores: con Salgán empezaron nada menos que Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero, dos voces estupendas y “decidoras”.
Por eso, dentro de unos meses cuando el maestro cumpla 100 años de vida, seguramente recibirá un justo homenaje. Y -afortunadamente- todavía quedará otro grande que también transita una espléndida veteranía: Atilio Stampone.
El buen tango se ha encargado de juntar distintas generaciones con su característica de ser “un pensamiento triste que se puede bailar”.