La votación de este miércoles en el Senado, donde el oficialismo apuesta a lograr una mayoría de dos tercios para anular las leyes Cerrojo y de Pago Soberano y aprobar el acuerdo negociado por el Gobierno con la mayoría de los acreedores (buitres y holdouts) que no entraron a los canjes de 2005 y 2010 será, de concretarse, la primera gran victoria legislativa de la gestión de Mauricio Macri.
Se trata de una instancia clave, por dos motivos.
El primero, de orden local, es que profundizaría la crisis y las divisiones en el interior del peronismo, en la que el kirchnerismo está llevando la peor parte. De hecho, los propios senadores K, si es que la letra aún les cabe, votarán divididos. Ya fuera de esa identidad, el propio jefe del bloque peronista en la Cámara alta, el rionegrino Miguel Ángel Pichetto recibió anteayer la visita de varios intendentes peronistas del conurbano -algunos de ellos, como la intendenta de La Matanza, Verónica Magario, de extracción kirchnerista- que fueron a apoyar su postura negociadora. Ayer, finalmente, el propio Pichetto adelantó que votará a favor y señaló, como para empujar algunas voluntades más, “Néstor Kirchner les hubiera pagado a los buitres”.
Las diferencias internas del peronismo tienen más de una explicación, pero la más poderosa es aquella que separa a quienes tienen responsabilidades de gestión y quienes no la tienen o, en todo caso, priorizan sus presuntas lealtades a ciertas ideas o liderazgos, como el de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), cuya mudez calafateña los ha dejado algo huérfanos. Quienes gobiernan provincias o municipios, en cambio, parecen haber comprado el argumento oficial de que el arreglo con los buitres y el consiguiente retorno al crédito internacional es imprescindible para atenuar el ajuste en las cuentas públicas, que en 2015 cerraron con un déficit cercano a los 300.000 millones de pesos. Y de la intensidad de ese ajuste depende el nivel de recursos con que puedan disponer en sus gestiones.
Las divisiones en el peronismo son tales que, a poco más de una semana del Congreso en el que debe elegir autoridades partidarias, no se descarta que la ubicua jueza electoral María Romilda Servini de Cubría decida intervenir el partido.
El segundo motivo de la importancia de la votación en el Senado es internacional. El gobierno de Macri, con la seguidilla de visitas de los jefes de gobierno de Francia, François Hollande; de Italia, Matteo Renzi, y, de frutilla del postre, de los Estados Unidos, Barack Obama, ha apostado a una política exterior claramente diferenciada de la que siguió, especialmente en su segundo mandato, CFK.
Para demostrar que si bien tiene prioridades, la suya no será una política puramente “ideológica” sino realista y marcada por conveniencias e intereses, Macri ya anunció que también se reunirá con el presidente chino, Xi Jinping, otra relación clave a resolver favorablemente. Hay allí cuestiones muy grandes, desde la cesión ya concretada por el gobierno kirchnerista de 200 hectáreas por 50 años para el emplazamiento y actividades de una base de “espacio lejano” china en Neuquén, pasando por los yuanes por un equivalente a más de 11.000 millones de dólares que la Argentina tendrá en algún momento que devolver por más que se haya tratado de un “canje” de monedas (es dudoso que el Banco Central de China quiera tener pesos argentinos por mucho tiempo en sus reservas) hasta la renegociación de créditos y contratos que involucran a empresas chinas.
El más grande de ellos, la construcción de las dos “represas patagónicas” (bautizadas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic), el proyecto más costoso de los vigentes (cerca de 30.000 millones de pesos) y muy cercano a los intereses del kirchnerismo, no sólo por su emplazamiento sino porque el “socio” local es la cordobesa Electroingeniería, uno de los grandes ganadores de la “década ganada”.
Resolver el default cerraría una saga que ya se acerca a los quince años y convirtió a la Argentina en una rara avis de las finanzas internacionales. Con la consigna “Patria o Buitres” y su cacareada “victoria” en la ONU por un proyecto insignificante sobre el tratamiento de deudas soberanas, el kirchnerismo solo hizo jueguito para la tribuna.
El problema no son los desagradables carroñeros, a quienes nadie quiere, sino la Argentina que, como precisó el economista Juan José Cruces en sus presentaciones ante Diputados y Senadores, concentra 40 de los 43 juicios internacionales por deudas en default y nada menos que 96% del valor de los fondos litigados. Una particularidad que tiene aire de familia con otra: en el último decenio la Argentina se afianzó en el podio de países con más alta inflación del mundo, sólo superada por Venezuela y, ocasionalmente, naciones extremadamente pobres, como Haití y Sudán.
La victoria en el Senado le permitiría a la gestión macrista consolidar una política económica gradualista y asentar sobre bases más firmes su política exterior. No le garantizará, sin embargo, la victoria en esos frentes. Su desafío principal sigue siendo atenuar el ritmo de aumento de los precios, que sigue martirizando a la población, y revertir el estancamiento y la recesión de la economía. Porque sin reanimación de la actividad y del empleo no habrá votación legislativa que lo lleve muy lejos.